La inseguridad en el campo es un problema de larga data que golpea a productores de todos los cultivos. Si bien no hay datos específicos, especialistas del tema consideran que durante las restricciones de la pandemia bajaron los robos, pero desde mediados del año pasado volvieron a subir.
Con características especiales entre zonas y cultivos, hay por lo menos tres tipos de robos comunes en el campo. El primero es la sustracción de insumos como tractores, abono, alambres y hasta transformadores de energía (por el cobre). El segundo es el robo de cosechas, sobre todo en cultivos con alto precio por kilo como nueces. El tercer tipo es el asalto a las personas en sus casas o cuando acaban de cobrar por su trabajo en el campo.
El comisario general Sergio Quiroz, jefe distrital V (que abarca Maipú, Luján y el corredor internacional), ha participado en reuniones con el gobierno y productores agrícolas en busca de soluciones. “Con la pandemia el problema se redujo, quizás porque estaban todos obligados a estar en el domicilio y había controles de circulación donde se verificaba a las personas. A medida que se normalizó todo, se volvió a un nivel promedio de robos”, analizó.
Según explicó, en el oasis norte suelen darse más el robo de implementos agrícolas, mientras que el robo de cosechas se da más en el Valle de Uco, pero ninguna zona está exenta de ambos tipos de robos ni de los ataques a las casas. “En Luján y Maipú vemos mucho robo de implementos y cables. Incluso, se llevan los postes y palos de algarrobo de los viñedos para calefaccionarse”, detalló el comisario general.
Eduardo Córdoba, presidente de la Asociación de Viñateros de Mendoza (AVM), considera que la situación de inseguridad está “igual o peor” que en otros años: “Lo sufro personalmente. Nos roban los palos de los parrales, los desengrampan, los arrancan y se los llevan. Conozco de lugares en Nueva California (San Martín) donde se han robado tractores, con acoplados y todo”.
El robo de implementos y el vandalismo es un tema difícil para las personas que viven del campo, que a la poca rentabilidad que tienen le deben sumar estas reposiciones. Además, afirmó Córdoba, se suma otro agravante: “El tema robos está muy serio en el campo. Antes pasaba cuando no había nadie en las fincas; ahora está pasando aún con gente presente. Así que es un tema sumamente serio, muy preocupante y un palo más para el pobre viñatero”.
Una situación que se repite es el asalto a trabajadores cuando reciben el pago, ya que muchos no están bancarizados y reciben el dinero en grupos. Así, por ejemplo, se corre la voz de cuándo será el pago a todos los operarios y después los delincuentes los esperan. La sugerencia de la Policía a los empresarios es dar aviso a las fuerzas de seguridad para que estén al tanto y puedan hacer patrullajes por la zona.
Otra sugerencia de la Policía es pedir que se haga un control previo sobre las personas que van a trabajar en la finca, así como en otras empresas se hace un pedido de antecedentes penales. “No es para estigmatizar ni discriminar, sino para saber quién trabaja en el lugar y hacer un trabajo de inteligencia por cualquier circunstancia”, aclaró Quiroz.
Hurto y vandalismo
La preocupación es notable en varias entidades agrícolas. Algunas han tenido reuniones con los ministerio de Economía y de Seguridad para trabajar el tema, desde el sector vitivinícola hasta el olivícola y de frutos secos. En el caso de Acovi (Asociación de Cooperativas Vitivinícolas de Argentina), su presidente, Eduardo Sancho, comentó que han tenido reuniones con la Policía y que esperan tener un nuevo encuentro con Seguridad en las próximas semanas.
“El año pasado empezamos a trabajar con el ministro e hicimos un plan. Lo primero fue hacer redes en Lavalle y Costa de Araujo. Después tenían que hacer un rastrillaje, pero eso se diluyó. Hace unos 20 días hablé con el ministro de Economía, que hace de nexo con el de Seguridad, y esperamos tener una nueva reunión pronto”, afirmó Sancho. La idea es tener una mayor presencia policial en la zona, hacer rastrillajes y controlar papeles.
Una diferencia es entre los robos que hacen quienes viven cerca y toman insumos menores (como alambres y palos) y los robos más organizados que cuentan con información y cierta “inteligencia criminal”. En su mayoría, se estima que los delincuentes no son vecinos de la misma zona, sino que viajan en un vehículo (a veces también robado) para dar estos golpes.
Además, señaló Sancho, es mucho mayor el daño que la ganancia que obtienen los ladrones. Como ejemplo, señaló que un robo habitual se hace sobre las perforaciones que no están cerca de la casa del campo. Para robarse la polea de una bomba terminan dañando el equipo completo, con un costo de alrededor de 4 millones de pesos.