El nombre... Valentina y Lucía Fusari nacieron el mismo día, hace casi 50 años. La necesidad del movimiento llegó muy temprano a sus vidas: "Siempre fuimos muy kinéticas", recuerda Valentina, tanto para el deporte (como la equitación o el tenis) como para el arte.
El oficio... No fue un shock en un teatro, ni haber visto un ballet por la tele: ambas llegaron a la danza contemporánea por una inercia que no saben explicar. Y aprendieron sus primeros pasos con Isolde Klietmann, primero dos veces por semana, después todos los días.
El camino.. Viajaron a Buenos Aires y en 1988 se graduaron en el Taller de Perfeccionamiento de Danza Contemporánea del Teatro San Martín. Continuaron con grandes maestros, como Ana Itelman, Ana María Stekelman y Alejandro Cervera, además de becas en Europa y Estados Unidos.
El estudio... Pero apenas graduadas, apuntaron a pisar un espacio proprio: vendiendo la finca de su abuelo, pudieron construir lo hoy es el Estudio Fusari (Uruguay 722), donde dan clases, ensayan y montan la mayoría de sus espectáculos.
Definición. Nunca aprendieron una definición de qué es la danza. "Por suerte", aclara Valentina: "La danza contemporánea es una actividad muy amplia, porque por un lado da la posibilidad de tener un dominio del cuerpo completo, un desafío corporal permanente, y por otro te abre un mundo muy creativo, porque en nuestro caso nos permite generar no solo movimiento, sino también vestuario, diseño espacial, elementos escenográficos...".
¿Una forma artística más libre? "No sé si decir que es una expresión más libre -responde-, porque eso da la sensación de que todo está permitido, cuando en realidad esto exige disciplina y constancia".
Herencia. Música y danza son lenguajes que no se pueden dividir, dicen, pero en la vida de las hermanas Fusari esta idea es todavía más fuerte: las vibraciones del sonido llegan a cada fibra, se transmutan en cada movimiento, las influencia y alimenta su creatividad.
Discos. En un rincón, al lado del piano, se abre para nosotros un pequeño tesoro: sus gustos, hechos discos. Encontraremos allí una paleta de estilos que va desde Misia (cantante portuguesa de fados), pasando por una grabación de "La Traviata" (inspiradas en esta ópera montaron en el 2003 su espectáculo "Traviata en caída libre") y, en un rinconcito especial, algo de la infinita obra de Johann Sebastian Bach.
Vestuario. Valentina suele dedicarse más al diseño y a la difusión de los espectáculos, mientras que Lucía se ha dedicado al hilo y al dedal: "Siempre diseñé mi propio vestuario. Al principio se lo daba a otras personas, pero después empecé a hacerlo yo", dice.
Ttributo. "Siempre nos ha gustado hacer foco no solo en la danza, sino también ampliar", reconoce Valentina. Así es que en sus obras fluyen distintas disciplinas, tributos, guiños y adaptaciones. Las dos obras que estrenaron el año pasado lo confirman: en "Amore mio" unieron danza, cine italiano y música de Nino Rota; en "Bach en escena" vuelven a la música de un compositor que las acompañó en su adolescencia, cuando estudiaban en el Teatro San Martín. Desde el diseño de vestuario, Lucía
5, 25, 50. Aún niñas, las vemos acompañadas por su madre, la filósofa Yolanda Russo. En 2015 cumple 25 años su Compañía de Danza Contemporánea. Este 2017, ambas alcanzan los 50 años de vida tan "cinéticas" como siempre: se fueron a cruzar la cordillera a pie, por ejemplo.