La creciente tendencia en el consumo de productos “orgánicos”, “ecológicos” o “biológicos”, es algo que se viene observando desde hace un tiempo en todo el mundo. Esto se ve avalado por las últimas cifras del Instituto de Desarrollo Rural (IDR) que arrojan que la superficie orgánica cosechada aumentó en Argentina, respecto del año anterior, un 5% durante 2018, con 80.880 hectáreas, sin contar la recolección silvestre, logrando la segunda mejor marca y muy cerca de la cifra histórica de 2016, según las cifras de Senasa. A esto también se suma la experiencia de los propios productores, que dan cuenta del aumento en las ventas y aseguran que, para poder cubrir la demanda, es necesario que cada vez más productores tradicionales se pasen a lo orgánico.
El 2018 marcó otro récord para la agricultura orgánica a nivel mundial. Según un estudio llamado “El mundo de la agricultura orgánica” publicado por FiBL e IFOAM – Organics International se registraron 71,5 millones de hectáreas con agricultura orgánica, representando un 2,9% o 2 millones de hectáreas más respecto de 2017, siendo Argentina el segundo país con más cultivos con 3,6 millones de hectáreas, bastante lejos de los 35,7 millones de hectáreas de Australia.
Desde el Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO), Igor Baratoff, también dueño de Nuestras manos, una empresa de elaboración de alimentos orgánicos certificados, contó que desde la organización se motiva a los productores tradicionales a que se pasen a la agricultura orgánica porque consideran que la demanda va a seguir creciendo y la provincia de Mendoza presenta grandes probabilidades para el desarrollo de este tipo de cultivos, no sólo en la vid, el más representativo de la provincia, sino en los diferentes frutales y también carnes, los cuales son muy demandados en el mercado internacional, con la Unión Europea y Estados Unidos como principales destinos, y cada vez más en el consumo interno.
Baratoff señaló que, hoy por hoy, la demanda está sobrepasando la oferta. Hay una gran necesidad de ampliar la gama de productos bioecológicos disponibles en el mercado y existe mucha demanda insatisfecha.
La foto de setiembre de 2020 muestra que se ha incrementado considerablemente la comercialización de estos productos, la demanda y su producción. Sobre todo durante la pandemia, desde el mes de marzo, el crecimiento del consumo de este tipo de alimentos ha sido exponencial y, en su caso personal con Nuestras Manos, las ventas se han multiplicado por tres o cuatro.
Si bien la producción de este tipo tiene un costo adicional, el empresario consideró que no es tal como se cree, ni mucho menos imposible de pagar. Para él se trata de una inversión que lo vale porque el producto es demandado. Hoy en día una certificación orgánica puede costar, para un productor, alrededor de los $ 30.000 anuales, según las cifras de MAPO.
Nuestras Manos se presenta como un ejemplo, para otras pymes y productores, de que se puede poner en valor la producción.
A partir de la elaboración de mermeladas, duraznos orgánicos en almíbar -la única empresa en Argentina- y pulpa de tomate, le ha permitido una rentabilidad y ha generado una cadena con los productores por la demanda de nuevos productos ecológicos, cada vez más.
Una tradición centenaria
Las estadísticas brindadas por el IDR mostraron que los cultivos industriales no sólo son los más importantes del país sino que, en 2018, tuvieron un crecimiento. Este segmento incluye la vid, olivo, tabaco, caña de azúcar y cultivos textiles, y la provincia de Mendoza, con 5.531 hectáreas, es la tercera en cantidad cultivada detrás de Tucumán y Jujuy.
Para la provincia, los industriales representan el principal cultivo, con la vitivinicultura como referencia, con una exportación de más de seis millones de litros de vino orgánico anuales.
Cada día crecen los ejemplos de bodegas que se vuelcan a la producción ecológica y una de las más antiguas en este tipo de elaboración es Cecchín, el primer establecimiento cien por ciento orgánico certificado.
Alberto Cecchín, quien está al mando del negocio familiar, recuerda que su tradición se inició en 1908, cuando su bisabuelo llegó desde Italia y, por no conocer los productos químicos, comenzó su negocio de manera natural. Con el paso de las generaciones, él decidió continuar con la elaboración de sus vinos sin químicos, más por una elección personal que por un legado.
En el auge total de los productos químicos, hace 20 ó 30 años, llegaron a la conclusión de que no querían usarlos en sus viñedos, así que decidieron “producir menos pero de mejor calidad”.
Los vinos de Cecchín se destinan, en su gran mayoría, al mercado externo, al que corresponde prácticamente el 70% o 75% de su producción. Sin embargo, en los últimos meses, el consumo local ha crecido mucho por el aumento que se ha dado en todo el país.
El empresario entiende que con los productos orgánicos no es que nazcan nuevos consumidores sino que es alguien que del consumo convencional se vuelca a lo orgánico. “Muchos productores que hasta ayer eran convencionales, por llamarlos de un modo, ahora buscan volcarse a lo orgánico porque ven que la torta se va agrandando”, manifestó sobre el aumento de la oferta entre sus competidores.
La producción orgánica en el oasis Sur
Las 7.165 hectáreas totales cultivadas en Mendoza se distribuyen a lo largo y ancho del territorio provincial. Así, en San Rafael, más precisamente en Las Paredes, encontramos Finca Paru, uno de los únicos en la región Sur que tienen producción primaria orgánica y elaboración certificada.
Más por una convicción personal que por un futuro negocio, Bárbara Zapata y Germán López, ella chef y él licenciado en Economías Agrarias, se instalaron en la provincia de manera definitiva en 2014 y comenzaron con su emprendimiento que desde hace tres años también está abierto al turismo, donde la gente puede ver cómo se produce en temporada, los distintos procesos y se puede hacer degustaciones.
Ellos elaboran frutos y tomates frescos, salsas, dulces, aromáticas y más. El marcado aumento en el consumo de productos naturales, sobre todo de insumos orgánicos, los ha llevado a expandir cada vez más sus plantaciones, por lo que para este año incorporarán más plantas aromáticas, como rosa mosqueta, y fruta, como sandía y melón.
Zapata entiende que ha crecido la demanda de productos orgánicos porque hay más conciencia en el consumidor. Eso lo ve ella misma en la cantidad de personas que se acercan a la finca y le consultan por semillas para sus propias huertas, por ejemplo. “La gente quiere saber lo que come, de dónde viene o qué control tiene. El sello orgánico argentino es una garantía para el consumidor”.
La distribución de sus productos se da en algunas tiendas naturales o algunos autoservicios y también clientes particulares que se acercan directamente al lugar a buscarlos.
En el Sur, hay muy poca competencia en la venta de productos bioecológicos. Incluso, en su especialidad, Finca Paru son los únicos, algo que para ellos no es tan satisfactorio, sino que les gustaría que más productores se animaran a apostar por los cultivos orgánicos para aumentar la oferta y lograr así una mayor adhesión de los consumidores a este tipo de productos, lo que repercutiría directamente en el precio.