"Soy como Santo Tomás, necesito ver para creer. Por eso me interné en el Vaticano: para conocer Sodoma".
El sociólogo y periodista francés Frédéric Martel investigó durante cuatro años un tema que el mismo Papa puso sobre la mesa poco después de asumir su pontificado: la homosexualidad en el clero. Uno de los tantos sacerdotes que el autor entrevistó le pintó el corazón católico de Roma como aquella antigua y libertina ciudad retratada en el Génesis bíblico, Sodoma, donde el mayor pecado era ser gay.
En las librerías argentinas, Sodoma: poder y escándalo en el Vaticano (Roca), su libro de 570 páginas, se venderá desde el 15 de abril y se espera una polémica de proporciones difíciles de mensurar. El periodista adelanta que no se trata de “nombrar y acusar”, porque “el libro trata las consecuencias del secreto de la homosexualidad en una mayoría de gente en el Vaticano”.
La edición promete revelar secretos hasta ahora guardados, durante el pontificado de Francisco y llevar a un plano real tramas siempre sospechadas y relatadas, antes, desde la ficción. Martel habló con casi 1.500 fuentes. Entre ellas, 41 cardenales, 52 obispos y monseñores, 45 nuncios apostólicos y embajadores extranjeros. Trabajó, además, con testimonios tomados en más de 30 países.
Autor de investigaciones culturales y activista LGBT, recalca: "La principal pregunta es, para mí, por qué este libro todavía no se había escrito, incluso aunque todos son conscientes de la homosexualidad en el Vaticano". Él mismo responde que "para alguien que trabaja ahí, escribir este libro significa perder el trabajo. Para un periodista italiano, es arriesgado y sus propios medios le temen al tema.
Para un periodista no gay, es difícil entender los códigos. Y en general, los gays no entienden demasiado a la Iglesia. Ahí intenté intervenir yo, desde mi postura de sociólogo, de investigador”, cuenta. Y aclara que la presencia gay no presupone las denuncias de abusos, aunque sí en muchos casos deja en evidencia la transgresión de los votos de castidad.
En Sodoma se puede leer el rol de figuras claves en el Vaticano, y cómo se relacionan con los principales entramados políticos de la Santa Sede. “Francisco se dio cuenta de que la pedofilia no es un epifenómeno, no es el ‘último rumor’ del que habló el Cardenal Angelo Sodano: es la crisis más seria de la historia católica desde el Gran Cisma” del siglo XI, sentencia el libro.
–La hipótesis de Sodoma es que el secretismo homosexual en el Vaticano tiene influencias en las decisiones que se toman. ¿Cómo sería esto?
–El libro es sobre cómo el clóset clerical distorsiona cada aspecto de la vida en la Iglesia. La homosexualidad está en el centro del sistema del Vaticano: las fuentes de los affairs Vatileaks y tantos escándalos, la renuncia de Benedicto XVI, la guerra contra los preservativos, el matrimonio homosexual y las familias divorciadas, la misoginia dentro de la Iglesia. Es también la clave que explica el encubrimiento de los abusos sexuales, pero no en un sentido en el que se podría pensar.
–¿Por qué?
–Acá hay que ser muy cuidadosos y precisos: primero, la homosexualidad no tiene una conexión directa con la pedofilia. Los abusos sexuales son principalmente en familias heterosexuales, colegios, etcétera. Pero es cierto que el 80 por ciento de los abusos en las iglesias son con chicos u hombres, no con mujeres. 80 por ciento reportado por obispos americanos, 85 por ciento en un estudio de Spotlight (la revelación del diario Boston Globe, que fue recreada en una película).
Y los números son inmensos: más de 6.000 sacerdotes acusados de abusos sexuales en Estados Unidos, 2.000 en Australia, 1.700 en Alemania, 800 en Holanda, 500 en Bélgica. Es un patrón, no una cuestión de “ovejas negras”.
–¿Y de qué se trata ese patrón?
–Primero, de una cultura del secreto que fue creada desde al menos Paulo VI (Papa entre 1963 y 1978) para proteger la homosexualidad masiva en el Vaticano. Durante el paso de los años, algunos abusadores fueron capaces de actuar con esta cultura del secreto, esta ley del silencio, que no fueron creadas para protegerlos. Esta es la clave.
Segundo, cuando un obispo protege a un cura pedófilo no sólo protege al cura, sino que sobre todo se protege a sí mismo. En la mayoría de los casos ese tipo de personalidades son homosexuales. Es un parámetro en la mayoría de los abusos.
–En el libro se desmitifica la idea de un "lobby gay"...
–No hay tal cosa como un lobby gay: ese es uno de los primeros errores que hay que evitar cuando se habla del Vaticano. Fue inventado por los conservadores y por Benedicto XVI para tratar de evitar la discusión real en torno a la gran pregnancia de la homosexualidad en la Iglesia. El Vaticano tiene una de las comunidades gay más grandes del mundo y hasta dudo que el emblemático barrio Castro de San Francisco tenga una tan grande.
–¿Cuál es el vínculo entre esta represión de la homosexualidad en la Iglesia y las ideas como la oposición a usar preservativos o la condena de las elecciones sexuales que se establece en el libro?
–Para entender esto hay que escuchar a Francisco. Día tras día, durante las homilías de sus mañanas en Santa Marta, habla sobre los cardenales con “doble vida”, su “esquizofrenia”, “hipocresía” y “rigidez”; todas estas palabras que menciono las usa Francisco.
Y sí, la homofobia va de la mano con los conservadores y, para muchos de ellos, con una homosexualidad encubierta. Hasta sugeriría esta regla: cuanto más anti gay es un cura o cardenal, más probabilidades hay de que sea gay. Cuando estás tan obsesionado y declarás tanto en contra de una idea, es más probable que tengas algo que esconder en torno a esa idea.
La homofobia es casi una técnica clave para reconocer a curas secretamente gays. Y esto lo sostengo con la inmensa cantidad de testimonios que tiene el libro, muchos de ellos directamente desde dentro del Vaticano.
–¿Y cómo se traduce esto en la vida cotidiana del Vaticano?
–Es interesante, porque de todo esto no infiero que cualquier cura conservador sea gay. Lo que seguro sé por mi investigación: en el Vaticano tenés 50 sombras de Gay. Tenés curas homófilos, que son homosexuales pero que no practican y se mantienen castos. Y hay curas con amores regulares, algunos incluso deprimidos por su mentira y su doble vida. Y hasta hay curas que tienen novios.
–¿Qué significa "ser parte de la parroquia"?
–Es un código para decir ser gay. Es una vieja fórmula en francés, italiano e inglés para decir las cosas sin decirlas. Me encanta este tipo de fórmula que parece salida directamente de una novela de Jean Genet o Marcel Proust.
–La primera parte del libro está dedicada a Bergoglio y explora sus orientaciones políticas, desde su peronismo hasta sus visiones de la Teología de la Liberación. ¿A dónde condujeron estas investigaciones?
–Diría que Francisco es un producto de su generación. Él tenía 23 años en el momento de la Revolución Cubana liderada por el Che Guevara, una figura clave para él como argentino. Fue mucho más influenciado por la Teología de la Liberación que lo que creemos, estaba en contra de la violencia pero también de la lectura estrictamente marxista de los problemas sociales y de los curas pro-guerrilla.
Como me dijo un asesor clave del actual gobierno argentino: “Es un cura peronista de 82 años, ¿cómo querés que sea moderno y progresista? Está principalmente con la izquierda en los problemas sociales y con los conservadores en asuntos de familia y morales”. Creo que este juicio es duro y severo, pero creo que, dada su edad, Bergoglio es más progresista que lo que la gente suele pensar.
–El libro tiene una postura bastante favorable con las políticas del Papa en el Vaticano. ¿Por qué?
–Mi libro es muy favorable respecto de Francisco incluso aunque yo no sea un católico practicante. Sé que el cardenal Bergoglio ha sido criticado en Argentina, pero es un Papa más eficiente ahora en Roma. Y cuando entendés la guerra que se organizó contra él por los cardenales de derecha, es casi inevitable no tomar partido por él.
Expulsan del sacerdocio al ex cardenal McCarrick
El exarzobispo de Washington, el excardenal Theodore McCarrick fue reducido al estado laical, es decir, expulsado del sacerdocio, después de que en julio pasado renunciara a su título de cardenal acusado de abuso sexual.
Se trata de una decisión de la Congregación para la Doctrina de la Fe, aprobada por el Papa, por la que se le aparta del sacerdocio por sus delitos, según informa Vatican News. A partir de ahora, McCarrick no podrá administrar los sacramentos, presentarse o vestir como un sacerdote ni recibir asignación económica.