Francisco en Auschwitz: “Perdón por tanta crueldad”

En la tercera visita de un Pontífice al mayor campo de exterminio de Hitler, donde murieron 1.100.000 personas, el Papa aseguró que en las cárceles de hoy se vive un sufrimiento similar.

Francisco en Auschwitz: “Perdón por tanta crueldad”

“La crueldad no terminó en Auschwitz. Sigue en la gente torturada y en las cárceles superpobladas”, aseguró ayer el Papa Francisco tras visitar el campo de exterminio nazi en el que pidió “perdón por tanta crueldad”, en el momento más emotivo de su gira de cinco días por Polonia.

Apenas pasadas las 9.15 locales (4.15 de Argentina), tras dar 45 pasos en soledad con la mirada seria en el callejón de tierra que hace de camino de ingreso, Francisco atravesó el tristemente célebre letrero de “Arbeit Macht Frei” (“El trabajo libera”), y entró al campo por el que pasaron más de un millón de prisioneros durante el horror nazi en la Segunda Guerra Mundial.

“Fui a Auschwitz a recordar el dolor de tantos años atrás. Cuánto dolor. Cuánta crueldad. ¿Es posible que nosotros los hombres creados a semejanza de Dios seamos capaces de hacer estas cosas?”, se preguntó Francisco en la noche de Polonia desde la ventana del arzobispado local frente a miles de fieles.

“Debo decir la verdad: la crueldad no está terminada en Auschwitz, en Birkenau. También hoy se tortura a la gente, tantos prisioneros son torturados para hacerlos hablar. Terrible. Hoy son hombres y mujeres en las cárceles sobrepobladas que viven como animales. Hoy sigue esta crueldad”, lamentó el Pontífice.

“Decimos sí, allí hemos visto al crueldad de hace 70 años, cómo morían fusilados, golpeados o con gas. Hoy en tantos lugares del mundo donde hay guerra sucede lo mismo”, criticó.

El Papa argentino permaneció sentado solo, con los ojos cerrados, durante 10 minutos, en una silla dentro del campo que funcionó entre el 14 de junio de 1940 y el 27 de enero de 1945. Luego comenzó el recorrido, a bordo de un auto eléctrico. “Señor, ten piedad de tu pueblo.

Señor, perdón por tanta crueldad”, escribió Francisco en el libro de visitas del campo de exterminio ubicado a unos 66 kilómetros de Cracovia, donde llegó el miércoles para participar en la XXXI Jornada Mundial de la Juventud.

Francisco quedó “muy contento por cómo se desarrolló la visita. Era lo que él quería: este clima de silencio, compasión y oración”, explicó luego  el vocero papal Federico Lombardi.

Antes de entrar al “Bloque 11” del Campo, donde se recluían a los prisioneros para castigos y donde también se hicieron las primeras pruebas con el gas Zyklon B, Francisco saludó y besó, uno por uno, a 11 sobrevivientes del campo de concentración.

Luego, con una vela que le dio uno de ellos, Francisco prendió una lámpara de aceite que dejó como ofrenda al campo frente al “Muro de la Muerte”, donde se hacían los fusilamientos.

Antes del saludo, Francisco rezó en soledad y a oscuras 5 minutos en la celda en la que fue recluido a muerte Maximiliano Kolbe, el santo polaco y sacerdote católico. Kolbe, franciscano detenido en Auschwitz, pidió ser ejecutado a los 47 años para salvar la vida de otro prisionero del campo que tenía esposa e hijos. Kolbe fue luego beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado por Juan Pablo II en 1982.

Tras visitar Auschwitz I, el campo original construido en 1939 tras la invasión de la Alemania nacional socialista de Adolf Hitler a Polonia, el Pontífice se trasladó al campo vecino de Auschwitz II o Birkenau, también en la localidad de Oswiecim.

Allí rezó en silencio delante de las 23 lápidas que, en distintos idiomas, conmemoran el horror del campo. Sólo con la mano derecha en el pecho, el Pontífice contempló durante varios segundos, de pie, cada una de las lápidas conmemorativas.

Al final de su recorrido, ofrendó una vela a las víctimas del campo. Birkenau, a unos 3 km de Auschwitz I, fue construido en 1941 como parte de la Endlösung (solución final) y allí el Pontífice también rezó en silencio y se encontró con 25 “justos de las naciones”, título que otorga el Estado de Israel a “no judíos que arriesgaron sus vidas para salvar a judíos durante el Holocausto”.

Fue la tercera visita de un Papa a Auschwitz, tras la de Juan Pablo II el 7 de junio de 1979 y la de Benedicto XVI el 28 de mayo de 2006.

Al terminar el día, el Pontífice encabezó el Vía Crucis en el centro de Cracovia con cientos de miles de jóvenes que participan de la JMJ y se preguntó frente a ellos: “¿Dónde está Dios, si en el mundo existe el mal, si hay gente que pasa hambre o sed, que no tienen hogar, que huyen, que buscan refugio?”.

“¿Dónde está Dios cuando las personas inocentes mueren a causa de la violencia, el terrorismo, las guerras? Hay preguntas para las cuales no hay respuesta humana. Sólo podemos mirar a Jesús, y preguntarle a él. Y la respuesta de Jesús es ésta: Dios está en ellos, Jesús está en ellos, sufre en ellos, profundamente identificado con cada uno. Él está tan unido a ellos, que forma casi como un solo cuerpo”, se contestó.

Antes, visitó un hospital pediátrico en el que agradeció a los trabajadores por un “signo de la verdadera civilización, humana y cristiana”.

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