El nombre... Nació en Godoy Cruz en 1964. Los lápices de colores le fascinaron desde niña. Estudió con Ángel Gil y Silvia Garavaglia, pero su camino fue, sobre todo, autodidacta. Se enamoró de la pintura de Pérez Celis. Y abrazó la abstracción.
Salto a la fama... En 2005 fue seleccionada para la "Mega exposición de Arte Contemporáneo" en Madrid. Ahora, sus obras se encuentran en colecciones de América y Australia, España, Francia, Irlanda y Estados Unidos.
Recorrido... En 2014, participó en "El Carrousel del Louvre", en el Museo de París. Eso no le quita la humildad, que considera fundamental para un artista. Ni el afán por participar de espacios colectivos, como la feria de la Plaza de Chacras.
Welcome argentina... Su serie más reciente se titula "Un viaje de los sentidos". Surgió de la reflexión sobre los avatares políticos de su país y la necesidad de expresar su propia lectura acerca de esta tierra de contrastes.
La mano y La Paciencia
Silvia sostiene que no hay que desesperarse por terminar ni por salir urgido a mostrar la obra. “Hay que esperar al cuadro”, dice con tranquilidad. “En ese proceso se descubre lo que se quiere decir”.
Creencias
Detrás del Maneki Neko, asoman libros de metafísica y tarot. Silvia entiende la importancia de la respiración consciente y la meditación para abrir las puertas de la creatividad. Realizó talleres donde aplicaba estas técnicas antes de lanzarse a la pintura.
La colorista: con su afán de alquimista para mezclar pigmentos, Basso da los últimos trazos a la serie "Un viaje de los sentidos", que será expuesta el próximo sábado en Bodega Atamisque.
El cuadro como espacio abierto.
“Siempre me interesó la buena abstracción”, afirma. Y explica que, cuando introduce algún elemento figurativo, busca desfigurarlo para compenetrarlo con el todo.
Todo sirve
La creatividad también pasa, para ella, por el ahorro de materiales y el “hacélo vos misma”. Así, arma sus propios bastidores, ahorra pintura con aquello que las pinturerías descartan y guarda todos los pinceles.
Los pinceles y los días
Se cumplen 20 años desde que Silvia tomó por primera vez el pincel. Con todo lo que eso implica como oficio y elección de vida. Ahora, su valentía y talento cuenta con el respeto de la comunidad.
Paisaje interior
De un paseo fotográfico por el campo, surgen sus últimas obras. Un lienzo, sin terminar aún, atestigua su observación de los cardos como símbolos emocionales.
Al maestro, con cariño: durante cinco años, Silvia tomó clases con Ángel Gil. "No fue sólo mi maestro en la pintura, fue mi maestro en la vida". Por eso, ahora el cuadro "La florista" cuelga en su habitación.
Historias del diván
Fue parte del decorado de su tienda de ropa, luego se convirtió en el sofá de la casa hasta que, pintando un pasacalle para el cumpleaños de su hijo, derramó sobre él un pomo negro. Finalmente, intervenido por sus pinceles, pasó a ser una obra de arte más en su espacio.
La mancha y la línea
En su biblioteca destacan sus dos amores pictóricos: Pérez Celis y Chagall. “Me gusta mucho la pasta”, afirma. Y remarca: “También esa noción arrojada al cuadro sin tierra ni aire ni espacio real”.
Sacar del cajòn
Muchas veces compartió altillos o salas para pintar. Y, sobre todo, ha compartido experiencias. Por eso, ahora que da sus clases de pintura, no guarda secretos a los alumnos. Su generosidad es parte de su idiosincracia.