Lo que empezó como pequeños saqueos a las propiedades en las que se cultivan paltas en Sudáfrica se tornó en una actividad de bandas organizadas, que pueden robarse hasta 30 toneladas en un asalto. Los ladrones actúan de noche y apuntan a los frutos de primera calidad, destinados a la exportación. Es que en Estados Unidos y Europa se ha incrementado el consumo y el precio de venta puede ascender a los 12 dólares.
Esto ha obligado a los propietarios de estos cultivos a contratar guardias privados para evitar los robos. Los uniformados patrullan durante la noche, utilizando vehículos todo terreno. “Cada vez hay más ladrones, cargan camiones enteros”, explica Marius Jacobs, un vigilador. Los saqueos de los campos en estos últimos años se cuentan por miles de toneladas y suponen pérdidas de millones de dólares para los productores sudafricanos.
Los equipos de Marius Jacobs se encargan de la seguridad de una veintena de granjas, la mayoría especializadas en este codiciado fruto, consigna Clarín. Los ladrones descubiertos en pleno delito son perseguidos por perros, capturados y trasladados a la policía.
En esta época de final del verano austral, en los cultivos de Limpopo (norte), las ramas están bien cargadas de frutos carnosos, de color verde oscuro, a punto de ser cosechados. En las 250 hectáreas de campos de la explotación Allesbeste, los temporeros trabajan rápidamente en el inicio de la cosecha.
“Capturamos a un minibús lleno”, recuerda un guardia, Manuel Malatjie. “Hacemos lo que podemos, pero cada vez es más difícil”, agrega.
Edrean Ernst, un productor, prevé 17.000 dólares de pérdidas por culpa de estos hurtos. Y eso, pese a haber invertido sumas colosales en seguridad, tanto en personal como en el vallado, una parte del cual está electrificado. En estos dos últimos años, la empresa, que exporta 1.500 toneladas de aguacates al año, fue víctima de una veintena de saqueos.
En un mercado cerca de Tanzeen, a unos 400 km al norte Johannesburgo, cada lote de paltas lleva un código de barras para poder seguir su origen. Es una manera de luchar contra el tráfico del “oro verde”. Mauritz Swart, quien controla la mercancía en el mercado, detecta pequeños trozos de tallo en cada fruto. Este remanente evita que se oxide rápidamente. En los saqueos, los ladrones arrancan los aguacates tan deprisa que no se fijan en ello y dejan un orificio.
Cerca de una carretera, bolsas de aguacates cuelgan en puestos ambulantes. Se ven agujeros en los frutos. A dos dólares el kilo, son seis veces más baratos que en un supermercado. Vienen de un “mercado” vecino, asegura el vendedor. “Estos vendedores inundan el mercado informal” y tienen un impacto en los precios y la demanda, explica Swart. “La policía no lo toma en serio (...) No es un asesinato, sólo el robo de aguacates”, critica.