Maipucino. Ciento por ciento de "pura cepa", Antonio viene de una familia de contratistas de viña y sus padres ya notaron sus inclinaciones por lo artístico cuando él de muy niño emparejaba la tierra y dibujaba con un palito.
Familia. Siendo ya profesor egresado en la Academia Provincial de Bellas Artes conoció al amor de su vida, doña Silvia, con la que tuvieron dos hijos, Renata y Aldo. Ella es su compañera incondicional.
"La obra es toda la vida". Es una de las frases preferidas de Antonio. Y se nota, ya que pasa casi todo el día en su taller que tiene junto a su casa de Villa Hipódromo. Se aburre si no está pensando en alguna pintura.
Exhibición. La última gran muestra del maestro se llamó "En el latifundio del arenal humano", inaugurada en octubre del año pasado en La Nave Cultural; una síntesis de su paleta de colores siempre mixturada.
La foto:
El presente. El retrato todavía sin nombre domina el espacio central del taller. Es su última producción hasta el momento guardado de la vista del público.
El pasado. Este cuadro que no tiene nombre, aunque prefieren llamarle "Estación de Chacras". Es de 1958 cuando Sarelli tuvo el empleo de carnicero ambulante.
Etiquetas. Sarelli comparte el lujoso panteón de artistas que pintan las caras de los vinos, como Delhez, Ortiz, Testasecca, Bermúdez, Lavoisier, Sergi, Rudman.
Visiones. Había un movimiento bohemio en la época de los Alfa. Antonio disfrutaba los cafés con poetas y filósofos de la vida como Cirigliano y Ramponi.
Los alfa. Por tener un pensamiento estético en común, con Ángel Gil, José Scacco y Alfredo Ceverino abrieron una galería en la calle Córdoba, que les permitió mostrar sus obras.
Colores. Admitió que "sólo los colores matizados permiten transmitir mis silencios". Le gusta el color amplio. Como manifiesto: "Nunca he pintado un color puro".
Música. A Antonio le gusta la música clásica y le encanta escucharla en el formato vinilo durante su estadía en su refugio de lienzos.
Las arias de Pavarotti son sus preferidas.
