Así nacimos y así nos vamos a morir - Por Pablo Philippens

Aún conociendo nuestros eternos errores y la falta de planificación, elegimos ilusionarnos una vez más. Por eso duele.

Así nacimos y así nos vamos a morir - Por Pablo Philippens
Así nacimos y así nos vamos a morir - Por Pablo Philippens

Clasificación angustiante ante un Ecuador muy débil. Juego horrible, desorden deportivo e institucional. Meta rezar y a la espera de un poco de suerte. Rusia 2018 parecía muy lejos, pero apareció Messi y nos llevó. Y lo celebramos hasta la madrugada, porque elegimos volver a creer aún conociendo nuestras limitaciones y debilidades. Porque no seremos nada en conjunto, pero tenemos al mejor. Así lo analizamos.

Qué bueno, volveremos a ver a Argentina en un Mundial, pensamos y dijimos muchos. Pero tiempo para mejorar no habrá, también dijimos. Y fuimos a jugar amistosos. Y le ganamos a Rusia, qué bien. Y nos peloteó feo Nigeria, qué mal; pero no pasa nada, escribimos en las redes. Y fuimos a boconear a Italia, y nos salió bien. Nos levantamos de la silla de un salto y miramos al cielo como queriendo tocarlo.

Un rato después España nos dio una cachetada de realidad, o seis mejor dicho. Y caímos en cuenta de lo mal que estamos, la falta de un equipo sólido, de un plan, de un DT. Abrimos el diario del lunes y les pegamos a todos, pero la ilusión no nos la sacó nadie, porque aún siendo conscientes de todas las aristas negativas, optamos por creer otra vez. Pura ilusión. El corazón que le gana a la razón con un gol polémico. Como quien quiere tapar con un romanticismo barato los problemas enormes que tiene en su pareja, para no verlos. Y asi aferrarse a una quimera.

Messi es el mejor del mundo pero solo no puede. No tenemos arquero. El entrenador es un papelón y se lleva mal con los históricos. No vamos a pasar primera ronda y otros conceptos del palo escuchamos, vimos y leímos en los todos los medios. Mejor ni vayamos, entonces. No, sí, vamos, cómo no vamos a estar en el Mundial. Además, quién te dice si se ilumina el enano. Es decir, sabíamos que estábamos metidos en un quilombo, pero elegimos confiar, como siempre.

Y llegó la Copa. Y se nos puso enfrente el ejército rubio de Islandia. Todos atrás. Testigos fuimos de las pocas ideas que se le caían a una Argentina flojísima. Y a un DT que apostó a la superposición de roles con Mascherano y Biglia. Y empatamos nomás, de casualidad. Y dijimos "qué horribles somos, así nos vamos rápido". Y discutimos en los asados con los amigos, peleamos en el trabajo. Pero elegimos mantener la ilusión, hacer promesas, porque así tiene que ser. Emoción insensata vs. pensamiento crítico.

Croacia nos pegó un baile de carnaval y a Nigeria le ganamos con gol de un defensor cuando el árbitro sacaba cuentas para pitar el final. Angustia, desesperación, bronca. Pero teníamos en la mano el boleto hacia octavos. Y dijimos otra vez lo espantosos que somos, la falta de un equilibrio, de una idea, de algo claro. Y nos odiamos entre nosotros. Pero al otro día nos quisimos otra vez.

Hasta que apareció Francia, un equipo serio, candidato, ordenado y con una estrategia definida. Y le pusimos garra, eh. Entrega y corazón también. Hasta casi los mandamos a casa. Pero la cruda realidad volvió a quitarnos el velo de los ojos en minutos. Jugaron decididamente mejor que nosotros, hicieron más goles, y nos mostraron el camino hacia al aeropuerto. Y nos preguntamos porqué. Con qué derecho alguien viene y nos dice que no podemos ser felices, pese a que la explicación la tenemos adelante de la nariz.

Así somos y así seremos. Porque pensamos y actuamos así: sabíamos que se nos filtraba el agua, que somos el desorden mismo, que le pedimos milagros a un solo jugador, que especulamos e improvisamos, que no merecíamos ir a este Mundial, que la AFA es un papelón desde siempre, que lo malo que pasa arriba sacude fuerte a los de abajo, el 38-38, que el club de amigos no va más y que será imposible una foto triunfal sin un trabajo colectivo previo que se sostenga en el tiempo.

Sin embargo, aunque nada cambie y por más que cada cosa siga igual, nos vamos a volver a ilusionar, le daremos a la Selección el voto de confianza por enésima vez. Porque en realidad amamos eso que también somos capaces de odiar. Y nos duele. Así nacimos y así nos vamos a morir.

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