La Guardería: la finca que ya rescató 1000 olivos antiguos

Un grupo de emprendedores en Maipú, rescata y reubica árboles centenarios de fincas desmanteladas, transformando su esfuerzo en un proyecto que busca preservar el patrimonio vegetal de la provincia y elaborar un aceite único.

La Guardería: la finca que ya rescató 1000 olivos antiguos
La última defensa, liderada por Gabriel Guardia, se denomina “La Guardería” y se ubica en una finca maipucina de 10 hectáreas.

Cientos de historias convergen en un paraje de 10 hectáreas en el departamento de Maipú, a un costado de calle Las Margaritas. Desde el sueño de un veterano de la guerra en Vietnam, que vive en Las Filipinas, al trabajo que desde hace más de un año realiza un grupo de entusiastas para poder rescatar de a un árbol.

Una cadena de favores, una suma de voluntades, muchas que se manifiestan de forma anónima y que tienen que ver con la idiosincrasia de preservar la agricultura mendocina y aquella pulseada que, desde los orillares, se mantiene para poder ganarle un palmo más al desierto.

Afectado por el creciente avance de la urbanización y por la diversificación de cultivos, en una región que históricamente fue conocida por su olivicultura, se ha emprendido una misión singular: la de rescatar plantas centenarias que están siendo erradicadas de las fincas.

Según los Indicadores de Productividad de Olivos para la temporada 2023/2024, elaborados por el desaparecido Instituto de Desarrollo Rural (IDR), la provincia perdió más de 4.000 hectáreas cultivadas en solo cuatro años y se ha reducido casi a la mitad desde 2010.

El proyecto es más amplio que el de un simple esfuerzo de conservación. Es una lucha, desde todos los puestos de la cadena de valor por mantener viva la identidad olivícola local.
El proyecto es más amplio que el de un simple esfuerzo de conservación. Es una lucha, desde todos los puestos de la cadena de valor por mantener viva la identidad olivícola local.

La última cruzada

La última defensa, liderada por Gabriel Guardia, un reconocido enólogo y especialista en la elaboración de aceites de oliva de alta calidad, se denomina “La Guardería”. El proyecto es más amplio que el de un simple esfuerzo de conservación. Es una lucha, desde todos los puestos de la cadena de valor por mantener viva la identidad olivícola local.

A medida que la expansión urbana comenzó a borrar las fronteras con la ruralidad en Maipú y las plantaciones de olivos, con su geometría tradicional, fueron quedaron atrapadas entre cuadrículas de cemento, este proyecto surge como un símbolo de resistencia y también como relato de una pequeña victoria de la memoria.

En cuatro años, Mendoza tuvo una disminución del 30% de la superficie cultivada con olivos. De acuerdo al Censo Nacional Agropecuario de 2018 se registraron en la provincia 15.825 hectáreas de olivares y se cayó a 11.113 ha en 2022. En este mapa, el Oasis Norte (Maipú, Lavalle y Las Heras), concentra 5.219 ha de olivos.

Entre Vietnam y Las Margaritas

Esta iniciativa fundó raíces sobre las bases de un sueño que comenzó muy lejos de Mendoza, en un lugar tan improbable como lo es Filipinas. Allí, Gary Leyton, un ingeniero especializado en minería y también veterano de guerra, en Vietnam, decidió probar suerte con los olivos.

Viajó a la Argentina y compró 180 hectáreas de olivares en Maipú, en la zona de Los Álamos, y aunque Leyton no tenía experiencia previa en este sector, su pasión también lo llevó a establecer una fábrica de aceite de oliva en calle Las Margaritas.

Sin embargo, debido a su trabajo en Filipinas, Leyton no pudo atender de forma adecuada el negocio, y la distancia y la falta de gestión directa hicieron que la empresa enfrentara dificultades, y eventualmente, Leyton tomó la decisión de venta.

Hace varios años hablábamos por remoto, él me realizaba algunas consultas de gestión, la empresa estaba complicada porque él trabajada en Filipinas y no la podía atender en persona”, cuenta Gabriel Guardia.

La finca pasó a la venta y algunos chacareros fueron comprando parcelas más chicas y necesitaban erradicar los olivos para desarrollar sus emprendimientos hortícolas. “Uno de mis socios compró la fábrica y también 10 hectáreas de olivos, en las otras 170 hectáreas comenzaron a arrancar las plantas”, agregó el oil maker.

Lo que no sabían en ese momento era que la compra los llevaría a un dilema inesperado y la erradicación de los ejemplares se presentaba como una amenaza para el legado olivícola de la región. Fue entonces cuando Guardia y su equipo decidieron tomar cartas en el asunto y, en el último año, ya llevan rescatados más de 1.000 forestales.

La tarea de trasplantar olivos no es sencilla ni barata. Se requiere de maquinaria pesada, como camiones y topadoras, para extraer los árboles sin dañar sus raíces. Luego, se debe preparar el terreno adecuado para replantarlos y esperar, entre cuatro o cinco años, para que estos olivos comiencen a dar frutos nuevamente.

A pesar de que una planta nueva podría ofrecer mejores resultados en menos tiempo y por su variedades permitiría un mejor manejo de la finca, “nos hemos comprometido a rescatar estos olivos centenarios”, remarca el integrante de La Guardería.

El proceso no se detiene con el traslado de los olivos; porque son replantados y cuidados, iniciando su proceso de recuperación. El objetivo final es producir un aceite de oliva único a partir de estos olivos rescatados; un producto que llevará consigo una historia particular, una que estará vinculada a la preservación del patrimonio natural y cultural de la región.

Una historia para contar

“Nos llamaron y nos dijeron que estaban sacando los olivos con una topadora”, recordó Gabriel Guardia. “Decidimos actuar de inmediato y rescatamos todo lo que pudimos y lo trasladamos a parcelas que preparamos en nuestras 10 hectáreas”. El proceso también se ha enfrentado a momentos de incertidumbre. “Siempre hicimos cosas diferentes”, comenta Guardia, refiriéndose a la historia de la fábrica y al enfoque innovador que han adoptado para preservar los olivos.

Sin embargo, a pesar de los obstáculos, los responsables de La Guardería están decididos a continuar con su misión. “Hemos encontrado gran apoyo de la comunidad -a pesar de los escépticos-, incluso muchas personas han ofrecido su ayuda y también han propuesto apadrinar los olivos que estamos rescatando”.

“Muchos de los que nos ayudan lo hacen de forma anónima, sin esperar nada a cambio. Es una muestra de la idiosincrasia de la agricultura mendocina, donde la colaboración y solidaridad son fundamentales”, agregó uno de los responsables de la fábrica ubicada en La Margarita.

“Estamos rescatando algo más que árboles”, subraya Guardia. “Estamos rescatando nuestra historia, nuestra identidad como productores. Y eso es algo que vale la pena”.

A medida que el proyecto avanza, “comenzamos con la trazabilidad de las plantas, para saber de donde provienen, de que zona, de que finca, quienes eran sus propietarios originales”, queda claro que la “guardería de olivos” va mucho más allá que un simple refugio para los árboles.

Es un movimiento para preservar la esencia misma de Mendoza, una región modelada por la agricultura y por la tradición europea que llegó de la mano de los inmigrantes. En la transición a modelos intensivos de cultivo, en las hectáreas de Las Margaritas los olivos siguen creciendo, restableciéndose y con ellos, la esperanza de una identidad agrícola perdurable.

La fábrica será el último eslabón de una cadena que contará la historia de las plantas, con una propuesta original.
La fábrica será el último eslabón de una cadena que contará la historia de las plantas, con una propuesta original.

Una cadena de favores

Uno de los aspectos más destacables del proyecto es la cadena de favores y la suma de voluntades que lo han hecho posible. Desde agricultores que ofrecen su tiempo y recursos hasta personas que apadrinan olivos, el proyecto cuenta con el apoyo de muchos que ven en esta iniciativa una forma de preservar el patrimonio cultural.

El modelo tradicional de cultivo de olivos en Mendoza se caracterizó por el uso de amplios marcos de plantación, con medidas que varían entre 8x8 metros, 10x10 metros o incluso 12x12 metros entre plantas, lo que permitió obtener densidades medias entre 70 a 150 plantas por hectárea.

Este enfoque, aunque menos intensivo en comparación con métodos más modernos, se mantiene en uso por su capacidad de permitir un crecimiento óptimo de los olivos, asegurando su longevidad y una producción estable a lo largo del tiempo.

En 2021, en la zona de Las Margaritas, también se desarrolló un plan de rescate y se alistó tierras para resguardar los olivos que se erradicaban de emprendimientos inmobiliarios. El gestor de esa idea fue Pablo Flores -encargado de la finca y fábrica La Rapa-, y contó con la colaboración del municipio y de Irrigación.

El proyecto comenzó con una prueba piloto que involucró el traslado de 100 olivos desde una finca cercana, destinada a la construcción de viviendas. Tras el éxito inicial, su objetivo era claro: preservar la tradición olivícola local. En paralelo, Fernando Casucci, de la empresa Old Tree, también proyectó el rescate de árboles que replantaría en las inmediaciones de su fábrica en Chachingo.

En los últimos años diversas campañas de concientización han sido lanzadas para frenar la tendencia de tala de los olivares, siendo una de las más destacadas la iniciativa #YoProtejoLosOlivos, promovida por Olivícola Laur en 2020, que logró captar la atención de personalidades del espectáculo y de la sociedad.

Actualmente, como está ocurriendo en nuestra provincia, en la Toscana (Italia), un proyecto cerca de Florencia se centra en la restauración de los olivares en descuido, combinando compromisos ambientales y sociales en beneficio de la comunidad.

La producción de aceite de oliva virgen extra en Mendoza con la Identificación Geográfica (IG) ha certificado su calidad y presencia en los mercados internacionales. En septiembre esta marca de identidad (la primera en América) cumplió dos años y la preservación del patrimonio vegetal es un merecido regalo.

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