La Reserva Natural Laguna del Diamante se encuentra en San Carlos, a 226 kilómetros de la Ciudad de Mendoza y en la zona fronteriza con Chile. Haciendo honor a su nombre, es una joya preciosa; no sólo por sus paisajes, sino por su diversidad geomorfolígica, su flora y su fauna.
Cuando el agua se encuentra planchada -o "aceite", como se conoce en la jerga- el imponente volcán Maipo se refleja con una simetría perfecta en la laguna; y su forma triangular duplicada e invertida conforma una postal donde se aprecia un rombo. Esta imagen es la que le da el nombre a la reserva. Y también al río que tiene su inicio en este punto de la cordillera mendocina.
En sus más de 30.000 hectáreas -sumando el área de uso público y la zona intangible- se destacan guanacos, zorros y una inmensa variedad de aves que en su proceso migratorio se instalan allí durante varios meses.
La Laguna encerrada en una especie de olla o "caldera natural", a 3.300 msnm. Todos los años recibe cerca de 6.000 visitantes en temporada. Sólo permanece abierta al público durante 3 o 4 meses; entre mediados de diciembre y Semana Santa. Sin embargo, es el tiempo el que dispone y tiene la palabra final: cuando cesan los intensos temporales de nieve en la zona de Paramillos (camino a la Laguna, en la parte más alta de la reserva) se inaugura; y cuando caen las primeras nevadas, se cierra hasta la temporada siguiente.
El ingreso formal a la reserva se hace en Alvarado (a 43 kilómetros del espejo de agua) por la ruta provincial 98 y desde allí el camino es de tierra y bastante irregular. Solo los conductores más valientes se animan a ingresas con sus autos -y lo hacen con cuidado-, mientras que la mayoría de los visitantes van con camionetas y hasta con motos. En enero ingresaron 762 camionetas, 139 motos, 123 automóviles y hasta una bicicleta.
Por la noche, la calma y el silencio -sólo interrumpidos por el correr del agua y algún que otro relicho de los guanacos- encuentran su postal perfecta con las estrellas. Mientras que en el horizonte se dibujan las siluetas de las montañas (con el Maipo como vedete); con mirar dijo hacia arriba se diferencian las constelaciones estelares; varias estrellas fugaces (y satélites que hacen las veces de) y hasta la estela de la Vía Láctea.
De los casi 3.500 visitantes que recibió la Laguna del Diamante en los primeros 20 días de temporada 2019, la mayoría lo hicieron por motivos turísticos y para conocerla y visitarla. Sin embargo, 3 de cada 10 llegan para pescar. Aquí se permite la pesca deportiva con extracción y sin carnada (sólo con mosca o cuchara); y la trucha es la especie predominante. Dentro de la zona de uso público, hay un área de acampe y 3 bahías habilitadas para la pesca.
Sin dudas una de las postales más novedosas -y a la vez, que jamás se olvidarán- es la del amanecer llegando a la cumbre del cerro El Relincho (que debe su nombre a los relinchos de los guanacos que se van oyendo por los senderos casi vírgenes). Desde aquí -al sudeste del espejo de agua- no sólo se ve el Maipo y la imponente belleza de la Laguna; sino además es prácticamente el único lugar desde donde se ve en una única panorámica toda la laguna, de extremo a extremo.
El trabajo de los Guardaparques de la Dirección de Recursos Naturales Renovables es tan amplio como indispensable. Desde ofrecer información turística y de utilidad a los visitantes -incluyendo lo referido a historia, flora y fauna- hasta hacer controles en las zonas de pesca, limpieza en toda la reserva y borrar las huellas que dejan los vehículos que salen de los caminos habilitados (pese a que están claramente marcados). Además, son los únicos -junto con científicos- que tienen autorización para ingresar a la zona intangible.