De eso no se debía hablar y no se habló pero las islas Malvinas fueron el silencioso convidado de piedra de la media hora que duró la audiencia privada entre la británica Reina Isabel II, soberana de las Falklands -tal la denominación que los británicos asignan a Malvinas-, y el Papa Francisco, que -como todos los argentinos- consideran a los ingleses usurpadores de nuestros territorios isleños en el Atlántico Sur.
Fue un encuentro "cálido, de clima familiar", según el portavoz pontificio, en el que el diálogo directo, intermediado por un intérprete, duró solo 17 minutos. El resto fue dedicado a un intercambio de regalos que incluyó una buena botella de whisky escocés al sorprendido Jorge Bergoglio.
El embajador británico ante la Santa Sede avisó hace dos días que el Vaticano había confirmado su posición de neutralidad en el conflicto, lo que excluía totalmente cualquier referencia a la guerra del Atlántico Sur de la cual acaban de cumplirse 32 años.
Historia de desencuentros
Francisco es el jefe de 1.200 millones de católicos e Isabel, que ha cumplido con gran sentido del deber sus 62 años de reinado, la jefa de la Iglesia anglicana, fundada por su predecesor Enrique VIII en el Acta Supremacía de 1534, que significó el rompimiento para siempre con el Papa de Roma, que entonces era Clemente VII.
Enrique era un monarca absoluto y despótico que con el cisma pudo casarse con Ana Bolena tras divorciarse de Catalina de Aragón. Su reinado fue sangriento y se casó seis veces. Ana Bolena y otras dos fueron decapitadas.
Había mucha historia en la oficina del Papa junto a la gigantesca sala de las Audiencias Generales, donde tuvo lugar la audiencia privada.
Protocolo y regalos
Se prefirió ese lugar por la edad de la pareja real británica. La reina este 21 de abril cumplirá 88 años y el príncipe Felipe pasó ya los 92. El escenario permitió evitar las escaleras y los largos pasillos típicos del Vaticano.
La reina vestía uno de sus famosos sombreros, color lila, con un vestido al tono. Acorde con el carácter informal de la visita, la reina no fue vestida de negro ni con velo, sino con un tapado de ese color y el sombrero al tono pero con un detalle floral y los guantes blancos.
Con una sonrisa pidió disculpas a Francisco por un retardo de 20 minutos debido "al agradable almuerzo con el presidente Napolitano". Isabel y su marido llegaron a Roma tras 14 años de ausencia a las 12,45 (cinco menos en Argentina) y se quedaron sólo 4 horas antes de regresar a Londres en un avión privado.
Tras el almuerzo en el Palacio del Quirinal con Napolitano, de 88 años, la caravana real de cinco autos (la reciente del presidente norteamericano Barack Obama incluía casi medio centenar de vehículos), Isabel II recibió, en inglés, un cálido "Welcome" de parte de Bergoglio y ya en los primeros diálogos, muy espontáneos, funcionó entre ambos y el príncipe Felipe la química de la simpatía mutua. Al revés de lo que ocurre en las audiencias, se dejó para el momento final el diálogo a solas de la pareja real con el Papa.
La botella de whisky escocés que alzó el duque de Edimburgo y causó la evidente sorpresa de Bergoglio fue uno de los momentos divertidos porque la reina le dijo: "Espero que para usted sea un regalo inusual".
Felipe aclaró que el whisky venía de Balmoral, donde la familia real tiene su residencia escocesa. En una gran canasta había miel, huevos, pan, jugo de manzanas, sidra. "Es de nuestras residencias y del huerto del Palacio de Buckingham", explicó la reina. Isabel le regaló al Papa dos fotos enmarcadas en plata de ella y Felipe.
Francisco, a su vez, hizo un lindo regalo para el bebé Jorge, hijo de Guillermo y Kate, tercer heredero del trono. Una esfera de lapislázuli que representa el mundo y sobre ella una cruz de plata, la fe.
"Es para el nietito", les dijo Bergoglio en español. En realidad, Jorge es un bisnieto que está por cumplir un año y por eso el regalo. A la reina, el pontífice le obsequió el facsímil de un antiguo pergamino de 1679 sobre la figura de Eduardo el Confesor, proclamado santo. "Es muy gentil de su parte, muy interesante", comentó la reina. Felipe, a su turno, recibió medallas del pontificado. "He aquí la única medalla de oro que gané en mi vida", bromeó.
El futuro de la fe
En esta atmósfera distendida, el Papa invitó a la pareja real británico a pasar a la oficina para iniciar el diálogo. La reina quería conocer al Papa argentino, a quien sigue con mucho interés. "Quiere escuchar cómo ve Francisco el papel de la fe en el mundo del siglo XXI", dijo el embajador británico Nigel Baker. Este fue el tema que dominó el diálogo. El Vaticano no dio un comunicado sobre el contenido del encuentro.