En los '60 escuche decir a Bernardo Rasquin, meteorólogo autodidacta, comentarista radial, que los temblores y terremotos que se sucedían en Mendoza, eran por la extracción desmesurada del petróleo. Argumentaba que al sacar el crudo, quedaban cavernas vacías cuyos techos al perder el apoyo se desmoronaban y producían los movimientos telúricos. Me quedó grabado en mi memoria, hasta hoy día.
No mucho tiempo después ingresé a la Facultad de Ingeniería en Petróleos. Y cuando cursé Geología del Petróleo, comprendí la tremenda equivocación que había propalado este buen hombre. El petróleo no se encuentra en lagos subterráneos, sino embebido en estructuras de arena y rocas. Además está asociado, siempre, con agua, denominada agua de producción, cuya salinidad es 3 veces mayor que la del agua de mar. Esta agua es separada del crudo al salir del pozo, y almacenada para ser reutilizada nuevamente en la recuperación secundaria, que es cuando se introduce al yacimiento a través de pozos inyectores que rodean al reservorio para producir empuje de las moléculas del crudo que aún está depositado y no ha podido salir por su propia presión, y debe ser ayudado con bombas de diverso tipo.
Cuando este empuje secundario no alcanza se recurre a la fractura hidráulica, cuya misión es la de aumentar la permeabilidad de las rocas y permitir que los distintos focos de petróleo que aún quedan atrapados se comuniquen y fluyan hacia el pozo que posibilita su extracción. Y siempre se usa el agua recuperada antes de enviarlo por el poliducto hacia la refinería.
No hay consumo de agua dulce. No hay posibilidad de contaminación de napas superficiales. Éstas están a 300 ó 400 m como mucho. Las formaciones productivas se encuentran a 3.000 ó 4.000 m de profundidad. Y los pozos están entubados, con caños especiales de acero y cementados entre las cañerías y las formaciones, en las diversas profundidades, para aislarlos y así impedir la comunicación con la superficie.
Cuando se perfora se atraviesan las napas freáticas y se aíslan con cañería y cemento. No tengo noticias, en los años en la profesión, que una cañería de aislación superficial, haya colapsado, y de tal forma que haya contaminado a dichas napas. Además el entubamiento y el cementado otorgan seguridad para evitar las denominadas explosiones de pozo.
En Mendoza se fracturan las formaciones desde hace, al menos, 50 años. Cuando se viaja por Agrelo, Anchoris, Lunlunta, (primera zona del malbec), se observan los “caballitos” o “burros”, simplemente equipos de bombeo mecánico.
Hay muchos a la vera del río Mendoza, y nunca, jamás, ha habido transferencia del crudo al lecho del río. Claro, si no tenemos petróleo propio, habrá que comprarlo al exterior, como sucede hoy.
Dijo San Martín refiriéndose a la guerra de la independencia: “La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos, los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada”.
Les digo a los amigos defensores del ambiente: no tengamos minería, seamos ambientalistas. Así andaremos en pelota. Lo demás… no importa nada.