Según estudios de institutos especializados, el 60% del paquete fiscal de la Argentina es por mayor presión impositiva, tanto de la Nación como de las provincias; otra parte está constituida por rebajas de impuestos prometidos en el Pacto Federal Fiscal que no se cumplirán, y la tercera será para la disminución de los gastos de capital, es decir, mucho menor volumen de obras públicas.
Para las espaldas de los contribuyentes el problema se hará sentir en la mayor presión fiscal que se impondrá sobre los bienes y activos en un nivel de presión que, además de padecer de la inconstitucionalidad de la doble imposición, termina gravando algunos activos, como los inmuebles, en niveles que superan las expectativas de renta.
Una de las reformas introducidas por el Senado sería exceptuar a los inmuebles únicos de un valor de hasta 12 millones de pesos (unos 320.000 dólares), pero, en paralelo, se anunció un proceso de revaluación de inmuebles en todo el país para que los valores fiscales sean lo más parecidos a los de mercado.
Es muy complicado justificar en un país como Argentina que se cobren impuestos a logros para los cuales, en el proceso, ya hubo que tributar muchos otros impuestos. Esto se agrava con una nueva imposición del 15% a las ventas de inmuebles. Los que tienen casa propia no son la mayoría y una gran parte tiene una sola. Los que tienen más de una la tienen para renta, algo que se asemeja a un castigo en un momento en que se necesitan inversiones para que haya mayor oferta de inmuebles para alquilar.
Más allá de los gravámenes a las exportaciones, la ciudadanía muestra indignación porque todas estas medidas son tomadas para no meterse a bajar seriamente el gasto público, que hoy es inmenso, improductivo y genera servicios ineficientes.
Un Estado ‘fofo’ como el actual solo les sirve a los políticos pero no a la sociedad y parece que a la clase política (que actúa como una corporación clasista) esto no le interesa.
Es notable cómo dirigentes de la oposición salen a criticar las decisiones del gobierno, pero pidiendo mayor gasto público y criticando el endeudamiento sin aportar ideas acerca de una forma genuina de financiamiento que no sea con aumentos de impuestos que caen sobre las espaldas de los contribuyentes.
Estamos llegando a un punto sin retorno. Con estas tasas impositivas será imposible que aumente la inversión, que la economía crezca y pueda generar empleos genuinos.
Si los políticos siguen con sus propuestas populistas harán crecer la pobreza y el desempleo hasta que se queden sin recursos para pagar lo indispensable.
Basta mirar el ejemplo de Venezuela para tener claro la dirección que podría tomar una Argentina enferma de gasto improductivo para beneficio de muy pocos.
