Fugar hacia adelante

Todas las idas y vueltas de la presidenta Cristina Fernández acerca del caso Nisman han sido decididas según conveniencias de ocasión donde la verdad ni siquiera es un adorno.

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No importa cuáles sean los recursos retóricos a utilizar. Tampoco si la hipótesis que se arriesga hoy es contradictoria con la que se meneó apenas 72 horas antes. De lo que se trata es de llevar a su ejecución la máxima de que la mejor defensa es un buen ataque. Todo en función, en este caso, de conservar el ejercicio del poder hasta el último minuto del último día, después de más de once años de gobierno. Y, si fuera posible, retenerlo en parte más allá también.

Sólo esta lógica permitiría explicar el aparentemente errático comportamiento que siguió la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ante la muerte del fiscal Alberto Nisman, que acababa de denunciarla junto a su canciller por supuesto encubrimiento de los autores del atentado terrorista más grave de la historia argentina, horas antes de que se presentara ante una comisión de Diputados para informar sobre la investigación.

Como si hubiera querido ignorar que se estaba ante un hecho de gravedad institucional (o quizás con el propósito de no darle esa dimensión), de fuerte impacto y conmoción pública, la Presidenta no recurrió a su recurrente cadena nacional. Prefirió en cambio pronunciarse, refugiada, sin mostrarse, a través de una carta vía Facebook.

Fue una Cristina en estado puro, ésa del lunes, a horas del hallazgo del cuerpo sin vida de Nisman, que no tuvo siquiera la ubicuidad de un jefe de Estado ante una tragedia tal: ni una mínima mención de condolencias a la familia del fiscal. (Condolencias que la dirigencia del PJ el jueves mezquinamente transmitió en una línea al paso -"lamentamos"- al final de la tercera de las cinco páginas de su comunicado.) Esa primera carta mostró a una Presidenta a la defensiva, que no vaciló en descalificar veladamente la actuación de Nisman, como tampoco en apurar la hipótesis de que se trató de un suicidio. Aunque haya puesto la palabra entre interrogantes, antes no dejó dudas: "¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?".

Del "suicidio" brincó a la hipótesis del "asesinato" en cuestión de 72 horas. "El suicidio (que estoy convencida) no fue suicidio", sostuvo en la segunda carta con la que despertó el jueves. "(A Nisman) lo usaron vivo y después lo necesitaban muerto"..."No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas"..."La verdadera operación era la muerte del fiscal después de acusar a la Presidenta, a su canciller y al secretario general de La Cámpora (el diputado Andrés Larroque) de ser encubridores".

¿Qué explicaría ese cambio de 180 grados? Puede que conozca elementos de la propia investigación judicial que la hayan convencido de pasar de la hipótesis del suicidio a la del asesinato. Pero tratándose de un animal político peronista, la razón hay que buscarla en la política. "Seguir sosteniendo que fue un suicidio era impopular", consideró una fuente judicial del máximo nivel.

O como dijo a este cronista el propio jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, a la salida de la reunión del PJ: "En derecho penal nos preguntamos: ¿a quién beneficia y a quién perjudica?" Traducido: seguir sosteniendo la hipótesis del suicidio afectaba al Gobierno. Es que para entonces las primeras encuestas coincidían: de cada diez consultados, siete creen que Nisman fue asesinado; cinco, que detrás de su muerte está el Gobierno; y ocho, que es creíble la denuncia sobre supuesto encubrimiento que presentó el fiscal.

Pasar a sostener que se trató de un asesinato debería tener de inmediato consecuencias políticas. En primer lugar, sobre la continuidad del secretario de Seguridad, Sergio Berni, y la desconocida ministra Cecilia Rodríguez. Fuentes del Gobierno sostienen que la Presidente no decide en medio de los reclamos de renuncia, pero aseguran que más temprano que tarde rodarán cabezas en el área de Seguridad. Junto con iniciativas comprometidas por Néstor Kirchner y postergadas: nuevas leyes de inteligencia, de prevención de emergencias ante ataques terroristas y de acceso a la información pública.

El salto, por lo pronto, le permitió retomar la iniciativa política. La mira presidencial está puesta ahora en que la investigación judicial de la muerte de Nisman pueda desembocar en la supuesta responsabilidad que habría tenido el sector de espías de la SI que conduce Antonio Stiuso. El mismo histórico hombre poderoso de la ex Side al que Néstor Kirchner dotó de poder, y al que junto con sus socios Cristina ahora busca descabezar.

"Esto es como la 125/08 (de las retenciones móviles), pero contra los espías", comparaba, entusiasta, un veterano dirigente del PJ tras la reunión del jueves, al mismo tiempo que acertaba en una observación sobre la gravedad institucional de los hechos: "Decí que somos gobierno, porque si fuéramos oposición… ". La diferencia está en que cuando la 125/08, Cristina acababa de asumir y ahora le quedan nueve meses hasta la elección.

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