Hace 15 años, había 143 frigoríficos en la provincia, tanto en manos de los mismos productores, como de empresas o cooperativas que prestaban el servicio. En 2008, según un relevamiento realizado por el Instituto de Desarrollo Rural, el 78% de lo que se almacenaba en frío era fruta en fresco, mientras que 12% era fruta para industria, 4% vino, otro 4% hortalizas y 2% otros.
Pero la situación cambió. No sólo porque desaparecieron varios frigoríficos -si bien no hay datos recientes, los consultados coinciden en que ha habido cierres- y algunos productores han dejado en desuso las cámaras propias (porque no pueden pagar la tarifa eléctrica y los equipos quedaron desactualizados), sino porque se modificó el panorama productivo.
“La fruta no ocupa ni el 10% de nuestra capacidad de guarda”, señaló Pedro Alonso, gerente del frigorífico Tunuyán, que presta el servicio de guarda a los productores. Y suma que sólo la producción de durazno para industria se ha sostenido, pero que, en el caso de la empresa, priorizaron la horticultura, principalmente, el ajo y la papa, tanto la papa semilla como la que se usa para elaborar prefritos.
Alonso detalló que, desde diciembre, empiezan a recibir ajos y los almacenan hasta mayo y junio, y cuando sale esta hortaliza entra la papa. Entre ambos, alcanzan el 90% de la capacidad y sólo entre el 5% y 10% corresponde a fruta. Sin embargo, indicó que esta tendencia es relativamente reciente: recuerda que han pasado cuatro años desde el incendio que destruyó el frigorífico Tunuyán -que está reconstruido en un 85%- y que el almacenamiento de fruta fresca había comenzado a disminuir un par de años antes.
El frigorífico Friofrut, en General Alvear, es otro de los que logró sostenerse y ya cumplió los 50 años de funcionamiento (fue construido en 1969). Cristian Martínez, gerente de la empresa, atribuyó esto al hecho de que fue creado como una cooperativa de servicios y, si bien cambió la entidad que lo administra, sigue teniendo esa figura.
Este espacio almacena frutas, hortalizas y verduras y casi toda la capacidad -unos 6 millones de kilos- es utilizada por los socios de la cooperativa (alrededor de 60, de los que el 50% está activo), que son productores, empacadores e industriales vinculados al agro.
Martínez detalló que, hasta hace unos 15 años, el mayor volumen refrigerado correspondía a fruta para consumo en fresco, ya fuera con destino al mercado interno o a la exportación, pero las barreras económicas hicieron que las ventas al exterior fueran cayendo y que también se fuera frenando el consumo de los argentinos.
Esto motivó que fuera ganando espacio la refrigeración de fruta para la industria -para elaborar productos en lata, pulpas o para secado-, que hoy alcanza el 90% de la demanda. En este caso, el plazo es más acotado que el de la pera o la manzana, porque el durazno, el damasco o la ciruela tienen menor tolerancia a estar en cámara.
El gerente indicó que, por ser una empresa cooperativa, se busca que el precio para el socio sea accesible y que los excedentes se recapitalicen para mejorar la calidad del servicio. Es que el equipamiento es importado, el costo de mantenimiento elevado y la tarifa de energía eléctrica también, desde que se eliminaron los subsidios a la industria en 2016; al punto que a veces no pueden trasladar por completo el aumento a los clientes.
Por eso, el año pasado, instalaron una planta fotovoltaica con casi 500 paneles y una potencia de 230 kw, lo que la convierte en una de las más grandes del sur mendocino. De esta manera logran generar entre el 23% y el 25% de la energía que necesita el frigorífico. Además, tienen previsto incorporar más paneles este año, con lo que sumarían entre un 10% y un 12% adicional, para llegar a un 35% del consumo a fines de 2023.
Otro diferencial de esta empresa, sumó Martínez, es que mientras otras del rubro trabajan entre tres y cinco meses, para la cosecha estival, ellos abren todo el año, porque tienen asociados no sólo de toda la provincia, sino también del sur del país, lo que les asegura una demanda sostenida.