La mecanización venía ganando su espacio a ritmo lento en la producción vitivinícola, pero, como ocurrió en otros sectores, la pandemia aceleró el proceso. Es que el sector agrícola anticipa que tendrá dificultades para realizar la cosecha por las restricciones para que lleguen personas desde otras provincias. Así, mientras el parque local de maquinarias ha alcanzado las 100 desde 2008, este año estiman que saldrán al mercado entre 15 y 17 más.
Sergio Sottano, gerente de Posventa, Repuestos y Servicios de Agromaq Virdó (concesionario de New Holland en Mendoza), comentó que ya en la temporada pasada se notó un incremento en la necesidad de maquinaria, porque cuando comenzó la pandemia muchas personas que vinieron a trabajar en la cosecha se volvieron a sus lugares de origen para evitar inconvenientes (que, de hecho, tuvieron después, los que se quedaron, para regresar).
Así, productores que tienen 200 o 300 hectáreas, que hasta ahora contrataban la cosecha mecanizada, se muestran interesados en contar con su propia máquina. Por otra parte, las empresas prestadoras de servicios apuntan a aumentar sus flotas, porque adelantan que crecerá el uso de esta alternativa para levantar la producción, ya que una máquina puede realizar la labor de 60 personas y, en un contexto de cuidados sanitarios, esto puede resultar fundamental.
Sottano indicó que, entre 2008 y 2019, la provincia sumó 100 unidades a su parque de maquinarias y que esta temporada saldrán al mercado otras 15 ó 17, lo que implica un crecimiento significativo. En cuanto a opciones, comentó que tienen desde equipos 0 kilómetro a máquinas reacondicionadas por ellos mismos, con financiamiento de fábrica, bancario y propio, de hasta casi un año.
Raúl Novello, economista e investigador de la Estación Experimental Agropecuaria Junín, del INTA, detalló que han identificado que uno de los principales problemas que tiene el sector vitivinícola en el Este provincial –con mayor énfasis, aunque la problemática se observa en toda la provincia- es la dificultad para conseguir mano de obra. Entendieron que esta escasa disponibilidad se debe a que la vitivinicultura utiliza modelos tecnológicos del siglo pasado, mientras la población en edad activa, que podría ir a trabajar en los viñedos, no está dispuesta a cargar un tacho en el hombro para tener una remuneración que no compensa ese esfuerzo.
Esta falta de innovación en el sector primario se asocia, a su vez, a los sucesivos ciclos de pérdida de rentabilidad, que han llevado a la desinversión de los productores y a que no pudieran implementar mejoras tecnológicas ni mecanización de las labores. Aunque el estudio que vienen desarrollando desde la EEA Junín plantea los problemas de competitividad estructurales, también muestra un camino a seguir.
Es que otra de las preocupaciones de los investigadores es que el sector agrícola no está generando una oferta de trabajo para las nuevas generaciones –los hijos de los actuales contratistas y obreros vitivinícolas- y esto puede tener un impacto negativo en el desarrollo territorial local, ya que esas personas emigrarán a los centros urbanos. La modernización es uno de los mecanismos, planteó Novello, para acercar la oferta y la demanda laboral.
El economista indicó que el objetivo es lograr una vitivinicultura mecanizada, incluso en el caso de los pequeños y medianos productores.
Es que, los procesos de mecanización se han ido produciendo, generalmente, a la par de una concentración de los viñedos. Para el INTA es clave que no se reduzca el número de viticultores.
De ahí que señalen la necesidad de que el Estado intervenga para facilitar el acceso a financiamiento para la adopción de nuevas tecnologías.
Pero también, que los productores se asocien para utilizar maquinarias en común, ya sea a través de consorcios, cooperativas o esquemas de integración horizontal.
Novello señaló que algunas máquinas, según el tiempo y la frecuencia con que se desarrolle la tarea, podrán ser utilizadas por un grupo más amplio, mientras otras, por un número menor de propietarios o contratistas.
Otro factor clave a la hora de incorporar maquinaria en las labores agrícolas se vincula a las adecuaciones que se deben realizar en el cultivo, que también demandan una inversión.
El ingeniero agrónomo Alejandro García, jefe de la Agencia de Extensión Rural del INTA Rivadavia, planteó que, si bien las empresas grandes cambian los postes de madera por metálicos cuando implementan la mecanización, los existentes se pueden utilizar, ya que suelen tener algunas roturas, pero se sostienen.
Por otra parte, lo habitual es que los productores con grandes extensiones de viñedos arranquen las estructuras existentes para plantar nuevas, con sistemas de conducción más adecuados a la mecanización. Pero esto es muy difícil para los pequeños o medianos.
García resaltó que no es necesario erradicar lo que tienen, sino que el espaldero –y con menor facilidad el parral- se puede llevar a canopia libre, al subir las líneas de carga de los 70 u 80 centímetros de altura a 1,60 metro. Para esto, se necesita colocar un alambre de alta resistencia en lo alto y conducir la vid hacia allí.
También se recomienda colocar un palo cada tres metros –en lugar de uno cada 6 o 7-, para que soporte mejor el peso.
El ingeniero detalló que han probado este sistema en las parcelas demostrativas del INTA, con éxito, y que, si bien se puede optar por una elevación paulatina, lo más conveniente es hacerlo de una sola vez, ya que se pierde un poco de rendimiento el primer año, pero la transición es más rápida. En cuanto a la fertilización y el riego, en los dos primeros años no han notado pérdida de vigor, por lo que han mantenido el esquema.
García aclaró que al productor que tiene un rendimiento alto no le conviene hacer el cambio todavía, pero a aquél que está teniendo bajos rindes, sí. También, que el sistema de canopia libre –a diferencia del box prunning, específico para cosecha mecanizada- posibilita que las tareas se desarrollen de modo manual, asistido y mecánico, por lo que se trata de una conducción de transición. Añadió que es fundamental el acompañamiento al viticultor, porque hay diferencias en el manejo respecto del espaldero y el parral.
Nicolás Vicchi, subgerente de Acovi (Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas), señaló que la mayoría de los productores vitivinícolas no están mecanizados y que en el sector cooperativo cuentan con máquinas cosechadoras para que los que tienen viñedos de pequeña escala puedan acceder al servicio. Es que comprar las maquinarias es imposible para los que cuentan con pocas hectáreas y tampoco pueden contratar a una prestadora cuando están en localidades alejadas.
Vicchi indicó que el costo de la cosecha representa entre 35 y 40% del total de la producción, pero reconoció que la mecanizada tiene valor dólar, por lo que no es tan conveniente en propiedades que no alcanzan buenos rindes por hectárea. La mejor opción, en estos casos, es la asistida, porque permite realizar la tarea con menor cantidad de cosechadores –con el uso de bines y macro elevadores- y ofrece una mejor calidad de trabajo para los operarios.
Pero aún en este caso, se recomienda la inversión de modo asociado, ya que para una propiedad de 100 hectáreas –en la que se necesitan 30 bines, un tractor elevador-volcador y una uña para el tercer punto- se debe pensar en unos 600 mil pesos más IVA.