Fuertes réplicas dificultan las tareas de rescate

En la madrugada de ayer temblores de 6,1 y 6,3 grados pusieron en pánico a la población.

Fuertes réplicas dificultan las tareas de rescate

Bomberos y rescatistas aceleraban ayer la búsqueda de sobrevivientes entre fuertes réplicas del potente sismo de 7,8 grados que ha dejado al menos 553 muertos y 5.000 heridos en la costa ecuatoriana, uno de los más mortíferos de los últimos años en América Latina.

Hacia las 3.30 (5.30 argentina), en la destrozada ciudad de Pedernales (estado Manabí, epicentro del terremoto) la tierra volvió a temblar con fuerza y desató nuevas alarmas entre la población, ya muy golpeada desde el terremoto que arrasó el sábado esta localidad turística y buena parte del litoral ecuatoriano.

Un equipo periodístico, que a esa hora estaba presenciando cómo una brigada de bomberos recuperaba varios cadáveres entre los escombros de lo que había sido un hotel, constató los efectos de esta nueva réplica: hubo momentos de pánico, desalojos espontáneos, y muchos familias decidieron dormir en las calles, en las veredas o en los patios.

El nuevo sismo tuvo una magnitud de 6,1º según el Instituto de Estudios Geológicos de Estados Unidos (USGS), pero en lo inmediato no se registraron daños.

“Son réplicas. Tuvimos dos sismos en la madrugada, uno a las 3.33 (5.33 argentina) y otro a las 3.35 (5.35 argentina), de 6,1 y 6,3 grados”, explicó Mario Ruiz, director del Instituto Geofísico de Ecuador.

Desde el sábado, se han registrado 535 réplicas, añadió.

El presidente Rafael Correa elevó a 553 el número de muertos y a 5.733 los heridos.

“La cifra de fallecidos, lastimosamente, aumentará, pero cada vez a un ritmo menor porque ya se han rescatado muchos cadáveres”, aseguró el mandatario desde Quito tras visitar la zona afectada “en un 70,80%”.

La cifra de muertos solo es superada en los años recientes en América Latina por las de los terremotos de El Salvador en 2001 (1.142), Perú en 2007 (600) y Haití (entre 200.000 y 250.000) en 2010.

El sismo dejó unos 800 edificios derruidos, 600 edificaciones afectadas, y numerosas carreteras reventadas e infraestructuras colapsadas en zonas turísticas, unos daños que Correa calculó en u$s 3.000 millones, “dos o tres puntos del PBI”. Otro duro golpe para este país ya severamente azotado por la caída del precio del petróleo. Correa aseguró que su país está “mucho más preparado” que antes para enfrentar este tipo de tragedias y que poco a poco se va restableciendo la energía eléctrica y las telecomunicaciones.

La distribución de agua y víveres empiezan a llegar a las zonas más remotas del estado de Manabí (de lejos el más afectado).

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