El Papa Francisco lanzó ayer en la Plaza San Pedro un llamado a los responsables políticos y al pueblo venezolano, mayoritariamente católico, para que privilegien "el perdón recíproco y un diálogo sincero".
"Yo espero vivamente que cesen lo antes posible las violencias y las hostilidades y que todo el pueblo venezolano, comenzando por los responsables políticos e institucionales, se movilicen para favorecer la reconciliación nacional", agregó el Papa argentino durante la audiencia general, refiriéndose a las tres semanas de protestas que dejaron por lo menos 16 muertos y 140 heridos.
Esta reconciliación nacional "debe hacerse a través del perdón recíproco y de un diálogo sincero, respetuoso de la verdad y de la justicia, capaz de enfrentar los temas concretos para el bien común", recomendó.
"Mientras les aseguro mi plegaria constante y ferviente, en particular por los que han perdido la vida en los enfrentamientos y por sus familias, invito a todos los creyentes a elevar súplicas a Dios, para que interceda maternalmente Nuestra Dama de Coromoto, y que el país recupere rápidamente la paz y la concordia", agregó.
Se trata de un llamado particularmente largo, en comparación con los que hace habitualmente ante otros conflictos.
El primer Papa latinoamericano interviene muy poco en las cuestiones de su continente, como si estuviera atento a su papel de pastor universal.
En junio pasado, Francisco recibió al nuevo presidente venezolano, Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chávez. Con él habló sobre "la contribución decisiva" y "la presencia histórica" de la Iglesia Católica.
En noviembre, el jefe de la oposición venezolana, Henrique Capriles, fue a pedir al Sumo Pontífice que intercediera en favor del diálogo político ante las "amenazas" y el "chantaje" del "régimen" del presidente Maduro.
Hugo Chávez, fallecido en febrero de 2013, era muy creyente, como muchos venezolanos, pero su política socialista y nacionalista era cuestionada por los conservadores católicos.
Rechazo opositor al diálogo
La oposición venezolana rechazó ayer asistir al diálogo nacional convocado por el presidente Nicolás Maduro tras semanas de protestas convocadas por estudiantes y opositores, conversación que ahora quedaría limitada a un encuentro con obispos y empresarios.
"No nos prestamos para un simulacro de diálogo que desemboque en una burla a nuestros compatriotas", dijo en un comunicado Ramón Aveledo, secretario ejecutivo de la variopinta alianza opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD).
El dirigente, al comunicar el rechazo a la invitación en una carta al vicepresidente Jorge Arreaza, denunció además la "represión desmedida con participación en ella de civiles armados convocados por la autoridad".
Venezuela, el país con las mayores reservas petroleras mundiales, es escenario desde el 4 de febrero de protestas iniciadas por estudiantes del occidente del país contra la inseguridad y algunos problemas económicos, y luego extendidas al resto del país con el fogoneo de los sectores opositores radicalizados. Más temprano, ayer el principal opositor y ex candidato presidencial, Henrique Capriles, había quitado credibilidad al diálogo, al cual calificó como "una comparsa. No se trata de ir al Palacio de Miraflores a tomarse una foto", afirmó.
Las manifestaciones dieron el martes y la madrugada de ayer un respiro a una población agobiada de marchas, protestas, disturbios y larguísimos mensajes oficiales en cadena nacional.
Maduro, heredero político de Hugo Chávez, creador del llamado "socialismo del siglo XXI", recibió confirmación de la asistencia al diálogo, que iba a comenzar anoche.
Fedecámaras es uno de los habituales demonios esgrimidos por los gobiernos chavistas, que la acusan de estar en todos los intentos de golpe -los comprobados y los solamente denunciados- de los últimos años. La cúpula de la Iglesia también genera reticencias en un gobierno que, aunque declamado socialista, evoca regularmente a Dios y la Virgen.
Apoyo campesino a Maduro
El sector oeste de Caracas, feudo del chavismo y asiento de los poderes públicos, fue escenario ayer de otra de las cotidianas marchas de miles de oficialistas hacia Miraflores, donde son recibidos por el presidente en ceremonias transmitidas por cadena nacional de radio y televisión.
Los campesinos que marcharon ayer suceden a las convocatorias de los trabajadores petroleros, mujeres, ancianos, y empleados de la compañía estatal de telefonía, cada una de ellas movilizadas por "la paz" y en contra del "golpe de Estado fascista en ejecución".
Pero a la misma hora, una manifestación opositora integrada únicamente por algunos miles de mujeres vestidas de blanco, salió de sus habituales reductos del este de la ciudad -donde reina el antichavismo- y se desplazó por el bastión del gobierno.
Las manifestaciones que cruzan Venezuela comenzaron el 4 de febrero en la occidental San Cristóbal con una protesta estudiantil por la inseguridad y luego de un intento de violación en un campus universitario.
En un país con una matrícula de 2,6 millones de estudiantes universitarios, las manifestaciones fueron extendiéndose a otras ciudades, movilizando en su punto más caliente a varios miles de manifestantes por día. Estos grupos, calificados por el gobierno como golpistas y liderados por el encarcelado López y la diputada Machado, impulsan bajo el lema "La salida" la táctica de ocupar la calle para forzar que Maduro, quien fue electo en abril de 2013, deje el poder.
A partir del 12 de febrero comenzaron a registrarse, al término de las manifestaciones incidentes entre grupos enmascarados salidos de las marchas opositoras. Pero luego de tres semanas, las manifestaciones parecen haber perdido parte de su impulso.
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