Los cultivos y productos orgánicos van ganando adeptos en todo el país y si bien no son la panacea económica, son de hecho una alternativa más para las explotaciones agropecuarias y que además puede tener una rentabilidad mayor a las producciones convencionales.
Dentro de este universo tanto agrícola como ganadero, Mendoza está teniendo una posición de primacía al ser la provincia en donde existen la mayor cantidad de establecimientos dedicados a este tipo de cultivos.
Además, el vino orgánico es uno de los productos que más creció en el último año, como así también el ajo y el olivo, de acuerdo a los datos suministrados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agropecuaria (Senasa).
Agricultura orgánica, una forma de diversificar sin cambiar la matriz
Diversificar la producción no lleva implícito el tener que cambiar de actividad, la agricultura orgánica bien puede presentarse como una forma de ampliar esa matriz productiva de base para acaparar un mercado nacional como internacional que va en crecimiento.
Para mostrar e incentivar a este tipo de explotaciones sustentables y amigables con el ambiente, se conformó la primera Mesa Provincial de Agricultura Orgánica en Mendoza.
“Lo que hicimos fue reunir a distintas organizaciones tanto estatales como privados para iniciar lo que pensamos debe ser una política de Estado, para que continúe con el tiempo”, dijo Valentina Navarro, directora de Agricultura de Mendoza.
“Con esto lo que pretendemos es promover esta actividad para aquellos productores que estén hoy pensando en iniciarse, que tengan la información suficiente. Y es una forma de diversificar la matriz productiva porque si bien los productos son los mismos, deja de ser convencional para ser orgánico y esto le permite al productor acceder a otros mercados, principalmente en el exterior que demandan estos productos”, dijo la funcionaria.
La producción orgánica en el país
Los productos “orgánicos”, “ecológicos” o “biológicos” son obtenidos a partir de un sistema agropecuario cuyo objetivo es el de producir alimentos sanos y abundantes, respetando el ambiente y preservando los recursos naturales.
La producción orgánica se basa en la aplicación de técnicas tendientes a mantener o aumentar la fertilidad del suelo y la diversidad bilógica, que permitan proteger a los cultivos y animales de plagas, malezas y enfermedades bajo un nivel tal que no provoquen daños económicos.
No se permite el uso de productos de síntesis química ni de organismos genéticamente modificados y toma en consideración la observación y conocimiento de los ciclos naturales de los elementos y de los seres vivos.
La condición “orgánica” de un producto es un atributo de calidad, que garantiza que dicho producto se ha obtenido cumpliendo requisitos adicionales respecto de los exigidos para los productos convencionales.
La producción orgánica, más allá de ser un cambio cultural o de mentalidad en el productor, se trata básicamente de “un cambio en la forma de trabajo”, afirmó Valentina Navarro.
“En esto hay que trabajar el suelo distinto, las plagas se trabajan distinto, se aumenta la fauna microbiológica en el suelo para nutrirlo, hasta las malezas se trabajan de distintas formas, es un cambio que no cuesta tanto, pero si al que hay que adaptarse”, indicó la directora de Agricultura mendocina.
Anualmente el Senasa realiza un relevamiento de la producción orgánica en el país que se encuentre bajo certificación y que cumpla con todas las normativas.
De acuerdo al estudio realizado, en el 2022 se ratificó una vez más que los principales destinos para los productos orgánicos del país es la exportación a Estados Unidos y la Unión Europea.
En tanto el consumo de productos orgánicos en el mercado interno sigue mostrando una baja participación del volumen total certificado.
En cuanto a la superficie bajo seguimiento, se mantuvo en 3,9 millones de hectáreas, pero al mismo tiempo creció un 3% la cantidad de unidades productivas a las que se les realiza el seguimiento y se mantiene la tendencia creciente que hay en el país desde 2015.
De las casi, cuatro millones de hectáreas dedicadas a las producciones agropecuarias orgánicas, hay 290 mil hectáreas destinadas a producción vegetal de las cuales en 2022 se cosecharon un total de 109.987 ha, 14% más que en 2021.
De los 1336 establecimientos con producción orgánica que había en el país en 2021 saltó en 2022 a 1.376 operadores primarios en actividad.
En 2022 Mendoza siguió con la tendencia y creció un 16% con respecto al 2021 en cantidad de explotaciones orgánicas, pero además es la provincia donde más unidades productivas hay con 312 establecimiento. Le sigue Río Negro con 216 y Buenos Aires con 173.
De la superficie cosechada en 2022, entre los cultivos industriales orgánicos, que suman 37.011 hectáreas, el que más se destacó fue la caña de azúcar (41%), le siguen la vid (32%) y el olivo (21%).
La caña de azúcar orgánica se cosechó principalmente en Jujuy, Salta y Tucumán mientras que la vid en Mendoza y el olivo principalmente en el territorio mendocino más Catamarca, La Rioja y Córdoba.
En tanto, la hortaliza orgánica más cultivada en 2022 continuó siendo el ajo (64%) que se produce en Mendoza.
El destino de la producción orgánica
Valentina Navarro, directora de Agricultura de la provincia aseguró que “más allá de un tema filosófico, es decir, estar de acuerdo con la producción orgánica porque a uno le guste eso de ser amigable con el ambiente, el dedicarse a lo orgánico también es por un tema económico”.
Según la funcionaria “muchas veces el ser orgánico un producto se ve reflejado en el precio y otras veces no, pero más allá de eso, lo que te permite es ubicar la producción en mercados distintos a los productos convencionales”, agregó.
Según los datos recabados por el Senasa, en lo que respecta a la venta de los productos orgánicos, el principal destino son las exportaciones: un 98% son de origen vegetal y un 2% de origen animal.
A tono con lo que sucedió en el país en todas las actividades, en 2022 hubo una disminución del volumen total exportado de productos orgánicos, cayó un 17%, comparado con 2021: se vendieron 118.700 toneladas en total.
Al realizar el desglose por productos, y tomando algunos de los que se cultivan o producen en Mendoza, el ajo orgánico dio un salto del 7% entre 2021 y 2022. Pasaron de 3.535.514 kilos a 3.781.941 kilos.
En el caso del vino el aumento del volumen que se vendió en el exterior fue del 3%, en cambio el mosto concentrado de uva fue la otra cara de la moneda, sufrió una caída del 37%.
La ciruela desecada orgánica también tuvo un aumento considerable. En 2021 se exportaron 319.300 kilos mientras que en 2022 fueron 912.690 kilos. Esto significó un incremento del 186%.
El principal destino de las exportaciones argentinas de productos orgánicos de origen vegetal son los Estados Unidos que acaparó, en 2022 el 43%. En segundo lugar, está la Unión Europea con el 40% del volumen exportado.
El Reino Unido continúa como tercer destino en importancia, a donde se despachó el 3% de las exportaciones.
El mercado que se abrió para Argentina y tuvo un aumento notorio en cuanto al volumen despachado fue Japón. Después aparecen Canadá, Ecuador, Chile, Bolivia, Corea y Suiza.
En el caso de las ventas en el mercado interno, de acuerdo con lo declarado por las empresas certificadoras, la producción orgánica que termina en el consumidor final equivale al 1,3% del total de la producción.
Dentro de ese marco, el 70% corresponde a productos industrializados como azúcar de caña, harina de trigo, vinagre de manzana, vino y yerba mate, entre otros.
El informe elaborado por el Senasa refleja que los productos orgánicos certificados destinados al mercado doméstico mantienen la diversidad, pero siguen estando en niveles muy bajos.
Voluntad para tener un producto diferenciado
Francisco Araujo y Miguel Di Carlantonio son dos productores que están dedicados a la producción de frutales orgánicos y también vino.
En ambos casos, la convicción de llevar adelante una explotación más amigable con el ambiente y entregar un producto más saludable, es lo que les da la suficiente fuerza de voluntad para continuar por este sendero.
Francisco Araujo es el gerente general de la firma Agropecuaria La Reserva que está instalada en Villa Atuel, distrito de San Rafael.
La empresa familiar comenzó hace más de una década produciendo espárragos orgánicos para exportar a Estados Unidos. Si bien ese negocio en particular no prosperó, por las condiciones económicas del país, la irrupción en lo que es el cultivo de ciruela orgánica lo mismo que la vid y su consecución en la producción propia de vino, también orgánico, se abrió paso en el mercado y sigue firme tras poco más de una década.
“Por un lado está la convicción de los dueños de producir alimentos de manera sustentable y por otro lado el encontrar espacios para comercializar los productos que tengan alguna diferenciación o alguna posibilidad distinta. Hay años también en que uno se tienta porque los productos convencionales valen más que los orgánicos, aunque no parezca”, comentó Araujo.
Para Francisco, al ingresar en el universo de las producciones orgánicas, lo principal a tener en cuenta es tener la suficiente voluntad para sostenerse en el tiempo.
“Yo creo que lo más difícil de todo, es poder sostener este tipo de producciones en el tiempo, porque lo que a veces surge es que se entusiasman con este tipo de producciones y acá no se pueden cometer errores, sino se pierde la trazabilidad y la condición de orgánico y todo el esfuerzo que se hizo bueno es un gasto tirado a la basura”, comentó.
A la hora de tener que aconsejar a un productor sobre esta forma de llevar adelante un cultivo, Araujo cree que antes es mejor “explorar primero hacer un buen producto convencional y generar mejores rendimientos” porque “si se quiere meterse en lo orgánico debe estar dispuesto a recorrer un camino más largo”.
Para el productor sanrafaelino, para llevar adelante una explotación orgánica, si o si se requiere de un equipo especializado que esté en el día a día para no cometer errores que hagan perder el estatus.
“Desde mi punto de vista, la forma de hacer esto es teniendo un equipo muy preparado, tener un ingeniero agrónomo, tener encargado que estén muy encima de la producción, para no cometer errores”, afirmó.
Miguel Di Carlantonio es un productor agrícola de Santa Rosa. Hacer unos 30 años que se inició en la actividad, pero concretamente en la producción orgánica. Su fin fue encontrar un nicho para comercializar, pero partiendo de la convicción que tuvo siempre de que “el producto orgánico es más sano”, afirmó.
En los inicios comenzó con frutales, entre ellos durazno y ciruela, después incluyó la vid y más tarde le sumó la elaboración de vinos.
El durazno quedó en el camino, pero el resto de los cultivos los mantiene hasta el día de hoy. “Los duraznos me costó mucho mantenerlos orgánicos y con el tiempo los dejé, entonces seguí con la ciruela y empecé con la vid, que son más fáciles de llevarlos”, aseguró.
En el mundo del vino se inició alrededor de 25 años atrás, se asoció con otro productor al que conoció en una capacitación sobre producción orgánica y como tenía una pequeña bodega, entre ambos nutren de la uva necesaria para realizar la elaboración.
“Juntamos las uvas de las dos fincas que tienen certificación de orgánico y hacemos en su bodega el vino blanco. No es fácil la venta, hay bodegas que compran vino orgánico y ahí lo vendemos, pero cuando no podemos ubicarlo terminamos vendiéndolo como convencional. Igualmente hace unos años que lo vendemos directamente como orgánico y puedo decir que es un poquito más rentable que el vino convencional”, agregó De Carlantonio.
Para el productor de Santa Rosa, “antes era un poco más difícil” mantener una finca para producir orgánicos, pero con el tiempo “hay productos que están permitidos utilizar y hacen que sea un poco más fácil la cosa”.