La provincia de Mendoza es una de las principales productoras de tomate en el país, donde la mayoría de los cultivos están destinados a la industria. Sin embargo, esta variedad no es la mejor paga ni la más rentable para los productores. Si bien, como lo ha contado Los Andes, la producción de tomate en fresco es más costosa para los productores, el valor de venta en el mercado es superior al que se puede conseguir con el que se destina a la industria, como mínimo, duplicando ese precio.
De acuerdo a las estadísticas del Instituto de Desarrollo Rural (IDR), que cuenta con un sistema de registros de operaciones comerciales en finca o en callejón (sin flete), con cosecha incluida y sin IVA en las principales zonas frutihortícolas de la provincia, el costo de un kilo de tomate en fresco en la segunda quincena de marzo de 2023 pagado al productor osciló entre los $68 y los $180.
Por caso, en la zona Sur de Mendoza, las estadísticas solo corresponden al tomate perita, donde se pagó $110 el kilo, 23,94% más que en la primera quincena de marzo y un 37,5% más que en el mismo periodo de 2022. En el caso de zona Norte de la provincia (incluidos el Cinturón verde y zona Noreste), ese mismo tipo de tomate para consumo en fresco se pagó en promedio por kilogramo $68,17.
En tanto, en esa misma zona, el tomate cherry tuvo un precio promedio de $180 por kilogramo, mientras que el tomate redondo se pagó a $61,67 en el Cinturón verde (Guaymallén, Maipú y Luján), a $66,67 en la zona Noreste (Las Heras, Lavalle, San Martín, Rivadavia, Junín, Santa Rosa y La Paz) y a $80 en el Valle de Uco (San Carlos, Tunuyán y Tupungato), arrojando un precio promedio de $69,44.
Estos precios son superiores si se lo compara con lo que se pagó en este periodo por el tomate para industria, donde en la zona Sur la pulpa de perita alcanzó un promedio de $40 por kilo, mientras que la misma variedad para industria en toda la zona Norte logró un valor de $30,28.
Pero si nos vamos a las variedades criollas que se fomentan desde la UNCuyo y el Proyecto Labrar, donde podemos encontrar mayor diversidad de tamaño, color y variedades y se acortan los intermediarios para la salida a la venta al mercado, el precio que se paga por kilo puede llegar a los $400 o $450 (para la variedad corazón de buey), superando así en casi 12 veces el valor que se paga en la industria y hasta siete veces más del tomate en fresco de elaboración tradicional.