La manera en que decidamos que se forme el precio de la materia prima, uva en nuestro caso, definirá una cadena de valor sostenible o no. Esto a su vez nos colocará en la alternativa de un círculo de pobreza, o, en su defecto, en un círculo virtuoso de desarrollo.
Escucharemos en esta época de celebración de la vendimia, extraordinarios halagos a la industria que nos hace ser una de las Capitales vitivinícolas más importante del mundo, y ser conocidos por nuestro vino, nos coloca en el mapa turístico del mundo como un lugar excepcional para visitar. Cuando decimos vino, decimos glamour, también encuentro, alegría, trabajo, amor por la tierra. Pero esto, no necesariamente es garantía de estar inmerso en un círculo virtuoso de crecimiento. Sobreactuar los aspectos positivos de esta gran Fiesta, no solucionará los problemas gravísimos que de base tenemos.
El mundo “civilizado “se está planteando para las cadenas de valor agroalimentarias, fuertes consideraciones atento a los gravísimos problemas que enfrenta la humanidad hoy: hambre, desocupación, pobreza, inequidad. Debemos resaltar que es preciso ocuparse del triple impacto que debemos considerar cuando trabajamos en ellas: el impacto económico, que éstas tienen, porque son generadoras de riqueza, y deben ser económicamente viables para todos sus actores. El impacto en el ambiente, ya que debemos procurar actividades amigables con éste, soportables para el planeta. El impacto social: las cadenas de valor agroalimentarias son generadoras de empleo, promueven el desarrollo territorial rural, y es necesario que sean socialmente equitativas.
La cadena agroalimentaria vitivinícola no está exenta de estas consideraciones. Se inicia en la producción de uva, continúa en la elaboración de vino, fraccionamiento, distribución y comercialización, haciendo un brevísimo resumen a los efectos de facilitar la comprensión del lector. En este sentido, vamos a enfocarnos en primera instancia en el primer eslabón de la cadena, sustento del andamiaje completo.
Necesitamos, en consecuencia, volver a manifestar los tan reiterados reclamos de precio justo para la uva y el vino. es decir, un valor que dé rentabilidad al trabajo del primer eslabón y más débil de la cadena: el productor, para que este sector pueda ni más ni menos que continuar en la actividad.
Urge tratar este tema con la relevancia que tiene en el mundo. Existen manuales de FAO, dando recomendaciones para proteger a quienes cubren las necesidades alimentarias del planeta en un 70 %, los pequeños productores agropecuarios.
Porque no es sostenible y no es sustentable, es una industria que no es capaz de garantizar estos valores desde el inicio de la cadena. Pretender lo contrario, desconocer que la venta a pérdida es comercio desleal. Negar que pagar un producto perecedero en un marco inflacionario, en diez cuotas sin ajustar de acuerdo con índices de inflación, es comercio desleal. Que abusar de pequeños y medianos productores, en nuestro caso vitivinícolas, es condenable en cualquier país que se jacte de defender un mercado libre y transparente. Entonces, pretender lo contrario y hacerlo en el marco de una sobreactuación de los valores positivos de nuestra Industria, es por lo menos hipócrita y desacertado. Hipócrita, porque deberíamo, en nuestra Fiesta Madre, sincerar el dolor y la angustia de quienes ven a perder sus tierras año tras año, por mezquindades y falta de compromiso con la sostenibilidad de la Industria. Desacertado, porque es necesario retomar un sendero que nos lleve a recorrer un camino virtuoso, un win to win , como gusta parafrasear en ámbitos de business are business. Que nos permita mostrar al mundo una cadena agroalimentaria de valor sostenible, amigable con el ambiente, con inclusión e impacto social positivo, y de generación de riqueza para todos sus actores.
Invito, a asociaciones de productores, gubernamentales en todos sus niveles, nacional, provincial y municipal, grandes empresas de la industria vitivinícola argentina y extranjeras instaladas en el pais, a crear instancias de diálogo que nos permitan terminar con el flagelo que expulsa constantemente a productores de la cadena que, tristemente, ven perder sus tierras año tras año: flagelo totalmente evitable. La falta de rentabilidad sostenida del sector productivo desde hace años.
Invito a ponderar el esfuerzo de un sector que merece ser foco de atención, ni más ni menos porque es reflejo de trabajo genuino, honesto y perseverante. Elementos claves para la reconstrucción de Argentina, así poder continuar después en un trabajo profundo de cada eslabón de la cadena y, de esta manera, por fin sentirnos orgullo de lograr que cada botella de vino que llegue al mundo recuerde al planeta entero que fuimos capaces de construir una cadena agroalimentaria sostenible, digna de imitar.
Brindo con una copa de vino, por un precio jutso para el productor para que podamos asi decir de corazón: Feliz Vendimia.