El sector ciruelero presenta un panorama agridulce en cuanto a la venta de la materia prima. Por un lado, el sector logró acordar un valor de referencia antes de la cosecha, pero, por el otro, muchos productores que obtuvieron calibres chicos no tienen donde colocar su producto.
Tal como informó este medio antes, el 30 de enero se dio una reunión en San Rafael para definir precios de referencia, con productores, industriales y el gobierno de Mendoza. Allí se definió pagar por kilo unos 22 centavos de dólar (80% dólar divisa y 20 % contado con liquidación) o 25 centavos de dólar a precio oficial. Es decir, hoy en torno a los $210 por kilo, aunque si se paga con financiación el valor aumentará de acuerdo al dólar.
En ese momento se celebró por ser un acuerdo histórico, sin embargo el problema se dio más tarde porque ese valor era para los calibres medianos. Se habló que los tamaños más chicos recibirían un precio menor, en torno a los $160, pero en la actualidad muchos secaderos ni siquiera están recibiendo esa fruta.
“Argentina no es formador de precios. Los valores son muy bajos, se le está pagando muy poco al productor y se paga por calibre, varía desde 160 pesos a 220″, comentó Omar Alonso Suganuma, productor e industrial de ciruela. Los buenos tamaños se relacionan con poder fertilizar, aplicar los cuidados fitosanitarios y hacer todas las labores culturales.
El problema, nuevamente, está en los tamaños menores. “Los calibres muy chicos no van a poder ser comercializados. Directamente los secaderos no los reciben, es muy raro que reciban calibres chicos”, afirmó Alonso Suganima desde el sur provincial.
Por su parte, el productor frutícola Alfredo Van Houten comentó que el rango de precios está entre $160 y $200, y también afirmó que los secaderos no están aceptando entregas que tengan una proporción grande de calibres chicos.
“El productor que no pudo aplicar un cierto nivel de tecnología se ha quedado con mucha ciruela de calibre chico. Por supuesto que tamaño chico siempre existió, pero hablamos de proporciones, de cuánto hay de calibre chico en relación al grande, y eso ha hecho que esa gente tenga problemas de comercialización importantes”, afirmó Van Houten.
Oferta y mercado
Más del 90% de la ciruela industria que se hace en la provincia tiene como destino el mercado internacional y desde el Comité de Exportadores de Ciruela de Mendoza (Cecim) reiteraron que no es Argentina quien fija los precios en el mercado mundial. Así mismo, son los calibres grandes los que buscan los principales compradores fuera del país.
“La verdad que el precio que se fijó en Mendoza de $ 200 con determinadas características de calidad dejó a muchos productores afuera del mercado, porque no tenían la calidad que se estaba requiriendo y por la cual se quería pagar, principalmente por el tamaño”, opinó Lucio Álvarez, presidente de Cecim.
El referente aseguró que cuesta mucho colocar esos calibres chicos y que, si bien antes un comprador habitual era Rusia, después de que empezara el conflicto con Ucrania la situación se volvió más difícil. Además, en los últimos tres años hubo un precio internacional por encima de la media histórica, pero como se acomodaron los stocks los precios han bajado a nivel mundial (“lo cual condicionó un poco el precio local para la fruta este año”).
Alfredo Van Houten recordó que el sector mendocino presenta varias desventajas con respecto a sus competidores chilenos. Además, en el caso de Rusia que era el principal importador de calibres chicos, “se ha cortado la cadena de pagos y es muy difícil colocar” la mercadería en aquellos pagos. A eso, se suma que el año pasado había quedado mucha ciruela seca de tamaño chico.
Para Alonso Suganima, es importante considerar que Países Bajos y Brasil consumían ciruelas con calibre chico, pero la tendencia cambió. “Brasil parece no querer más ciruelas chicas y está comprando los calibres grandes especialmente a Chile. O sea, a medida que pasa el tiempo, por el mismo precio, compra mejores calibres”, dijo este productor e industrial.
Otro problema que sumó Van Houten es la falta de capacidad de los secaderos, que después de años de cosechas malas dejaron de invertir y hoy priorizan los frutos grandes. Eso, aparte de las limitantes al acceso al gas natural para el secado y la incertidumbre económica general con los nuevos cuadros tarifarios (además de que se trata de inversiones de infraestructura a largo plazo).