Aunque aún no termina la cosecha, por lo que no saben si la caída en la producción estará en la línea de lo anticipado por el IDR (en el orden del 26%), quienes cultivan durazno para industria acumulan varios años de pérdidas por contingencias climáticas y recién en los últimos dos los precios se han tonificado un poco.
Juan Manuel Manzano, presidente de la Asociación de Productores de Durazno de Mendoza, sostiene que muchos han reconvertido parte de sus montes de durazneros para industria por otros para consumo en fresco o frutos secos, aunque algunos podrían pensar en volver a apostar por la producción.
-¿Ya terminó la cosecha?
-Ya se dieron los dos grandes picos de cosecha. Uno se da al comienzo y otro a fines de enero, y está quedando poco. Hay variedades tardías que se cosechan hasta los primeros días de marzo, pero este año van a terminar antes. Los volúmenes, en general, en todos los momentos de la recolección, que está escalonada por variedades, desde fines de diciembre hasta los primeros días de marzo, fueron menores en promedio a lo esperado.
Hay que ver si el pronóstico del IDR se cumple, porque todavía los números no están y la industria tiene que proveer los datos de los volúmenes procesados. (Nota: el Instituto de Desarrollo Rural pronosticó que este año, la producción de durazno para industria alcanzaría las 82.000 toneladas, un 26% menos que las 111.000 de la temporada pasada).
-¿Por qué se produjo esta reducción?
-A causa de las heladas. Fue lo que tuvo mayor significancia. En segundo orden, están el granizo y las lluvias. Todo va en detrimento de los volúmenes y la calidad de la fruta.
-¿Hay zonas más afectadas?
-Afectó bastante en toda la provincia, en general. Lo que pasa es que en el Valle de Uco, al tener el mayor volumen de fruta, de alguna manera se diluye un poco el impacto de esa contingencia. Además, los productores hacemos la defensa correspondiente. Algunos con mayor eficiencia y otros menos, pero se hace una defensa más activa que en otras zonas, donde los niveles de rentabilidad no son buenos y no permiten hacer acciones de mitigación de heladas, que son muy costosas porque se suele quemar combustible. En este momento, se está usando mucho la leña, por una cuestión de costo.
-¿La afectación por heladas es el principal motivo de la reducción de superficie?
-El año pasado también tuvimos disminución por heladas. Generalmente, pasa todos los años. Hace 10, por lo menos, que anualmente se viene reduciendo la cantidad de hectáreas cultivadas y, como consecuencia, los volúmenes son menores. Siempre tenemos este tema de El Niño, La Niña, primaveras húmedas, otras secas, nevadas. Pero desde 2010 en adelante ha habido más incidencia de heladas.
Nosotros, entre 2010 y 2018, llegábamos a los 170 millones de kilos. Hoy, no llegamos a 130 millones por año y, con las contingencias, apenas producimos 80 millones de kilos. Es decir que la producción se ha reducido a casi un 50% de lo que en algún momento fue.
-¿Estaría sucediendo lo mismo que con la manzana y la pera, que se fue perdiendo superficie cultivada?
Con la pera y la manzana tuvimos un gran competidor, que fue Río Negro. Ellos lograron niveles de rentabilidad mayores, empezaron a exportar y consolidaron un negocio muy grande. Mendoza quedó casi relegada. En el caso del durazno para industria no va a ser así porque se produce casi con exclusividad en la provincia. No es que las otras no produzcan, pero difícilmente alcancen el mismo volumen y calidad.
El tema es que hay durazno para industria y para consumo en fresco. En los últimos años, el productor de industria fue reconvirtiendo a fresco y otras especies, como almendros y nogales pero, por una cuestión de rentabilidad, no porque el de industria no tenga el nicho ni no se pueda producir muy bien acá. La industria no estuvo a tono con los valores y el productor no pudo sostener la producción.
-¿Qué motivó este cambio en la relación entre la industria y los productores?
-Todo se dedica a mercado interno. No hubo un interés por exportar. Cuando el mercado interno no te apalanca, uno sale a exportar y da salida a la producción. Pero la industria se fue quedando en el tiempo y no dio salida a la mercadería. Además, hubo un par de fábricas grandes que cerraron y afectaron al sector; como el caso de Alco. Se fue estancando.
-¿Qué sería necesario para reactivar la producción o al menos sostener la actual?
-Hoy se han tonificado los precios pero lo que pasa es que, al tener contingencias estos últimos años, el productor duda en hacer una inversión a 30 años con solamente dos favorables. Si hacemos un promedio de lo que se ha pagado en los últimos 10 años, todavía no da un margen como para decidir apostar nuevamente por 30 años de un monte frutal de durazneros para industria.
Igual, las plantaciones se van a dar. Muchos se van a inclinar nuevamente por el durazno industrial pero para que se logren nuevamente los volúmenes históricos, van a pasar 10 o 15 años. Eso, en el caso de que el negocio siga siendo de alguna manera rentable. De todos modos, hay zonas que difícilmente vuelvan. En el Sur, San Rafael y General Alvear, están muy complicados para volver a tener grandes volúmenes, por cuestiones climáticas y por falta de agua. En el Valle de Uco puede llegar a recuperarse el volumen histórico, pero va a llevar tiempo.
-¿Hay inquietud de recuperar cultivos de durazno por parte de los productores?
-Es difícil, porque el productor que ya se reconvirtió a almendro, nogal o durazno en fresco, ya no se recupera. El que se dedicó a hacer chacra y no le ha ido bien, probablemente vuelva al durazno para industria, pero tiene que invertir en tecnología. El monte frutal que se implanta ahora trae mejores rindes y calidad que el que se implantaba en los ‘90, pero requiere de un nivel de inversión mucho mayor. Eso también hace que uno analice mucho antes de implantar. Hoy se usan densidades de plantación mucho mayores que en los ‘90, otros sistemas de conducción y de riego, que hacen que haya que estar muy seguro de que, en el lapso de 25 a 30 años, la rentabilidad va a acompañar.
Además, la mano de obra se está volviendo restrictiva en calidad y cantidad. No acompaña las necesidades del productor. El durazno necesita gente que sepa podar, hacer raleo, cosechar con escaleras. En otras producciones, como el almendro o el nogal, se logra más ganancia con menos esfuerzo. O con una chacra, que hay momentos que se paga muy bien y la gente prioriza su día a día.
Todo es un combo que va llevando a tener menos gente porque, con rentabilidades oscilantes, el negocio se hace poco previsible y nadie quiere apostar en algo que no tiene certeza. En la medida en que la industria no se active y genere una demanda firme, es difícil que esto cambie.
-¿Cómo ha estado el precio?
-En el sector se habla de oferta y demanda. El mercado manda. Y, al haber menor oferta, por una contingencia, aumenta la demanda y los precios suben. Pero hay que pensar en el productor que fue afectado por helada en un 50% de su producción. Por más que el precio suba, se le hace muy difícil permanecer en el tiempo.
Históricamente, el precio que se maneja en el mundo, como una base para la producción, es de 30 centavos de dólar. Hoy podemos estar hablando de un poco más de 40 centavos. No es una suba considerable, para una disminución del 50% de la superficie productiva.