El mercado de flores atraviesa en la provincia un presente productivo complicado y un futuro incierto.
El sector vive sitiado por la ilegalidad que ahoga comercialmente al sector productivo local. La ironía es que Mendoza, según los productores consultados, es la segunda provincia productora de flores en el país pero gran parte, el 90%, no tiene actividad registrada.
La última panorámica del sector la brinda el Instituto de Desarrollo Rural (IDR), cuando realizó en el 2013 un censo de los productores y determinó que en Mendoza existen tres asociaciones de floricultores legalmente formalizadas; y existen también tres mercados de flores de corte por donde se canaliza el mayor volumen de venta de los productores participantes. Por debajo de la caracterización hay un mal señalado por todos los productores que está mermando el mercado: el comercio ilegal.
La productora Hilda Percara, de la Asociación de Viveristas de Mendoza, remarcó que los 20 socios que están agrupados atraviesan grandes dificultades comerciales por la informalidad de muchos.
“El gobierno exige tener todo en regla, lo cual me parece bien, pero el mercado está repleto de gente que no tributa, son productores que poseen tierras a cielo abierto para cultivar flores de corte e invernaderos. No pagan ni IVA, tampoco Ingresos Brutos, ni aportes a su personal. En mi caso, son tantos ítems que tengo que pagar que se ha resentido mi capacidad de compra. Desde el 2002 no hay nuevos viveros en regla, sí han surgido otros productores que se mueven desde la clandestinidad y sin ningún tipo de controles”, apuntó Percara.
La presión tributaria es tan intensa que, según Juan Spitalieri, presidente del Mercado Cooperativo de Floricultores, una entidad que engloba a dos cooperativas y reúne a unos 35 productores, los impuestos representan una parte importante (60%) de los costos fijos que deben afrontar.
A la hora de venta, también el mercado negro teje sus propias reglas. Así un paquete compuesto por una docena de flores que normalmente puede costar a precio mayorista a $ 20, los productores no registrados ese paquete de una docena lo dividen en tres pequeños ramos y pueden cobrarlo, según relata Spitalieri, a $ 20 cada uno.
Pero la competencia desleal no se gesta solamente en el campo mendocino, también llega de otras provincias. Así camiones cargados de flores provenientes de Buenos Aires venden su producción en la provincia a precios extremadamente bajos.
Así lo señaló el productor Héctor Malanca, de Maipuflor: el precio que logra la flor bonaerense contra la mendocina puede ser de hasta 70% más económico.
“En Buenos Aires tienen más tierra y producción”, apuntó Malanca. Por ejemplo, el clavel de producción local, que puede venderse a un precio mayorista entre $ 1,60 y $ 1,80 cada uno (un clavel), el bonaerense puede ser comercializado entre $ 0,50 hasta $1,50, de excelente calidad.
“Es muy difícil competir en esas condiciones. Esos camiones que llegan a la provincia no están controlados por nadie, pasan las controles fronterizos y nadie los chequea; resulta que la fruta es totalmente monitoreada, en cambio la producción de flores nadie la controla”, subrayó el productor maipucino.
Callejón sin salida
Para los productores, otro de los problemas es que la flor no ha crecido en precio en los últimos años. Así un paquete de crisantemos compuesto por una docena de ellos si en el 2015 costaba $ 45 hoy su precio es el mismo.
“Si subimos el precio no vendemos, en parte porque la competencia desleal, al tener costos más bajos, mantiene sus valores también bajos porque siguen obteniendo ganancias”, apuntó el productor Antonio Salvador, del Mercado Cooperativo de Floricultores.
Los insumos que están atados al dólar y que han subido en los últimos dos años en promedio 60% también son absorbidos por los hombres de campo.
En el caso de Salvador, su producción de flores de 14 hectáreas, que comparte con otros cultivos, y una hectárea y media con invernadero que alberga flores de corte, las comercializa directamente a provincias vecinas.
“Estoy vendiendo en San Juan, Catamarca, Tucumán, Córdoba y el sur provincial, en San Rafael y General Alvear. 80% de mis clientes están allí, el mercado mendocino es chico en su demanda lo que hace que los que venden tienen que bajar mucho el precio de la flor y ya no cubren ni los costos de producción”, apuntó Salvador.
A modo de ejemplo, su producción de 200 docenas de crisantemos colma y sobreabastece a un mercado como el mendocino, donde 40 docenas de crisantemos bastan y sobran para mantener la comercialización.
Hoy, su producción se ubica entre 400 a 500 paquetes de crisantemos y 800 paquetes de montoneras, que son comercializadas semanalmente en las provincias vecinas.
En su caso, hace 50 años que está dedicado a la producción de flores y la actividad le ha permitido formar una familia y pagar el estudio de sus hijos. Sin embargo sus sucesores no van a seguir en el negocio de la floricultura por considerarlo demasiado sacrificado en cuanto al desgaste físico y al poco rendimiento económico que brinda.
“La flor es un cultivo que requiere atención en todo momento del año, desde la semilla hasta su estado maduro en plantines demanda unos 6 meses intensos de labores culturales”, remarcó Salvador.
Ciertamente el informe del IDR también da cuenta de ésta problemática social: de las 97 propiedades relevadas con flores en Mendoza en el 2013, los jóvenes en un 84% contestaron en forma categórica que no continuarán con la producción de flores a futuro.
Cada vez se compra menos
Si la competencia desleal es preocupante, del otro extremo de las ventas, los consumidores, también están mutando en sus compras.
“La gente compra flores cuando sobra el dinero, no es un artículo de primera necesidad, no atenta contra la subsistencia. Además, hoy existe el imperio de las flores de plástico, no hay flores naturales ni en los restaurantes ni hoteles ni en las casas. Las habitaciones de hoteles tampoco decoran con flores naturales, hemos perdido presencia en lugares que popularmente estaban decorados con los colores que ofrece la naturaleza”, se quejó el productor Spitalieri.
Y finalmente, dos señales del contexto que están menguando el ánimo de los productores: el primero es el factor climático y el segundo se codea con la escasa posibilidad de recibir un financiamiento con tasas bajas.
Justamente con respecto a los avatares del tiempo, las últimas lluvias, sumadas a las temperaturas altas de este verano, han ocasionado que los invernaderos precarios suban sus temperaturas rozando los 50°C, lo que hace que las enfermedades criptogámicas avancen sobre las flores.
“Las altas temperaturas hacen que la flor salga rápido, no termine su ciclo biológico y florezca antes de tiempo, por lo que posibilita que no tengan una gran vida útil en los floreros”, apuntó Spitalieri.