El nombre... Nació en Mendoza en 1975 y es egresada de la Escuela Provincial de Bellas Artes. Tiene su taller en el corazón de Russell (Maipú), donde vive con su esposo Leandro Pintos.
Reconocida... Sus obras integran colecciones privadas en países como Chile, México, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Ecuador y Finlandia. En 2015 fue declarada Personalidad Destacada de la Cultura por la Honorable Cámara de Senadores de Mendoza.
El camino... Desde su primera muestra, allá en 1999, Laura suma ya 25, repartidas tanto en espacios provinciales, de Buenos Aires, España, Chile y Alemania.
Para verla... En su muestra más reciente, "Durmiendo con el enemigo" (inaugurada el 7 de julio en Casa El Enemigo Vigil, abierta hasta septiembre), podemos visitar sus pinturas, que están expuestas junto a las esculturas en madera de su esposo.
La foto
Las historias quedan flotando. Esta pequeña pintura es muy importante para Laura, porque reconoce que fue un disparador: marcó el inicio de un conjunto de obras donde quiso mostrar el silencio cargado de los bares y los cafés. Cuando la gente se va, ¿acaso no permanecen las charlas flotando en el aire?
Pies en la tierra. Los objetos, para ella, son portadores de una narrativa: en especial los pisos (como estos calcáreos de su cocina) que cargan el peso de las historias que los transitan. En su obra hay una inercia a un punto de vista cenital, que le permite desplegar mejor formas y colores.
Maleta. ¿El arte es una aventura? Probablemente para ella sí, porque (aunque su espacio de trabajo preferido es la mesa de su propia cocina) viaja para todas partes con una maleta: ahí guarda sus pinceles, acrílicos y telas (que usa pasa suavizar el trazo).
“A medida que mi obra fue ganando necesidad de narrar cosas, el dibujo le fue ganando a la mancha”, explica sobre su estilo, donde en general predominan los colores tierra.
¿Y cuándo se dio ese cambio? “Es mejor estar abierto, pero en general los movimientos se dan cuando uno se da cuenta de que se repite”, asegura.
Arquitectura sin boceto. "Trabajo mi obra como si fueran escenarios: hago todo desde el principio, sin boceto. Creo el ambiente, hago las paredes, los pisos, sin pensar demasiado los colores y, finalmente, tiene un clima determinado y me cuenta una historia", explica. A veces lleva esta fascinación por el espacio arquitectónico a la tercera dimensión, como en esta caja.
Gracias al maestro. "Yo soy hija de la Escuela de Bellas Artes -dice orgullosa-, y hay en ese ADN cosas de nuestros maestros: Ángel Gil, Pepe Scacco, Antonio Sarelli, Carlos Ojam, quienes tenían a su vez cosas de Abal o Azzoni". Cuando terminó, participó durante dos años del taller sobre Color y Forma de Carlos Gorriarena, en Buenos Aires (este libro recopila su obra, y lo tiene dedicado).
Un poema. Aunque reconoce que últimamente ya no tiene tiempo de leer mucho, destaca la influencia que le dejaron poetas como Neruda o Paul Éluard, pasando por González Tuñon, Gelman, José Hernández, Olga Orozco, Pizarnik... Se identifica mucho con este poema de Luis Villalba: "Tal vez si los arquitectos se volvieran albañiles / y se juntaran con otros albañiles / y siendo todos distintos / fueran al mismo tiempo un solo cuerpo, / una misma casa, sabrían entonces colocar ladrillos relacionados entre sí / de tal manera que levantarían / una casa sin centro con el centro en todas partes" (de "Fotogramas").