La realidad agrícola mendocina está atravesando cambios profundos con reconversión de cultivos. Los altos costos, los riesgos climáticos y la falta de rentabilidad, llevó a más de uno a buscar una alternativa sin dejar de trabajar la tierra. Así como viñas y frutales se convirtieron en pasturas o cultivos de maíz, también se diseminaron las plantaciones de cereza, pistacho u olivos, entre otros.
En ese camino de reconversión hay cultivos que están quedando de lado. El caso más emblemático es el damasco. Esta especie inició un proceso descendente en 1992 y no paró nunca más hasta nuestros días.
Según el relevamiento frutícola provincial, en 2010 Mendoza era la principal productora de damascos de Argentina. Las hectáreas cultivadas se acercaban a las 2.000.
En 2018, último año de información oficial, la cantidad de hectáreas eran apenas un tercio y la cantidad de kilos producidos se contrajo un 75%.
El segundo ejemplo es la pera. Tomando en cuenta los últimos 15 años, la superficie cultivada se redujo a menos de la mitad y la producción contabilizada en toneladas cayó alrededor del 65%.
Así y todo, Mendoza continúa vendiendo peras al mundo, en particular desecadas, a destinos como Brasil, Estados Unidos y Europa, sin embargo, los exportadores reconocen que “el 95% de la pera” que se comercializa en el exterior proviene de la Patagonia.
Carlos Achetoni, presidente de Federación Agraria Argentina (FAA) aseguró que la actividad frutícola en general enfrenta un panorama complicado debido a la macroeconomía y si no se modifica el rumbo el proceso de degradación del sector “va a ser irreversible” o solamente “para un sector privilegiado” que cuente con toda la cadena, desde la producción primaria a la exportación.
La caída del damasco
La información oficial sobre el cultivo de damasco la suministró el Instituto de Desarrollo Rural (IDR) que toma como referencia los distintos censos nacionales agrícolas y también los relevamientos frutícolas provinciales, hasta llegar al pronóstico de cosecha en 2018, última campaña monitoreada.
La lectura de los datos intercensales evidenciaron que entre 1988 y 1992, la superficie implantada con damasco registró un leve incremento en Mendoza de 189,4 ha en la superficie total.
A partir de ese último año comenzó un paulatino y continuo decrecimiento por el cual se perdieron 634,7 ha de este frutal, es decir un 20 % hacia el 2002, y al llegar a 2010 se habían perdido otras 637,2 ha de damasco.
Las causas de esa tendencia regresiva se asociaron a la falta de actualización o de reconversión de las variedades tradicionales por otras de mayor demanda en el país y a nivel internacional.
Igualmente, 13 años atrás, del total de la superficie frutícola provincial, el damasco que se encontraba en montes puros, trincheras y plantas aisladas, ostentaba el 3% de las hectáreas cultivadas y le alcanzaba a Mendoza para ser la primera provincia productiva.
La superficie total con damasco en 2010 alcanzaba las 1.933,5 ha, concentrándose en la región Sur el 65%, mientras que el resto de la producción se repartió entre el Este con el 28 % y el Norte y el Valle de Uco sumaban el 6% y 1% respectivamente.
Al llegar a 2018, la cantidad de superficie cultivada cayó abruptamente y según el pronóstico de cosecha de ese año realizado por el IDR, había 670 hectáreas cultivadas solamente.
La debacle de la fruta también se contabilizó en el kilaje ya que, mientras en 2012 hubo una producción aproximada de 23.300 toneladas, seis años después la estimación de cosecha no alcanzaba a las 6.000 toneladas (5.790).
El líneas generales, en estos días el damasco se encuentra en algunas trincheras, más que nada como cortina forestal, y raramente algún cuadro entero.
Pese a que los productores coinciden en remarcar que el damasco es un cultivo que no insume grandes costos de mantención, por ejemplo tratamientos fitosanitarios, y además que es “aguantador” cuando se trata del clima, también remarcan que es una fruta que cada vez tiene un mercado más reducido.
Qué pasó con la pera
En los últimos 15 años la pera también transitó por un camino que es cuesta abajo y nada indica que esa situación vaya a revertirse.
De acuerdo a la información suministrada por el IDR, para la campaña 2008/09 la estimación de cosecha rondaba las 120.950 toneladas con una superficie cultivada que rozaba las 4.500 hectáreas.
En cambio, hacia la campaña 2022/23 la superficie destinada a la pera se redujo más de la mitad, descendió a 2.000 hectáreas, y la estimación de cosecha fue de 56.400 toneladas.
La erradicación de este frutal es cada vez más común y en la actualidad más de uno considera que sostener este cultivo es totalmente antieconómico por el alto costo que insume el cuidado sanitario, principalmente, y porque se tornó imposible competir con la producción del Alto Valle de Rio Negro.
Falta de rentabilidad y mercado
Juan Alcolea, productor del distrito de Bowen en General Alvear optó por mantener una reducida producción de damasco no obstante comenzó un proceso de reconversión por variedades que encuentran mayor aceptación entre los consumidores.
“Tenía damasco de hace muchos años en trincheras y en cuadros pero eran las variedades de antes, Royal o Tilton, que son variedades que de a poco el mercado ya no las quiere, entonces arrancamos esas variedades y estamos poniendo variedades nuevas que sí tiene aceptación, además de tener un mejor tamaño, mejor color, y bueno, el mercado va cambiando y es necesario adaptarse”, afirmó.
En el caso de Alcolea, la comercialización es en fresco en los grandes mercados concentradores del país (Buenos Aires, Córdoba, entre otros) ya que en su opinión “la industria tiene precios muy bajos y no sacas ni para la cosecha”, comentó.
El agricultor bowense tiene previsto implantar no más de 3 hectáreas en total con las nuevas variedades “porque sé que no puedo tener más porque no lo voy a vender, el mercado es muy limitado”, insistió.
En el caso de la pera “tenía algunos cuadros pero los arranqué”, sentenció. Según Alcolea, “la ventaja nuestra es que salíamos unos 10 día antes que Rio Negro y se vendía bien, pero después cuando Rio Negro comenzaba a sacar su producción el público dejaba de comprar la pera nuestra y elegía la de ellos. Y bueno, Río Negro es toda una potencia en esto”, agregó.
Luis Giandinotto, productor del Valle de Uco, supo tener extensas producciones de pera y también manzana. Además de la producción primaria también realizaba el empaque, sin embargo con el paso del tiempo erradicó la mayoría de las plantas y se volcó hacia el cultivo del ajo.
“Amo la fruticultura y todo lo que tengo se lo debo a esta actividad, pero con los años fue arrancando la mayoría de las plantas porque no es rentable. Llegué a tener unas 70 hectáreas de pera y otras 80 de manzana. Actualmente tengo 4 de manzanas y como mucho 15 de pera”, comentó.
“No es rentable porque “los precios internacionales eran de 12 o 13 dólares y teníamos en el país teníamos un costo con empaque de la fruta de 12 o 13 dólares y no se puede trabajar a costo, estábamos perdiendo plata, perdiendo el tiempo y me estaba desfinanciando cada días que pasaba, no podía progresar”, se lamentó.
“Mirá que insisto todavía con la fruta pero con el corazón no saco nada. Hace unos 10 años que empecé a arrancar las plantas. Es más las últimas hectáreas que hice de pera, que es una planta que hay que esperarla 6 o 7 años para que entre en producción, las arranqué antes de que empezaran a producir porque era gasto, más gasto y gasto y no veía que cerrara el negocio”, agregó Giandinotto.
El agricultor, que tiene propiedades en Tunuyán y San Carlos, aseguró que del mundo de la fruticultura saltó a la horticultura, específicamente el ajo “que es un producto más fácil de exportar, tenés menos requisitos”.
Para Dante del Pozo, productor de Real del Padre, distrito de San Rafael, mantener una mínima producción de damasco “significa tener un producto más para lo que uno hace, en el caso mío que es la fruta de transporte” mientras que en el caso de la pera “en la finca se cosechaban entre 400.000 a 600.000 kilos pero las arrancamos. La pera es una especie que se va extinguiendo, no sé si por falta de rentabilidad, posiblemente sea el motivo, y después porque no hay mercado que la pueda absorber, esta zona no es competitiva a nivel comercial con otros lugares que son productores fuertes de pera como Río Negro”, explicó.
Del Pozo llegó a contar con 25 hectáreas cultivadas con la fruta de pepita pero la sostuvo hasta que no dio más y “hace unos 10 años que la arrancamos y me volqué al durazno”.
Además “en lo que respecta a lo que es tratamientos fitosanitario, la pera es una especie que requiere una realización de tratamientos de los cuales, le arrastre en uno y tenés el problema de la carpocapsa, qué fue otro de los problemas que había en la zona instalado por tantas fincas que estaban abandonadas. Prosperaba a paso agigantado”. Contó.
En el caso del damasco “se siguen teniendo y tiene rentabilidad porque es muy bajo el costo de producción, porque no requiere grandes tratamientos fitosanitarios y la poda y todo los demás cuidados no son intensos, como que va zafando con respecto a otras especies”, dijo.
Igualmente, “no hay un mercado que te permita dedicarte bien de lleno al damasco, es una fruta en la cual tenés un público muy puntual, no es de consumo masivo como puede ser el durazno. Así y todo, posiblemente si hubiera alguna industria que lo absorbiera, no sería mal negocio”, remarcó.
Carlos Achetoni, productor alvearense y presidente de Federación Agraria Argentina (FAA), también supo tener cultivos de pera, pero eso quedó muy atrás, en el pasado.
En el caso de damasco, no cuenta con más de un cuarto de hectárea y la mantiene ya que envía la fruta directamente a los mercados de abasto en fresco.
“El damasco resiste las buenas y las malas atenciones, y es un cultivo más barato de mantener que un durazno, por ejemplo. Además no es poca la inserción que tiene, si bien se ha ido degradando, pero en secadero tiene buena inserción, también en lo que es pulpa y en fresco. Lo que sí me parece es que no hay una inserción más internacional”, afirmó.
Achetoni considera que “el damasco Turco es de mejor calidad pero el nuestro no tiene mucho que envidiarle y tenemos mejor calidad que Chile, pero los chilenos tienen una política más agresiva de exportación que nosotros, nosotros tenemos barreras arancelarias que ellos no tienen y todo eso incide mucho en la posibilidad de tener rentabilidad”, explicó el dirigente rural.
Así mismo, el presidente de FAA no dudó en remarcar que en general la actividad frutícola “está en retroceso”.
“No solo el damasco está en retroceso, la ciruela, los duraznos de fábrica, los de durazno de transporte, también. Algunos que tienen la cadena más completa con empaque y exportación, puede ser que estén mejor, pero cuesta encontrar grandes producciones o producción diseminada como había antes, principalmente en el oasis Sur”, indicó.
Las exportaciones de pera y damasco
Si bien las producciones de pera y damasco vienen en picada, desde Mendoza aún se comercializan ambas frutas al exterior.
Según los datos de ProMendoza, en 2022 se exportaron 31.433.659 de kilos de pera por un valor de 23.964.994 dólares.
Ariel Romero, titular de Los Nogales, una empresa con 30 años en el mercado de comercialización de fruta, reconoció que “antes se trabajaba todo pera de acá de Mendoza, era de Alvear, San Rafael y el Valle de Uco, pero como empezó a disminuir y los cultivos de pera se fueron erradicando, ahora hace falta para la industria y no hay, entonces hay que traerla de afuera de la provincia, principalmente del Valle del Río Negro”, comentó.
El exportador, reconoció que en la actualidad “de la pera que exportamos, que es desecada y va principalmente a Estados Unidos, unas partidas a Brasil y algo a Europa, un 95% te diría que es de afuera y un 5% es pera de Mendoza”.
En el caso de las exportaciones de damasco, el último registro que tiene ProMendoza para difundir se remonta a 2018, luego de ese año las ventas al exterior ingresaron en lo que es secreto fiscal, al caer por debajo de 3 la cantidad de empresas exportadoras.
Según los datos de 5 años atrás, la exportación de damasco fue casi imperceptible, 2.360 kilos por un total de 3.610 dólares.
Romero sostuvo que también han trabajado con damasco desecado y “hemos hecho unas campañitas linda con un volumen importante. En este caso nos nutrimos del producto entre San Rafael y General Alvear. Igualmente es un cultivo secundario y cada vez hay menos. Si bien los años que hay una producción interesante, se puede secar y hay interés para vender, eso si, no es una escala grande, pero algo se hace”, aclaró.