Al momento de analizar si entrar o no en el negocio ganadero, vale la pena conocer algunos casos que fueron más allá de la compra de animales y aprovecharon hectáreas de tierra para producir su alimento. Esto implica sumar un segundo negocio (agrícola además de ganadero), pero un productor del Valle de Uco, otro del Este y otro del Sur, apostaron por ese sistema integrado, con muy buenos resultados.
El primero de estos casos de éxito es el de Néstor Gómez, que viene de una familia agrícola en San Carlos. Si bien para ellos era habitual tener algunos animales para consumo familiar o para hacer rotación de cultivos con verdeos, en 2011 tomaron la decisión de empezar con una cabaña de toros. Gómez se inscribió en la Asociación Argentina de Angus, compró 17 vaquillonas preñadas e inició una ganadería con pasturas propias bajo riego, sumando luego otro campo.
“Después fuimos perfeccionando el tema pasturas para tener comida todo el año, y ahí es cuando empecé a hacer mezclas de pasturas, logrando así materia verde todo el año”, señaló el productor. En un solo cuadro, Gómez puede tener hasta siete variedades de pastos: desde festuca hasta trébol blanco. Eso se debe suplementar en el corral con concentrados de maíz. Para estos pastos, emplea aproximadamente 100 hectáreas.
El productor valletano cuenta con alrededor de 300 cabezas de ganado vacuno, contando toros, 50 vacas madres, y entre 100 y 200 terneros en recría. “Hemos tenido una muy buena parición, que ha oscilado en el 85%. Tanto en el campo como en la finca se hace inseminación artificial”, detalló Gómez. Se trata de mejorar tanto en nutrición como en genética.
En cuanto a las ventajas de integrar agricultura y ganadería, la cría con pastoreo es costosa, pero se vuelve más accesible cuando se cuenta con alimento propio, y se puede tener un mejor control y sanidad animal si se abarcan distintas partes de la cadena productiva. “Soy miembro de la cooperativa La Jaula, a 90 km de Pareditas hacia el campo (hacia el Oeste). Siempre digo a los productores que tienen que tratar de suplementar”, comentó Gómez.
Un caso en el Este ganadero
Se dice que con el boom de la soja, muchos campos de La Pampa y San Luis empezaron a cubrirse con “ese yuyito” y las frontera ganadera se empezó a correr más hacia Mendoza. Esto terminó beneficiando al Este mendocino que, a la vez, contaba con productores frutihortícolas que querían probar con otras actividades.
Algo así ocurrió con Marcelo Valot, parte de una familia agrícola que, cansada de las contingencias climáticas, decidió hace 10 años probar con forraje para ganado: “Empezamos a arrancar quintas de durazno, ciruela, damasco, y pusimos otros cultivos. El que mejor funcionó fue la alfalfa porque no arriesgas la helada ni la piedra”.
Hoy, esta familia del Este mendocino, trabaja en alrededor de 600 hectáreas de alfalfa: un poco más de 100 hectáreas propias, varias hectáreas alquiladas y otras a las que prestan servicio como una empresa. Eso se vuelca todo a la ganadería y hacen recría de terneros y engorde en Junín. Vale recordar que los terneros se compran con 170-180 kilos, se recrían hasta los 280-300 y entonces se engordan hasta 450-500 kilos.
El animal necesita como dieta básica alfalfa (fibra) y maíz (hidratos de carbono). Valot intentó producir este último, pero el daño del granizo los empujó a producir el maíz en un campo en San Luis y traerlo a Mendoza. Maneja entre 1.000 y 1.500 animales (rotan de forma permanente) que consumen alrededor de un equipo de maíz por semana, lo que significa entre 30.000 y 40.000 kilos semanales. También intentó producir sorgo en Mendoza pero, con las bajas temperaturas, no tuvieron buenos resultados.
“Yo creo que al momento de tener animales encerrados, lo mejor es producir la comida porque, si no, se enfrenta un costo alto de flete para traerla. Agricultura y ganadería son dos negocios paralelos que se pueden hacer por separado, pero lo ideal es producir aunque sea una parte de la alimentación y ahorrar en el traslado”, apuntó este productor del Este.
Ganadería bajo pivot en el Sur
Un proyecto iniciado hace 8 años y que ha dado mucho de qué hablar es la reconversión que hizo la familia Sáenz en General Alvear, donde ahora producen maíz y sorgo en 200 hectáreas con riego bajo pivot para sus 600 cabezas de ganado. Incluso, instalaron estaciones solares para autoabastecerse, de manera también de bajar costos en el largo plazo.
Ubicados a 70 km de la ciudad cabecera alvearense, ellos decidieron pasar de la cría de terneros a la recría. Su plan se va desarrollando por etapas y prevén llegar a un total de seis pivots y unas 700 hectáreas cultivadas, con una inversión final de alrededor de U$S 1 millón. “Es a lo que hay que apuntar (ganadería con agricultura), dar valor agregado al producto que hacemos y es redituable”, resumió Matías Sáenz (47) en una nota reciente para este medio.
Incluso, en el pasado, la familia Sáenz llegó a contar con 950 cabezas, pero en la sequía empezaron a desprenderse de los animales: sacaban el 10% o 15%, pero no podían reponerlos. Por eso hoy tienen 600 cabezas. Para eliminar el problema de la sequía y el aumento en el costo del alimento, se embarcaron en el desarrollo de áreas cultivadas dentro del campo.
La idea era nutrirse de agua con un acueducto, pero terminaron generando perforaciones para regar con pivot. La primera etapa del proyecto entró en funcionamiento hace seis años y demandó tres años de espera para entrar en producción. En tanto, el segundo pivot está activo desde hace tres años. Cada pivot riega entre 100 y 114 hectáreas. Hay dos funcionando, y el rendimiento por hectárea cultivada está en unos 53.000 kilos de sorgo y 43.000 kilos de maíz.
“Hoy tenemos una reserva de alimento y, además de las pasturas naturales, todo lo que producimos es para alimentar a nuestros animales. Toda la producción es para transformarla en kilos de carne. Los llevamos de 120 kilos a 220 kilos, aproximadamente, y de ahí a los engordadores”, añadió Sáenz.