La conciencia por la producción del futuro está cada vez más presente en el agro mendocino. Aunque todos los esfuerzos parecen ser insuficientes cuando de calentamiento global y agotamiento de los recursos naturales se trata, varios son los productores de Mendoza que han puesto el foco en la sustentabilidad.
Con el fin de poder seguir produciendo pero sin comprometer los recursos para las generaciones futuras, encontramos ejemplos que incluyen lo orgánico, lo biodinámico, la agricultura regenerativa y más en varios de los principales cultivos de la provincia.
La vanguardia del vino
La vitivinicultura ha reconocido su papel fundamental en la preservación del medio ambiente y en la creación de un futuro equilibrado. En este contexto, tanto Bodegas de Argentina (BdA) como Coviar (Corporación Vitivinícola Argentina) han liderado esfuerzos para promover prácticas sostenibles dentro de la industria.
Bodegas de Argentina, a través de su Protocolo de Autoevaluación de Sustentabilidad Vitivinícola, el cual ofrece un enfoque integral que abarca desde la gestión del agua y la energía hasta la biodiversidad y las prácticas sociales responsables.
El protocolo especifica que las bodegas participantes se comprometen a realizar evaluaciones detalladas de sus procesos y adoptar medidas concretas para mejorar su desempeño en todas las áreas de sustentabilidad.
Por otro lado, la Guía de Sostenibilidad de la Vitivinicultura Argentina de Coviar también desempeña un papel fundamental en la promoción de prácticas sostenibles.
Desde la gestión de los viñedos hasta la elaboración y comercialización de los vinos, la guía destaca prácticas y técnicas que buscan minimizar el impacto ambiental, fomentar la responsabilidad social y garantizar la viabilidad económica a largo plazo.
Una forma de validar
Tanto el protocolo de BdA como el de Coviar son una validación del trabajo que vienen haciendo las bodegas mendocinas en materia de sustentabilidad. Y, aunque ambos apuntan a lo mismo, en la práctica presentan algunas diferencias.
Bodegas de Argentina es la cámara de la industria del vino de la República Argentina y representa a más de 250 bodegas de todo el país. Su protocolo de Autoevaluación de Sustentabilidad Vitivinícola de Bodegas de Argentina integra el Programa de Sustentabilidad para la Industria Vitivinícola Argentina, una iniciativa colaborativa más amplia que desarrolla la Comisión de Sustentabilidad de Bodegas de Argentina.
El protocolo comenzó a gestarse en 2011 y hasta la actualidad han logrado que varias bodegas se interesen por prácticas que ayuden al medio ambiente.
La autoevaluación invita a que cada bodega revise las condiciones de trabajo para luego certificarlas correspondientemente. Este escrito cuenta con 14 capítulos, que tiene el alcance de la totalidad de la industria vitivinícola, a lo largo de todo el país, incluyendo al sector vitícola, bodegas, empresas productoras de mosto, uva en fresco, pasas de uva, comercializadoras, asociaciones, entidades académicas, entes de control, gobiernos, etc.
Actualmente, BdA cuenta con 171 unidades certificadas hasta julio de 2023 (incluye tanto bodegas como fincas). Todas pasaron por un proceso de plan de acción, auditorías, certificación del organismo, uso del sello y auditorías internas anuales, también una recertificación cada tres años.
El Protocolo es muy exigente y está reservado a empresas exportadoras. Por esto en 2018 vieron la oportunidad de crear una Guía, que fue desarrollada con la colaboración de la Facultas de Ciencias Agrarias, el INV, el INTA y el INTI. La Guía es un documento complementario del Protocolo y está dirigida a bodegas o viñedos pequeños con menor gestión que quieran implementar prácticas sustentables.
En tanto, en 2021, con el propósito de proporcionar una nueva herramienta de gestión que respalde a todas las instituciones en la adopción de prácticas sostenibles y de responsabilidad social, la Coviar estableció una colaboración con el equipo técnico y docente de la Maestría en Responsabilidad Social y Desarrollo Sostenible de las Facultades de Ciencias Económicas y Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) en Mendoza.
Este acuerdo desenlazó en la actual guía. El proyecto ha sido reconocido por la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) y se originó en el contexto de la actualización del Plan Estratégico Vitivinícola (PEVI) 2030, el cual establece la sostenibilidad como uno de los pilares fundamentales a abordar.
Esta guía cuenta con 20 capítulos de aplicación para que cada bodega, finca o parcela pueda ejecutar los pasos y acercarse a la sostenibilidad vitícola.
“La sostenibilidad es bastante amplia y profunda. Cada una de las temáticas, las dimensiones que toca son complejas en sí mismas, pero en sentido estricto, las dimensiones de la sostenibilidad tienen que ver con criterios ambientales, sociales, económicos, éticos y culturales propios del contexto vitivinícola argentino”, indicó Alfredo Fonzar, técnico que trabajó en la guía.
Por otro lado, el técnico puntualizó cuáles son las materias de injerencia dentro de la guía: “Cuestiones que se relacionan con la gestión del recurso hídrico en la producción primaria y en las bodegas, indicadores que tienen que ver con buenas prácticas agrícolas, buenas prácticas de manufactura, la gestión del recurso energético, indicadores que tienen que ver con la parte humana o el trato a la gente dentro de las organizaciones, aspectos que tienen que ver con ética, integridad y demás”.
“La diferencia fundamental de esta guía es que tiene muy en cuenta la dimensión del entorno donde se desarrolla la comunidad vecina -refiriéndose a los social-”, indicó Adolfo Brennan, vicepresidente de la Unión Vitivinícola Argentina (UVA), miembro del Directorio de Coviar y el director a cargo de la unidad ejecutora de Pymes Exportadoras.
Este proyecto se enfocó a pequeñas, medianas y grandes empresas que puedan acceder al material y gestionar así la empresa, pero también como una herramienta para la exportación.
“Las certificaciones llaman la atención de importadores y mercados que buscan eso. Muchos mercados buscan diferenciación, diversidad, y aquí estamos cumpliendo con eso. Tener el sello de sostenibilidad, de ser sostenible en las operaciones, hace que el interés se posicione mucho más en lo que se presenta en un mercado”, añadió Brennan.
Además, lo que ofrece Coviar cuenta con un sello de Argentina Sostenible. Que se distingue en las etiquetas de los vinos que realizan los productores. “En ese sentido es darle un valor agregado a lo que ya se hace y que de alguna manera se pueda comunicar a partir de un sello de la sostenibilidad propia de la vitivinicultura argentina”, finalizó Alfredo Fonzar.
La agricultura regenerativa
La agricultura regenerativa tiene tres pilares, según la explicación de José Portela, investigador en la Estación Experimental Agropecuaria INTA La Consulta: “El suelo, que debe cuidarse para mantenerlo productivo, vivo y activo. En segundo lugar, el agua, que debe usarse y cuidarse para mantener niveles de uso eficientes y de calidad adecuada. Por último, la biodiversidad, que engloba todo lo que acompaña al cultivo. Un cultivo es parte de la biodiversidad y comprende todo lo que rodea en términos de flora, fauna y microorganismos”.
El INTA comparte de distintas formas la información que recopila, uno de los casos más cercanos son los productores que forman parte de la Asociación Tomate 2000.
“Hace ya 5 años que hay un protocolo de uso seguro de productos fitosanitarios. Este es obligatorio para todos los socios productores y socios de industria, en los cuales se aplican algunos conceptos de sustentabilidad y también algunos conceptos de agricultura regenerativa, comparándola o haciendo alguna diferencia con la agricultura convencional o tradicional”, comentó José Pierantonelli, ingeniero de la asociación.
Este programa de agricultura regenerativa de Tomate 2000 enseña al productor a plantar según los ciclos de la planta y que luego de eso pueda generar otro cultivo que aporte materia orgánica al suelo. Además, se fomenta el uso de fertilizantes orgánicos. “Al ser regenerativa, la vida del suelo es constante. Nos permite prolongar la vida útil, armar un esquema de rotación de cultivo y no repetir el mismo cultivo a lo largo de las temporadas”, añadió.
Cultivos de ajo que usan técnicas sustentables
En el agro mendocino, el ajo es uno de los productos más importantes. Si bien hasta el momento no se cuenta con un protocolo como en otros cultivos, algunos productores se han volcado hacia una producción más sustentable.
“En la empresa Comisión Santa Rita, hace nueve años que venimos transitando el proceso de orgánico. Tenemos más o menos un 35% de plantación de ajo orgánico y en otros campos el 65% de la superficie lo tenemos como convencional”, dijo Fabián Fusari Duin.
Fusari es el presidente de la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajo, Cebollas y Afines de Mendoza (Asocamen). Y aseguró: “En el caso particular del ajo no hay ningún protocolo por el momento”, aunque no descarta que se pueda generar un protocolo de sustentabilidad para el sector.
Por su parte comentó también los cambios que han implementado en uso de químicos para el cuidado de los cultivos: “Todo tiende hacia productos naturales, estamos trabajando con muchos bactericidas, fungicidas, que son biológicos y ahí sí hay un cambio en todo lo que es producción. Hemos obtenido un muy buen resultado, lo estamos haciendo tanto en el cultivo orgánico como en el cultivo convencional”.
Papines andinos en Mendoza
Producto de un viaje a Perú, lugar donde está el reservorio de papa más grande del planeta, Eduardo Barraud investigó junto a sus socios cómo podían hacer para generar papines andinos.
Junto al INTA encontraron semillas que les proporcionó lo que actualmente produce con sus socios bajo la marca Quipu. “Hoy estamos alrededor de nueve hectáreas, dentro de las cuales tenemos una parte agroecológica. Esa parcela se trata con cuidados especiales, mucho más intensiva en mano de obra, se usan menos agroquímicos y fertilizantes. El resto de la plantación lo desarrollamos de una manera tradicional. Es un porcentaje 30 (agroecológica) y 70 (convencional). La idea es con el tiempo tener certificación orgánica, pero es un camino que va a llevar su tiempo. La papa requiere de rotación de parcelas, pero a la vez el circuito de la plantación hace que el terreno descanse 4 o 5 años de la papa. Entonces la configuración orgánica es bastante compleja”, comentó Barraud.
El empresario explicó que dentro de los papines agroecológicos y los convencionales ha encontrado diferencias, sobre todo en que los primero al estar libre de pesticidas y demás, está sujeto a enfermedades u organismos vivos que pueden afectar la productividad del tubérculo.
El aporte del INTA
Mendoza viene viendo las formas de mejorar sus cultivos desde hace bastante tiempo, el principal móvil para esto fue la vitivinicultura. Una de las razones por las que se da en este sector es que los mercados externos cuidan que los vinos no tengan trazas de herbicidas o agroquímicos.
Esta premisa de productos químicos en los alimentos llegó a las plantaciones como el ajo, la papa y el tomate. Desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) tienen varios programas de cultivos y sus mejoras en cuanto a ser libres de agregados químicos.
En el 2018 comenzaron fuertemente un trabajo que impulsó a la creación de proyectos de agricultura regenerativa. Los resultados de esto no se ven a corto plazo, pero los estudios han demostrado una baja en gastos en cuanto a cuidados de las plantaciones.
Algunos proyectos actuales se encuentran en la zona de La Consulta, San Carlos. Allí revisan cómo los cultivos reaccionan a la agricultura regenerativa.
“INTA viene hace tiempo también aportando a esta mirada a buscar crear información y tecnología para poder satisfacer esta necesidad de modelos alternativos. Ya sean en cuestiones de manejo de cultivo o en aspectos que tienen que ver con el mejoramiento genético que se acomode a estas necesidades”, explicó el ingeniero agrónomo, José Portela.
El investigador del INTA se desempeña en agroecosistemas, que pueden verse en un viñedo o en una finca hortícola. Estos sistemas son manejados por personas, que a su vez están determinadas por los ingresos económicos que disponen para el manejo de aspectos naturales, ambientales, de suelo, entre otros.
“Lo que buscamos en el proyecto es haber aportado a menores costos de producción, a menor dependencia de insumos externos, es decir, que la producción se pueda sostener más por procesos ecológicos, los procesos naturales que deberían ocurrir en la finca, y también que tengan los mismos o mejores niveles de producción”, comentó Portela.