La historia de los Hilbing y la elaboración de bebidas alcohólicas comienza incluso antes de que el primero de ellos pusiera un pie en Argentina, proveniente de su Alemania natal. Con un fuerte arraigo en la vitivinicultura y la cervecería, la tradición familiar se ha reformulado y sigue viva casi 150 años después de la llegada a Mendoza de la primera generación, de la mano de Rolando y Walter Hilbing, quienes desde hace más de 20 años se dedican a la elaboración artesanal de destilados de alta gama.
En los últimos meses, el país empezó a formar parte de la tendencia mundial de consumo de destilados. Rolando lo vio venir mucho antes, lo que le permitió prepararse para la oportunidad y fundar una empresa que desde hace diez años logra de manera ininterrumpida el reconocimiento internacional en los concursos internacionales de espirituosas más prestigiosos.
Su gin de Malbec se convirtió en el primero en el mundo en usar pasas de uva de ese varietal como uno de los botánicos de la maceración. Luego llegó su grapa -de Malbec, Cabernet Sauvignon y una blend- que ha sido considerada durante varios años como la mejor del mundo y su brandy de Torrontés, que también ha dado que hablar.
La familia Hilbing inició en los 2000 un proyecto muy serio, pero a la vez muy pequeño. Hoy desarrollan el arte de la destilación con infraestructura de última generación que les permite una producción de alrededor de 80.000 litros de todos sus productos en un rubro que ofrece muchas oportunidades y algunas amenazas. De eso y mucho más habló con Los Andes Walter Hilbing.
- Ustedes trabajan muy relacionados a la vitivinicultura, ¿cómo ven hoy la calidad de la uva?
- Lo defino en simples palabras: es soñada la calidad que tenemos. Argentina tiene una calidad de vinos increíble. El problema, en los vinos y en general, es que no hay una política de Estado en comercio exterior. Posicionar un producto es difícil y más mantenerlo a lo largo del tiempo. El mundo podría estar inundado de vinos argentinos porque son los mejores en términos de calidad. Esto no significa que en los otros países no existan buenos vinos, sino que los que llegan al común de la gente tienen una calidad superior a los que se consumen en otras partes del mundo en esos rangos de precios.
Estamos en Mendoza y la familia está relacionada con la vitivinicultura. Es lógico que apostemos por esta actividad que es tan linda. Es muy satisfactorio poder trabajar con un producto agrícola y poder darle un valor agregado.
- ¿Cómo nació la idea de instalar su propia destilería?
- Mi padre tuvo la visión hace 20 años. Él es muy observador en el área y fue visionario en entender que el mundo iba a evolucionar hacia los destilados. Estaba en contacto permanente con sus colegas de Europa, amigos que le quedaron cuando estudió allí para Master Distiller en Alemania, y allí se observaba que esta tendencia iba tomando vigor. Además, se dio cuenta de que en Argentina la actividad no estaba desarrollada. Incluso hoy no lo está; recién ahora están apareciendo nuevos actores. Esta conducta hizo que pudiéramos crecer como empresa y tener importantes oportunidades en el mundo.
- ¿Cómo es el escenario internacional?
- El mundo de los destilados está dominado por dos grandes compañías que tienen un poder económico muy fuerte. En los últimos años cambió el modo de consumir los destilados y esto se aceleró durante la pandemia. Se ha generado un cambio en el consumo de bebidas alcohólicas en general. Hay una nueva tendencia del consumidor a buscar productos de calidad o destilerías boutique, como es nuestro caso. Nos ha dado la oportunidad de ingresar de la mejor manera al mercado.
- ¿Cómo pasaron de un proyecto de garaje a una empresa con los niveles de producción que tienen en la actualidad?
- Empezamos con algo muy pequeño en un garaje, pero siempre trabajando con mucha seriedad y todas las habilitaciones que la actividad demanda. En 2015 dimos el salto, aprovechando el cambio en la forma de consumo de las bebidas blancas a nivel mundial. Fue toda una decisión, porque implicó riesgo y una inversión importante. También implicó mayores costos fijos, algo que en un país con una economía tan fluctuante es para pensarlo muy bien.
- ¿Cuál es el potencial de los destilados en Argentina?
- Hay oportunidades y también amenazas. Las oportunidades se dan porque se han restringido las importaciones de bebidas en general, pero, la amenaza está en el poder adquisitivo en Argentina. Si bien existe la posibilidad de poder vender, también puede que el consumidor tenga menos dinero y obviamente priorice cosas de primera necesidad, relegando productos como el nuestro para darse un gusto. Hay optimismo en ese punto, aunque también reservas por cómo va a ir evolucionando la economía y los problemas que puede seguir generando el Covid-19.
- ¿Cómo impactó la pandemia en el rubro?
- Para las bebidas, la pandemia generó un aumento marcado en el consumo. Eso hizo que colapsaran los proveedores, sobre todo los latinos. En general la actividad se vio favorecida, pero, si bien se vendió más volumen, no tuvo un impacto en el rédito económico. Mucho se va en impuestos. Si bien los precios han aumentado, no fue al ritmo de nuestra inflación. Aumentaron los ingresos, pero no ha sido proporcional a las ventas. Si nosotros pusiéramos nuestros productos al precio del dólar, sería una locura.
- ¿Cuál es el mayor desafío hoy para los destilados?
- Hay dos cosas que amenazan la actividad: que volvamos a una fase 1 o esta fase 3 en la que estamos en la que la actividad es hasta la medianoche. Eso hace que en el canal on trade se disminuya la actividad y en consecuencia baje el consumo de este tipo de productos. Es un equilibrio difícil de lograr entre los tan mencionados salud y economía.
Por otro lado, otra amenaza es que el mercado no pueda proveer los insumos necesarios. Muchas empresas hoy están teniendo ese problema y en los pequeños se marca más.
- En el mundo se vive lo que se podría llamar “una moda de los destilados”. ¿Cómo se hace para que persista en el tiempo?
- Hoy estamos muy bien instalados y preparados para poder hacer frente a esta demanda. Tenemos capacidad productiva, experiencia suficiente y conocimiento, tres factores que hacen que estemos bien posicionados ante esta oportunidad que se nos presenta a nivel nacional.
De todos modos, en Argentina todavía falta mucho para ser un país consumidor de bebidas blancas. Esto se observa ya desde el hecho de que los locales en donde se venden bebidas alcohólicas se llaman vinotecas y el 75% de lo que venden es vino, dejando el resto a bebidas blancas, cuando en otras partes del mundo se llaman licorerías y el porcentaje es inverso.
Perfil
Walter Hilbing es ingeniero en Electrónica graduado en 2002. Junto a su padre fundó Hilbing Franke Distillery, empresa familiar que hoy preside. Es la quinta generación dedicada al arte de fabricar bebidas alcohólicas de alta gama.
Su padre, Rolando Hilbing es el primer Master Distiller del país.
La destilería ubicada en Luján de Cuyo exporta sus productos a países de Europa y América y ha comenzado a ganar terreno en el ámbito nacional. Su producción es de alrededor de 80.000 botellas anuales en todos sus productos y desde hace más de diez años, ininterrumpidos, son reconocidos en los principales concursos internacionales.