Del éxtasis de la rutilante victoria en Caballito, ante Ferro, a la agonía de un paupérrimo empate sin goles ante un equipo alternativo de Almagro en el Bautista Gargantini. Sí, la Lepra fue absolutamente incapaz de generarle siquiera un mano a mano a los suplentes del Tricolor.
Pareció haber tocado el cielo con las manos el último fin de semana y ayer dejó la sensación de haber hundido los pies en el infierno. Estos cimbronazos han escrito la historia del Independiente Rivadavia del último lustro.
Más de 8 mil simpatizantes, que le dieron un gran marco a La Catedral, llegaron a calle Las Tipas con el pecho atiborrado de ilusión por esos 45 minutos casi extraordinarios ante el Verdolaga.
Ayer, el pitazo final de Dóvalo los hacía volver a poner los pies sobre la tierra; la historia se volvía a repetir. Independiente no logra prolongar en el tiempo sus buenos momentos, carece de consistencia sus victorias.
Son fugaces, casuales o producto de alguna individualidad descollante. Ningún equipo que se jacte de ir en curva ascendente debe caer en estos escandalosos altibajos.
La fórmula de ser agresivo con laterales bien metidos en campo adversario, extremos pegados a la raya, la presión alta y la intensidad de los internos fracasó durante los primeros 70 minutos del partido (un cabezazo de Rodríguez tras un tiro de esquina de González fue la única oportunidad de gol).
Se lesionaba González y Astudillo rompía con todos los pronósticos y mandaba a la cancha a Reinoso. Con el Flaco en cancha, en los últimos 20 minutos, también producto de la desesperación, la Lepra se pareció más a la de tiempo atrás. La que se repetía una y otra vez en pelotazos al ‘9’.
Y esta Lepra, sin tanto brillo y menos ‘europeizada’, conseguía generar la única opción clara de gol. Pelotazo de 50 metros que cabeceó Reinoso y la pelota quedó muerta en el techo del arco. El 4-3-3 retrocedió. ¡Ni un paso atrás, Lepra!
93 años junto al Azul
Ayer, en el entretiempo del encuentro ante Almagro, la Comisión Directiva de Independiente Rivadavia distinguió al socio Juan Osorio, quien a sus 93 años de edad acumula idéntica cantidad de años como socio de la Lepra.
Osorio, que es vitalicio, además de ser lógicamente el socio más antiguo que tiene la Lepra, es uno de los fundadores de la Ciudad Deportiva. Emotivo momento en el Gargantini.