Hace casi tres años (el 31/03/2013) Los Andes publicó en este mismo espacio el artículo "Francisco, El Aleph". Allí me permití hacer una comparación casi antojadiza del flamante Papa con la bella figura del cuento creado por Borges, y lo llamé el Aleph Blanco, dejando la posibilidad de continuar el artículo, justamente porque el Aleph está lejos de completarse, pues para ello harían falta infinitas palabras.
Un Aleph -según su creador- es "uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos".
Es el todo concentrado en un punto o es un punto que lo concentra todo.
Hoy he visto ya sin asombro que el Papa Francisco ha enviado un rosario a la dirigente social Milagro Sala. No me asombra tampoco que haya prologado un libro de economía de Guillermo Moreno, el ex Secretario de Comercio del gobierno anterior.
Se escuchan voces desde distintos lugares que, como yo, gritan o por lo menos murmuran:
¿Por qué el Papa apoya a una mujer violenta que se encuentra denunciada por corrupción y otros delitos?
¿Por qué prologa un libro del otrora funcionario que tuvo las peores prácticas fascistas en la Argentina?
Estos gestos zigzagueantes del Vicario de Cristo desconciertan a más de uno:
¿Es este Aleph Blanco un político peronista devenido en cura que llegó a ser Papa?
¿Fue cómplice del Proceso Militar entre 1976 y 1983?
¿Es un Jesuita conservador o es una edición más pulcra e inteligente del tercermundismo de los setenta?
¿Perseguido político del kirchnerismo mientras fue obispo de Buenos Aires o un aliado póstumo del esquema autoritario del kirchnerismo?
¿Bergoglio es alguien distinto a Francisco?
¿Por qué no manda un rosario a cada una de las víctimas de los abusos sexuales de algunos sacerdotes irlandeses, o a las Damas de Blanco en Cuba, por ejemplo?
Éstas son algunas de las preguntas que yo le haría al Papa si lo tuviera enfrente, hecho que seguramente jamás sucederá. Alguno de su entorno más íntimo debería preguntárselo, por lo menos en privado.
Escribir significa poner signos a las ideas y a los sentimientos, con mayor o con menor arte.
Pienso y siento -para encontrar respuestas- que tal vez el Papa quiere engrosar su Aleph, quiere contenerlo todo, quiere abrazar a una hormiga y a un rey al mismo tiempo y, como lo hizo Cristo, comparte su cena con recaudadores de impuestos, príncipes, escribas, fariseos, discípulos, presos y prostitutas.
Pienso y siento también que tal vez sólo tenga entre sus propósitos a los pobres más pobres del mundo sin importarle bajo qué sistemas políticos quieran autogobernarse los pueblos.
Puedo pensar y sentir que tal vez el Papa nunca fue -ni tiene en mente serlo- un hombre de democracias republicanas.
Tal vez su profuso andamiaje intelectual no contiene la creencia de que los seres humanos deben ser gobernados en sistemas políticos en donde se produce la división de poderes y donde la libertad es un bien superior.
Quizás para él estas ideas son sólo valores secundarios, berretines burgueses de una porción pequeñísima de la población mundial.
O quizás simplemente prefiere los sistemas autocráticos de autoridad concentrada, tal como sucede con la forma de gobierno que tiene la Iglesia con más de dos mil años de vida.
Entonces surge la pregunta desnuda: ¿Por qué esperamos que el Papa sea republicano?
El Aleph lo contiene todo, pero tal vez este Aleph Blanco prefiera a unos y prescinda de otros, incluso tal vez prescinda del mismo Aleph de Jorge Luis Borges.
Si escribir era colocar signos a las ideas y a los sentimientos, digo hoy lo que pienso y siento con un mohín de prudencia y sin ocultar para nada mi tristeza.