“Cuando hay años malos, la producción se achica. Hubo temporadas en las que se trabajó a pérdida. Ha habido poco fomento de la exportación”, cuenta –telefónicamente- a un periodista de Buenos Aires el presidente de la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y Afines (Asocam). Ariel Zucarelli es preciso, aplica su experiencia, conoce el sector desde niño. “La renovación de la tasa antidumping para el ajo chino, hizo que Brasil aumentara la demanda de ajo que, normalmente, ronda el 75% de la exportación”, agrega en su informe a la prensa nacional. Desde hace cuatro décadas, junto a su familia -y algunos vecinos- cortaban y pelaban ajo bajo una ramada en el fondo de su casa. Actualmente, la empresa familiar Ajo Zucarelli SRL exporta el 100% de lo que produce a los Estados Unidos, Europa, Australia, México y Brasil.
El camino se inició en la década del 1970 con las labores de campo, Don Ángel Zucarelli –el papá- tenía un camioncito para la cosecha de la uva o el acarreo de ajo. “Yo nací en una familia humilde pero muy trabajadora”, señala Ariel (49 años). El menor de cinco hermanos cuenta sobre los sacrificios que realizó su familia para salir adelante. “Mi papá Ángel, mi mamá Neda, ellos siempre trabajaron la tierra, hicieron chacras, fueron contratistas de viña. Mi padre y mis hermanos mayores salían a cosechar a otras fincas cuando terminaban de levantar la cosecha en la nuestra. Iban a podar o hacían otras labores. Mi papá tenía un camioncito. Lo usaba para acarrear uva o ajo en la temporada. También salía a comprar verdura a las chacras de los vecinos y la llevaba a la feria. Mis hermanos siempre ayudaron con el trabajo”.
“Mis padres se casaron cuando yo era chico y pudieron comprar su casa de grandes, cuando yo tenía cerca de cuatro años. Ellos siempre estuvieron trabajando, al igual que mis hermanos para colaborar con la casa. Cuando cumplí 12 años, mis hermanos ya se habían casado y me quedé solo con mis padres”. Don Ángel comenzó a comprar ajo para trabajar en una enramada en la casa familiar. Tenía una finca de 2,5 hectáreas en Fray Luis Beltrán, en Maipú, donde procesan el ajo bajo una enramada de cuatro palos y un techo de caña y barro.
“En 1978, mi papá hizo su primera enramada -en el fondo de casa-, para trabajar los primeros viajes de ajo que compraba en las chacras de la zona. En esa época, en el fondo de casa, con mi mamá nos poníamos cortar y a pelar ajo. Algunos vecinos se arrimaban para ayudarnos, Se puede decir que la empresa nació en 1988, cuando mi papá invitó a mi hermano mayor, que también se llama Ángel, y a mí para que trabajáramos juntos. Se formó una sociedad de hecho, que se llamó Ángel Zucarelli e hijos. En esa época tenía 17 años”.
“Intentando colocar nuestro ajo en otros mercados pasamos a la fase exportadora. En 1999, armamos un grupo de productores y con la ayuda de ProMendoza buscamos nuevos clientes. En representación del grupo de productores me tocó viajar a la PMA, en los Estados Unidos, y luego viajé a Europa para ofrecer la producción del grupo que habíamos armado. La anécdota fue que no pudimos vender ni un solo contenedor. Todos querían el ajo pero querían que se los diéramos a consignación”.
“En 2000 murió mi papá y seguimos la sociedad con mi hermano Ángel. Él se encarga de la finca y de la producción. Yo, del empaque, la comercialización y la exportación. Nuestras metas como empresa son conservar la solidez y la solvencia, mantener el perfil conservador de una empresa familiar. También profesionalizar la actividad, la empresa y sus integrantes. Conservar y consolidar el prestigio a través de la calidad de nuestro producto y de la responsabilidad”.
“Ajos Zucarelli SRL es una empresa familiar y queremos integrar a la tercera generación, tanto a mis hijos como a mis sobrinos, queremos hacerles ver esta actividad como un medio de vida, haciéndolos parte y mostrándoles un futuro”.
“Nos desempeñamos en el oasis central, en la zona centro. El galpón de empaque está ubicado en Fray Luis Beltrán, mientras que la producción viene de una finca en los Álamos (Maipú) y otra en Paramillo, Lavalle. También nos proveemos de ajo de productores locales, de amigos desde hace muchos años. En nuestros comienzos, lo que producíamos y empacábamos se lo vendíamos a los exportadores de Mendoza hasta que pasamos a la fase exportadora”.
Desde octubre a abril, entre la época de cosecha y la finalización del empaque, las jornadas de Ariel son largas. “Mis días empiezan muy temprano. Lo primero que hago es agradecer a Dios y encomendarme a él. Hacemos una pausa al medio día, para compartir el almuerzo con mi esposa Claudia y mis hijos Marco y Victoria. Disfruto mucho de esos momentos. A la noche, espero el momento de llegar a casa y compartir lo que cada uno ha hecho durante el día. Lo que más me gusta es pasar tiempo con mi familia. Algo que nos gusta a todos es la montaña”.
El año pasado, la superficie cultivada con ajo creció 4% respecto de la siembra de 2018. Se llegó a las 11.323 hectáreas, acercándose a las 12.000 que se cultivaban en otros tiempos. El presidente de la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y Afines (Asocam) estima que la extensión de siembra se mantendrá e incluso puede crecer un 2% más en la presente temporada. Luego de un invierno frio, el más frío de los últimos años, los productores esperan una buena cosecha en primavera. El ciclo vuelve a empezar. “Cuando hay años malos, la producción se achica. Hubo temporadas que se trabajó a pérdida. Ha habido poco fomento de la exportación”, cuenta –telefónicamente- Ariel Zucarelli a un periodista de Buenos Aires. Él es preciso; conoce el sector desde niño, desde el tiempo en que compartía el trabajo con sus padres, bajo una enramada.