Frederick Sanger recibió el Premio Nobel de Química en 1958 y 1980, siendo la única persona que hasta el momento ha sido distinguido con esta distinción en Química en dos oportunidades. En la primera ocasión, fue por su trabajo sobre la estructura de la insulina y en la segunda oportunidad, por su aporte en la determinación de la secuencia básica del ADN.
Su país natal, Inglaterra, le concedió la Orden del Imperio Británico, Orden del Mérito del Reino Unido y Medalla Royal, pero siempre rehusó a ser llamado Sir.
Sanger nació el 13 de agosto del 1918 en Gloucestershire; su padre fue médico y su familia, formada por ricos industriales, se distinguió por su gran austeridad. Tras finalizar sus estudios básicos pensó estudiar Medicina, pero repentinamente se inclinó por las Ciencias Naturales en el Saint John's College de Cambridge y durante ese período, fue atraído fuertemente por la bioquímica, un campo emergente en esa época. Obtuvo en 1943 la licenciatura y el doctorado en Bioquímica en la Universidad Saint John's College, en Cambridge, Inglaterra.
Ya graduado, comenzó a trabajar como investigador en el Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad de Cambridge. En 1955 logró establecer la secuencia exacta de los aminoácidos presentes en la insulina, esto es, la estructura completa de la insulina, “ladrillo por ladrillo”, marcando un hito trascendental en la historia de la medicina. Por este aporte, recibió en 1958 su primer Premio Nobel de Química.
En 1960, recibió en su laboratorio a un joven becario argentino llamado César Milstein. Sanger fue su director de tesis doctoral; por esta razón, publicaron en forma conjunta varios trabajos científicos. Años más tarde, en 1984, el Dr. Milstein recibiría el Premio Nobel de Fisiología o Medicina.
Entre otras, en 1961 Sanger fue nombrado Miembro de la Academia de Ciencias de la Argentina y Miembro correspondiente de la Asociación Química de Argentina.
Lejos de ocuparse por dirigir institutos, manejar papeles administrativos y concurrir a entrevistas periodísticas, se dedicó con mucha más fuerza a la labor en su laboratorio. Así, veinte años después, en 1975, desarrolló el método llamado “de Sanger”, una obra maestra titánica, casi imposible de imaginar, que realizó en forma totalmente manual sin la intervención de ningún recurso automático. Lo que hizo fue replicar la molécula fundamental de la vida, el ADN. Esto permitió "leer" la información genética, y desarrollar el “Proyecto Genoma”. Por lo anterior, en 1980 recibió su segundo Premio Nobel de Química.
Sanger, con infinita sabiduría, se retiró en 1983 a los 65 años de edad. Se dice que por esto, debería haber recibido un tercer premio Nobel, quizá el más importante. Hizo lo que muy pocos hacen: se retiró completamente de su trabajo, con todos los honores que muy pocos han conseguido y se dedicó a “trabajar” en su jardín en los pantanos de Cambridge, en su casa en Swaffham Bulbeck, cerca de Cambridge. Cambió su mesa de laboratorio llena de “tubos de ensayo”, por mesadas con macetas “coloridas” con bellas flores.
Tuvo una vida longeva y falleció plácidamente a los 95 años, en Cambridge, el 19 de noviembre del 2013. Con este sencillo escrito pretendemos hoy rendirle el mejor de los homenajes a un hombre trascendente, casi único, acorde con la partitura simple que marcó el ritmo de su vida ejemplar.