La Ley de Fraccionamiento y sus beneficios

El autor asegura que la norma sirvió para cambiar la visión que se tenía de la vitivinicultura y también protegió la industria.

La Ley de Fraccionamiento y sus beneficios

La ley 23.149, de fraccionamiento en origen, vino a cumplir un objetivo que era evitar que en las zonas de consumo a través del fraccionamiento se pudiera adulterar el producto, práctica arraigada en perjuicio de nuestros productores. Esa inexistencia posterior de las fraccionadoras en las ciudades más importantes del país, generó una pérdida de fuerza de ventas que se empezó a notar con la progresiva disminución del consumo per cápita.

Por un lado, se logró un objetivo que era el de la ley, que estaba vinculado con la genuinidad, y por otro se produjo una pérdida, producto de la disminución de la fuerza de ventas. La consecuencia es que con el transcurso de los años y con las nuevas formas de comercialización del producto, la distribución se ha convertido en un problema creciente con una incidencia cada vez mayor de los costos de logística. Por lo tanto, todo indica que en los próximos años, como ha sucedido con otras bebidas sustitutas, se va a ir concentrando la actividad.

La vitivinicultura argentina a diferencia de lo que sucede en otras partes del mundo y también con otras bebidas sustitutas, aun en nuestro país, eligió un modelo social y productivo conformado con numerosas empresas, la mayoría de ellas pymes y pequeños productores: más de 16.000 pequeños productores, 949 bodegas elaborando vinos y más de 500 fraccionadoras.

Hay que tener presente que la eficiencia está dada por la capacidad que se tiene de generar economías de escala en la logística, y eso contribuye al proceso de concentración de la industria.

Recordamos que el Decreto N° 2.284/91 estableció en materia de desregulación de la vitivinicultura que se dejaran sin efecto todas las regulaciones a la vitivinicultura, quedó liberada la plantación, implantación, reimplantación y/o modificación de viñedos, así como la cosecha de uva y su destino para la industria, consumo en fresco y para otros usos, incluyendo la fabricación de alcohol. Se liberó la producción y comercialización de vino en todo el territorio nacional y se eliminó toda modalidad de cupificación y bloqueo.

Se liberó la fecha de despacho al consumo interno de vinos de mesa nuevos que sean enológicamente estables, una vez finalizada la cosecha. Se limitaron las facultades conferidas al INV exclusivamente a la fiscalización de la genuinidad de los productos vitivinícolas.

Hoy, después de la Ley de Desregulación de la Economía, la prohibición de fraccionamiento fuera de las zonas productoras no se encuentra vigente, en consecuencia las bodegas pueden fraccionar en los lugares de consumo. No obstante esto, prácticamente ni en botellas ni en multilaminados se están realizando los fraccionamientos fuera de las zonas de producción por un tema de concentración en la elaboración y fraccionamiento (principio de economicidad); por lo tanto es muy difícil revertir este proceso de pretender generar fuerza de venta a través de los fraccionamientos en los distintos lugares de consumo.

Los que critican el fraccionamiento en origen dicen que el INV en ese momento debería haber tenido una mayor preocupación en cuanto al control por la adulteración, lo cierto es que en esa época había fraude y un engaño al consumidor.

La Ley de Fraccionamiento en Origen corrigió la mirada que había de la vitivinicultura argentina, y significó un gran avance para la protección de nuestra industria. Una actividad que hoy se muestra con una gran madurez, con productos de calidad e integrada al mundo y un INV con importante presencia en las zonas de producción, con control en las zonas de consumo y con laboratorios dotados de una altísima tecnología para prevenir el fraude y garantizar la salud de la población y cumplir con los requerimientos de determinaciones internacionales.

Es cierto que se perdió fuerza de venta pero esa energía indirecta a través de los que fraccionaban en zona de consumo hoy no está y aquellos que tienen una buena estrategia de distribución y presencia de marca en los centros de consumo aún mantienen buenas porciones del mercado. Ejemplo elocuente son las cooperativas, que han entendido el concepto de la integración de los productores al negocio vitivinícola.

Desde el Instituto Nacional de Vitivinicultura hoy estamos en condiciones de trabajar bajo un sistema de fraccionamiento en origen u otro sistema, porque hemos adquirido 18 laboratorios móviles que nos permiten tener una cobertura de fiscalización en cualquier región del país, independientemente de la distancia. Los avances tecnológicos sumados a las inversiones que hemos realizado constituyen un combo firme para prevenir el fraude.

Estamos convencidos de que esa fuerza de venta indirecta generada por el fraccionamiento en consumo se puede reemplazar con comunicación, calidad de productos e innovación. Las bodegas tienen que entender que estas tres acciones son garantía para evitar una caída del consumo. Por lo tanto no importa dónde se fracciona, lo importante es ser eficientes en las economías de escala, llevar los productos donde tienen que estar, innovar y comunicar la marca, que es la que finalmente vende.

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