Frutales en vías de extinción

Los datos aportados por organismos oficiales y por una parte de los productores son elocuentes: se está produciendo una erradicación importante de plantaciones de cerezas, manzanas, duraznos y otros frutales, con la consiguiente pérdida de trabajo que ell

Frutales en vías de extinción

“Cayeron 50% las exportaciones de frutas frescas”; “El negocio de la cereza por el piso”; “Se gana más alquilando la tierra que teniendo duraznos”; “En dos décadas, la manzana de Tunuyán perdió el 77% de sus tierras”.

Se trata de cuatro títulos que ganaron las páginas de los periódicos locales en las últimas semanas y que no hacen más que reflejar la gravísima situación por la que atraviesa la fruticultura local, la segunda actividad agrícola que se desarrolla en Mendoza, después de la vitivinicultura.

Con un agravante más que inquietante: las erradicaciones de los frutales no responden a la necesidad de reconvertir variedades, como sucedió con la uva, sino simplemente del abandono de la actividad por parte de los productores, para destinar las tierras a la horticultura, en algunos casos, o a emprendimientos inmobiliarios, en otros.

El caso de la cereza es emblemático. Mendoza llegó a ocupar el primer lugar en las exportaciones de esa fruta a nivel nacional. En 2010 fue desplazada por Río Negro; en 2011 pasó al tercer lugar por el avance de Chubut y actualmente al cuarto lugar en facturación, como consecuencia del ingreso de Santa Cruz a la actividad productiva.

Los números señalan además que en la última década Mendoza pasó de colocar 5,3 millones de kilos de cerezas, por un valor de 10,5 millones de dólares en 2002 a poco más de 372 mil kilos, por 1,78 millón de dólares en 2012.

Es una situación poco menos que incomprensible si tenemos en cuenta que a nivel internacional hubo un crecimiento interanual del 8% en el consumo durante esos 10 años. Al decir de los actores del sector, en los últimos 3 años los productores han decidido erradicar plantaciones, perdiéndose, en ese lapso, entre 200 y 300 hectáreas de plantaciones.

Respecto del durazno, los productores aseguran que están abandonando sus plantaciones porque los precios no son rentables. Uno de ellos señaló que, de 80 hectáreas que poseía con esa plantación en la zona Este, ha pasado ahora a tener 25 en producción y que el resto de la tierra fue entregada a un mediero para que trabaje la horticultura.

“Sucede que se gana más alquilando la tierra que produciendo duraznos”, resumió, asegurando que, pese a la caída de la producción, “lo que se sigue pagando por el kilo de duraznos es una miseria que no alcanza para cubrir los costos”.

No menos preocupante es lo que sucede con la manzana. Durante décadas, Tunuyán fue considerada la “Capital de la manzana” pero, al decir de los propios productores, la falta de políticas de protección al cultivo, los altos costos, los bajos precios y la carencia de expectativas, han derivado en que se hayan erradicado el 77% de los manzanos durante los últimos años.

El problema se traslada a los departamentos vecinos que, en su momento, también fueron grandes productores. Es así que los números indican que de 10 mil hectáreas existentes en la década de 1990, se ha pasado a las poco menos de 3.500 hectáreas en la actualidad.

Hemos hecho mención a tres de las frutas y no se han conocido mayores detalles de lo que sucede con otras variedades, como las peras, los damascos o las ciruelas, pero es muy factible que en esos casos ocurra lo mismo, si nos atenemos a los reclamos que se han reiterado, respecto de los precios y de los costos de producción, por parte de los productores.

La situación es delicada y exige que las autoridades se aboquen de inmediato al estudio de posibles soluciones porque en el problema no están involucrados sólo los productores sino también los miles de trabajadores rurales y las fuentes de trabajo que cada una de esas actividades demandan, como secaderos, en el caso de la manzana; frigoríficos, en las manzanas y perales o de las fábricas de pulpa o de dulce en la gran mayoría de las frutas. Son decenas de miles de puestos de trabajo que se encuentran en peligro, con el consiguiente costo social que esa situación trae aparejada.

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