El nombre... Fernando Rosas nació en Mendoza, hace 40 años. Hijo del escultor Roberto Rosas, comenzó jugando y transformando materiales en el taller de su padre. Estudió en la Escuela de Bellas Artes.
Buena madera... A los 16 años, realizó la primera exposición de sus pinturas. Luego, Fernando se enamoró de la madera y comenzó a esculpir personajes que expresan actitudes o estados anímicos.
De viaje... Su obra se vende adentro y afuera del país. Por internet y en galerías. Recientemente, Rosas realizó un viaje de aprendizaje a Pietrasanta (Italia) donde se perfeccionó en escultura en piedra.
Online... Tiene un blog (fernandorosasartes.blogspot) en el que expone su búsqueda artística. Allí aparecen sus tallas y algunos de sus textos. Ahora, está preparando un libro-álbum junto a Gabriel Fernández.
La foto
El hombre árbol. Desde su pequeño reino , Fernando extiende las ramas. Ha convocado a una serie de artistas (entre ellos su admirado Alejandro Boim) para realizar una gran muestra conjunta. La exposición inaugura el 18 de este mes, en el ECA.
El portal. La entrada ya anuncia el pasaje a otra dimensión. Un dios, Baco, sonríe al visitante. La casa-taller está llena de símbolos. No es casual, pues, que Fernando integre la Cofradia Simbolista como ejercicio estético. "La autorización que nos otorgamos para sostener el juego del arte nos abre al encuentro con un interior que se está formando.
Venido del inconsciente, de los delirios que despide el amor.
De los monstruos que habitan los umbrales, de las emociones triviales de los atardeceres”, explica un fragmento de su manifiesto.
Sagradas influencias. Los totems de Julio Melto fueron decisivos para iniciar el romance de Fernando con la madera. Por eso, un "melto" cuelga de sus paredes, junto con una de las primeras esculturas en metal que realizara Guillermo Rigattieri. La baranda, detrás, es obra de su padre.
Cortezas humanas. "Tenía ganas de que la madera pareciera piel", dice. Estas esculturas formarán parte de la muestra que prepara. Ellas conviven, a su vez, con obras de Chiavazza, Melto, Boim.
A medida. Junto a su casa, el taller está poblado de máquinas, herramientas y una lluvia de aserrín. Fernando suele conseguir la madera como un recolector. "Cada vez que algún amigo ve un árbol seco o caído, me avisa. Salgo con algún vehículo y lo cargo".
Ha rescatado de todo: tipas, algarrobos, paraísos, olivos, que luego se convierten en obras de arte, generalmente antropomórficas, de diversos tamaños.
Poner la tapa. Como dibujante, Fernando ha participado en una serie de libros, entre ellos "Cucos y Memoriosos" y cuentos de Abelardo Castillo. Además, realiza las tapas de la revista comunitaria "La Mosquitera". Debajo, asoma un libro de Pessoa, uno de sus autores claves.
La fotografía es otra de sus pasiones. “Es una forma de experimentar. De las fotos en velocidades bajas también surgen ideas para trabajar esculturas”.
De tal palo. "Este barco lo hicimos con mi papá. Mientras los otros niños jugaban a la pelota, yo hacía cosas con las manos", dice Fernando.
Mientras vemos colgar la nave de la infancia sobre la heladera, recordamos a su padre, el gran Roberto Rosas. “Nunca me prefiguró un camino. Me alentaba en la búsqueda. Creo que es una de las grandes maneras de acompañar”.