Al momento de plantear una producción agrícola, en general se busca ver la forma de otorgarle mayor valor agregado a la materia prima para poder tener una mayor ganancia. Esa es una deuda pendiente para la apicultura local, que vende más del 90% de su producción a granel (con destino a exportación) y que ahora trabaja en algunas propuestas como fraccionamiento, miel orgánica e hidromiel.
Se estima que la inmensa mayoría de los apicultores locales venden su producción en tambores de 300 kilos (unos 200 litros de miel) con destino a acopiadores de Rosario y Buenos Aires, que a su vez la venden hacia otros países como Estados Unidos y Alemania.
Gina Marini, técnica del INTA La Consulta, confirmó que la venta a granel es habitual, pero en el Valle de Uco se puede hablar de entre un 10% y 15% que se fracciona de manera artesanal y se comercializa con vendedores conocidos. En Tunuyán está la cooperativa Apitun, con intenciones de reactivar una sala de fraccionamiento para sus socios y clientes particulares, de modo de tener otras opciones de venta.
Vale mencionar que, además de la miel, algunos apicultores se dedican a otras labores como brindar servicios de polinización para cultivos de cebolla, almendra y cereza, y otros aprovechan para hacer extracto de propóleo y venderlo en el mercado interno.
“No todos los apicultores cuentan con el mismo tiempo, insumo y economía. Creo que no lo hacen porque no les da el tiempo, la cosecha es muy laboriosa. Además hoy sigue siendo redituable la venta hacia afuera en gran cantidad. Lo ideal sería que pudieran hacer un clúster y poder vender al exportador”, opinó Marini.
Con sabor propio
Sebastián Ávila es parte de una familia de apicultores y a la vez es extensionista en el INTA Santa Rosa. En su visión, sería interesante que, como una estrategia del sector apícola, se pueda equipar mejor a las salas de extracción actuales y generar otras en puntos estratégicos de la provincia para que puedan acceder otros productores.
“De hecho, se está formando la cooperativa de apicultores de Mendoza, para que como cooperativa se pueda exportar la miel en tambores y también lograr algunos nichos para la miel fraccionada. Además se puede trabajar en la certificación de orgánica, con un valor diferencial”, apuntó Ávila.
En un momento se habló de los beneficios de la “miel de manuka”, un producto de Nueva Zelanda con un valor de U$S 150 el kilo y con mucha demanda mundial por sus propiedades antisépticas, antioxidantes y antiinflamatorias. El problema para imitar ese producto (y otros) es que las abejas toman el néctar para elaborar la miel de un arbusto llamado manuka, una especie que solo crece en un determinado ambiente, especialmente en Nueva Zelanda.
Sin embargo, sí hay especies locales que se pueden valorar, como el atamisque o la jarilla. En el secano mendocino, explicó Ávila, con el atamisque se produce buena cantidad de miel y, haciendo los análisis correspondientes, se podría encontrar algún tipo de metabolito o compuesto que sea beneficioso para la salud.
“En eso hay un trabajo que se está haciendo en General Alvear y San Rafael. Se analiza el tema con la idea de certificar mieles por origen botánico y determinar en qué momento se produce miel monofloral de atamisque”, detalla Ávila. Si se quiere exportar, como la miel de manuka, haría falta además análisis internacionales para asegurarle al consumidor de otros países la genuinidad del origen.
El presidente del Consejo Apícola Asesor de Mendoza, Alberto Carbajo, coincidió en que “sería bueno incentivar la producción de miel orgánica” y “caracterizar la miel local”. Se puede caracterizar la miel de acuerdo a los diferentes tipos de polen, si hay un 45% o más de un polen, es considerada monofloral.
“Contratamos a un biólogo, Leandro Rojo, que analiza la presencia del polen en la miel, es una manera de identificar y caracterizarla. Ya hemos caracterizado y hemos definido miel de atamisque y algarrobo (prosopis). La idea es salir del circuito de acopiadores y exportadores e ir a un mercado de mieles orgánicas, un mercado emergente. Es lo que Argentina debería hacer, empezar a diferenciarse”, opinó Carbajo.
Un brindis por la miel
Otra opción que se maneja para agregar valor agregado es la de generar bebidas fermentadas. El hidromiel, por ejemplo, es una bebida milenaria (algunos aseguran, más antigua que el vino y la cerveza), pero que ha sido muy poco explotada de manera comercial en la provincia.
El hidromiel es una bebida fermentada a base de miel, agua miel y levadura. De acuerdo a lo que quiera obtener el elaborador, se diferencia en base a la levadura que ocupa, el tiempo de fermentación y el nutriente. Estas bebidas a veces se hacen gasificadas, dulces, semidulces, secas, especiadas o frutadas.
Gina Marini cuenta que en el INTA La Consulta desde 2015 trabajan con bebidas fermentadas a base de miel, incluyendo hidromiel, cerveza de miel (cuando se fermenta el mosto e incluye un 60% de miel) y cerveza con miel (se agrega después).
“Arrancó con un grupo pequeño que ya elaboraba. Éramos unas siete personas, y se fueron sumando más. Ahora en un grupo de WhatsApp somos cerca de 60. Algunos lo hacen como aficionados desde sus cocinas y otros con una sala y un pequeño equipo de elaboración. Algunos fermentan en ollas de acero inoxidable, otros en fermentadores o en barriles como el vino, eso es la impronta o técnica de cada elaborador”, describe Marini.
La comercialización es similar a la cerveza artesanal, con muchas ventas directas que cayeron durante el aislamiento obligatorio de 2020. Algunos han logrado una habilitación municipal, otros municipal y provincial y menos aún han logrado una habilitación a nivel nacional.
“Hay un nicho interesante, ellos venden todo lo que producen. En Mendoza se desconoce todavía mucho la bebida. Con los años va mejorando, hay varios estilos y la gente lo va aceptando más, entonces en ferias lo comercializan bastante bien” describió la técnica del Inta La Consulta. Vale aclarar que algunos de los elaboradores son apicultores y otros directamente compran la miel.