Un viñedo heredado y un vino para mantener vivo el espíritu

Tiene 26 años y está trabajando el viñedo que heredó de su abuelo. Quiere producir un vino de alta gama para darle valor agregado.

Un viñedo heredado y un vino para mantener vivo el espíritu
Desde el viñedo familiar, Pellegrini quiere exportar parte de su producción a Rusia y China donde considera que puede existir mercado demandante. / Los Andes

Cuando algunos amigos le dicen que, en su lugar, venderían todo y se irían a vivir a Europa, a Matías Pellegrini (26) se le estruja el pecho. Es que todavía son muy vívidos para él los recuerdos de cuando empezó a recorrer la finca de su abuelo con él, sobre el tractor, a los cinco años, y aprendió a amar la tierra, la época de la siembra y la cosecha, y a valorar el esfuerzo detrás de ese legado. Por eso, con otros jóvenes, decidieron elaborar un vino que refleje ese pasado, presente y futuro: “Ellos, nosotros y los que vendrán”.

Matías integra Jucovi, la juventud de las cooperativas de Fecovita (Federación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas). Con otra docena de jóvenes de las agrupaciones de Nueva California y Colonia California, empezó a pensar en la posibilidad de embotellar un vino “con historia”, que sirviera de homenaje a sus abuelos y padres, y rescatara el fruto de la unión de ellos en estas entidades asociativas.

El joven explicó que están apuntando a elaborar un vino de gama superior, aunque aún no han terminado de definir el año de cosecha, ya que están analizando los diferentes cortes potenciales. Lo que sí saben es que será de la variedad malbec y elaborado por los socios de la cooperativa. También tienen la etiqueta lista, que lleva una locomotora antigua en su frente, para mostrar cómo se trasladaba el vino en el pasado y, a la vez, reflejar esa fuerza y empuje que han hecho que, pese a los tiempos difíciles que todos han atravesado en estos últimos años, se puede salir adelante.

“Queremos demostrar que tenemos que poner empuje para que todo el esfuerzo de nuestros antepasados no quede en la nada”, plantea. A la vez, reconoce que hay realidades muy diferentes dentro de la industria y que muchos productores se vieron obligados a abandonar sus fincas. Pero también señala que es común que las generaciones más jóvenes hereden la tierra que tanto les costó a sus abuelos comprar y mantener, y la vendan.

“No sienten ese amor que uno vivenció de chico. Me acuerdo de tener cinco años y andar arriba del tractor con mi abuelo. Te da un sentimiento de apego. Tengo amigos de mi edad que me dicen: ‘yo vendo todo y me voy a España’. Si hacés la cuenta del dinero, tal vez sí te cierra, pero despegarse de la familia, de la tradición de la finca… Ni yo ni quienes trabajan conmigo cambiaríamos todo esto”, sostiene convencido. Codo a codo, desarrollan con él los proyectos Amir Bajbuj y Emiliano Martín.

Ese sentimiento es el que los impulsó a que el vino se llame “Ellos, nosotros y los que vendrán”. Matías acota que hoy se están usando los nombres compuestos y quieren que sea evidente que lo están desarrollando los jóvenes. Por eso, aunque sea un homenaje a los antepasados -la mayoría, inmigrantes-, también apuntan a darle su propio toque.

En sus planes está fraccionar unas 3 mil botellas dentro de uno o dos meses. En cuanto a los compradores, saben que todos los socios de la cooperativa –unos 200- querrán tener uno, pero también lo ofrecerán a la cartera de clientes de la entidad (que ya cumplió 58 años de existencia) y en la tienda de Fecovita. Asimismo, avizoran la posibilidad de exportar a Rusia y a China.

Pero la inquietud de estos jóvenes no se limitó a lanzar este vino, sino que también esperan poder sumar otra unidad de negocios a la cooperativa: la elaboración de aceite de oliva. Es que los socios venían planteando que era una pena que se perdieran las aceitunas, ya que en la zona es muy común que todas las fincas tengan olivos al lado de las acequias y en la punta de los parrales o de las hileras, pero nadie las cosecha.

Matías explicó que la fábrica de elaboración de aceite de oliva más cercana está a 40 kilómetros de distancia. Por eso, decidieron retomar ese espíritu que hizo que los productores vitivinícolas de Nueva California se unieran, hace más de medio siglo, para poder vender la uva -lo que dio lugar al nacimiento de la cooperativa-, y ahora organizarse para dar una utilidad a las aceitunas.

El joven resaltó que obtuvieron el apoyo de la entidad y que, apenas terminó la cosecha de uva, consultaron por una línea móvil para elaborar el aceite de oliva, pero no estaba dentro de los costos que podían afrontar. Por eso, encargaron la elaboración a un establecimiento –a unos 50 kilómetros de distancia-, con lo que obtuvieron las primeras 20 botellas de “Familias de California”.

Pero desde MUVI (la Mutual Vitivinícola de Fecovita) le sugirieron que se presentara con este proyecto en el programa Naves Federal. Como ya cuentan con un galpón, lo que necesitan es acceder a financiamiento para poder adquirir la maquinaria y, de esta manera, brindar a los productores de la comunidad no sólo la posibilidad de elaborar aceite de oliva, sino también el servicio de una cosecha programada, en su punto óptimo de maduración, para poder aprovechar la mayor cantidad de kilos. Por el momento, ya han pasado las primeras rondas y están entre los tres finalistas por Mendoza.

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