Se acercan las elecciones y todavía hay incertidumbre con respecto a aquellos que pretenden llevarse la gran tajada del queso.
Los políticos que ya están nombrados para cargos electivos ya están de campaña y son capaces de hacer cualquier cosa para ganarse la voluntad de los electores, quienes, lamentablemente, somos nosotros.
Son capaces de hacer promesas: “Si, mi amigo, nosotros le conseguiremos esa casita que usted tanto anhela”; “Sí mi amiga le vamos a dar uno de los planes sociales que vamos a implementar”; “Si, don empresario, lo vamos a ayudar a que usted pueda comprarse esa 4x4 que tanto lo atrae”. Promesas y promesas.
Algunos llevan cuadernos o los llevan alguno de sus secuaces para anotar los pedidos que le van haciendo. Pura escenografía porque después la mayoría de las promesas caen en el cajón del olvido y que te ayude Magoya. Magoya debería ser candidato.
Hasta son capaces de agarrar una pala un plantar un árbol con el inconveniente de que no saben cómo agarrar una pala. Nunca han agarrado una.
Hacen de todo para ganar votos. Tienen que sumar, porque de la suma saldrá el ganador y todo voto vale.
Por eso son capaces de hacer declaraciones ampulosas, anunciar obras de dudosa realización, prometer acciones que impactan por su importancia, pero todo forma parte de la pirotecnia política.
Fijensé ustedes lo que termina de hacer nuestra ex presidenta Cristina Fernandez al nombrar como compañero de fórmula (pero al frente) a Alberto Fernandez. Han formado la dupla Fernandez – Fernandez y esto no es al cohete, tiende a sumar votos de esta manera. Faltan que lo nombren a Aníbal Fernandez para Gobernador de la provincia de Buenos Aires. No lo hacen porque ya lo hicieron y así les fue.
Los apellidos más comunes en la Argentina son los que conocemos, la mayoría de ascendencia española, con clara prosapia de la península.
El apellido más usado es González, el segundo es Rodríguez, el tercero Gomez y el cuarto Fernández. Los Fernández son 535.318, casi medio millón de habitantes, como para fundar una ciudad parecida a La Plata por ejemplo. Si cada uno de los Fernández emite dos votos uno por la Fernandez vice y uno por el Fernandez presi, estamos arriba del millón de sufragios y ese es un número que no puede despreciar ningún político.
Como vienen las encuestas la resolución de las elecciones puede ser muy reñidas, y contar con todos los Fernandez del país sería un vuelco definitivo en los cómputos.
Los del otro lado deberían imitar este ingenioso sistema de ganar voluntades con el apellido. Es decir que Cambiemos presente una fórmula: Mauricio Macri – Cristina Macri; o que Lavagna presente una Roberto Lavagna – Cristina Lavagna, o que Massa vaya con una dupla Sergio Massa, Cristina Massa.
Ocurre que esos apellidos no abundan. Los Macri deben ser un puñado y no hacen la diferencia. Lo mismo Lavagna y los Massa. Menos Urtubey que no deben sumar más que los pertenecen a su familia.
La cuestión es que Cristina hizo su jugada y dejó pagando al resto que no tienen apellidos populares. De populismo se trata y en este caso el apellido les viene como de anillo al dedo.