Las noches del 31 de octubre y 1 de noviembre del 2022 quedarán en la memoria de los productores vitícolas (y de agricultores en general) a causa de las heladas ocurridas. Si bien estaban pronosticadas y se conocían los riesgos, muchos no terminan de dar cuenta de los daños. Algún memorioso compara estas heladas con las del 1992 y 2007.
¿Y cómo fueron estas heladas? En primer lugar, fueron extratemporales, con el ciclo muy avanzado en la mayoría de los frutales. En el caso de la vid, ya contaba con brotes elongados y las inflorescencias (futuros racimos) a la vista. Segundo, afectaron todos los oasis cultivados de la provincia y más allá también, reportándose daños en San Juan, Rio Negro y Córdoba. Tercero, fueron dos heladas consecutivas, la primera más localizada y la segunda fue general.
Con el frente frío encima ya se esperaban heladas. Durante el día del 30 de octubre corrió un viento frío que hizo que la máxima no supere los 18 °C. Sin embargo, el cielo se mantuvo nublado. Ya de noche las temperaturas se mantuvieron rondando los 8 a 10 °C y continuaron las condiciones de cielo nublado y brisa, situaciones que no permiten que se desarrollen las famosas y temidas heladas por irradiación. En la mayoría de los oasis, el cielo permaneció nublado durante esta noche; sin embargo, en aquellos donde las nubes comenzaron a disiparse a mitad de la noche temperatura comenzó a descender bruscamente, llegando a helar. Al amanecer del día 31 de octubre las nubes de disiparon en todo el territorio y la brisa fría siguió corriendo durante todo el día. Además, la humedad relativa se encontraba baja (alrededor del 25 %). Con estas condiciones ya se esperaban heladas potencialmente dañinas para los cultivos frutales, especialmente la vid. Y así fue. Las temperaturas rondaron entre los -3 °C y los -5 °C en un estado vegetativo sumamente sensible al frío. Además de las temperaturas alcanzadas, en este caso tuvo mucha influencia la duración, ya que en la mayoría de los oasis productivos las temperaturas tocaron los 0 °C cerca de la media noche, es decir, que las heladas duraron entre 6 y 8 horas, un tiempo suficiente para provocar mucho daño.
A diferencias de heladas de principio de octubre, donde los diferentes oasis productivos presentaban distinto avance en la brotación, y las heladas podían causar más o menos daños dependiendo de esto, en estas heladas todos los oasis ya presentaban una brotación avanzada de entre 10 y 50 cm de brote.
Los daños
Haciendo un breve repaso, las yemas cerradas en su interior cuentan con 3 yemas, es decir, son un yemario. La yema más grande y más desarrollada es la llamada “primaria” o “principal”; es la que primero brota. Este brote principal es sumamente importante para el productor ya que tiene en promedio dos racimos. Las otras yemas, secundaria y terciaria, no brotan a no ser que ocurra un daño en la yema primaria, pero, sin embargo, cuando brotan cuentan con escasos racimos.
Así, cuando ocurre una helada de estas características mueren los brotes de yemas primarias y con ellas se pierden gran porcentaje de los racimos. Luego la planta “rebrota” pero con racimos mucho menos fértiles.
Por otro lado, cuando la helada no fue lo suficientemente fuerte para “quemar” al brote entero, puede haber dañado a la inflorescencia, lo que desencadena perdida de flores y con la consecuente “corrimiento” de los racimos. Esto, al momento de cosecha se cuenta en kilos. Como dice el viejo dicho: las heladas se ven en la báscula.
Además, se desencadenan otros dolores de cabeza para los productores como son los desequilibrios en las plantas y la pérdida de reservas energéticas.
Difícil situación
Ahora no queda más que esperar, evaluar las reacciones de las plantas, monitorear los viñedos. Se ha perdido mucha uva. ¿Cuanto? Todavía es muy pronto para saberlo, pero seguramente será un año complicado. Si algo le faltaba al productor vitivinícola eran unas heladas de estas características en noviembre.