El damasco “inaugura” la temporada frutícola. Se trata de un cultivo de fácil mantenimiento que, cuando no se ve afectado por una contingencia, puede dar un respiro al productor. Sin embargo, como ya sucedió el año pasado, las heladas provocaron una disminución considerable de la producción, que estiman puede oscilar entre el 50 y el 80% en toda la provincia. Por otra parte, la superficie cultivada viene en descenso en las últimas temporadas y desde el gobierno no recomiendan su implantación.
José Luis Navarro, presidente de la Asociación de Productores y Exportadores de Frutas Frescas de Mendoza (Aspeff), estimó que este año, la producción de damasco no va a superar el 20% de la media anual. Esto, calcula, producto de alguna helada tardía, aunque no supo precisar cuál puede haber causado la merma. Lo que planteó es que seguramente no se trató de la de principios de octubre, sino que es probable que haya ocurrido a mediados de agosto, porque la afectación se debe haber producido cuando la yema estaba hinchada.
Si bien el año pasado ya sufrieron una reducción productiva, Navarro consideró que en 2020 será más notoria, porque el Sur y el Este se han visto afectados de modo considerable. Y la superficie cultivada con damasco se concentra en San Martín, Rivadavia, Santa Rosa, Junín, Lavalle, San Rafael y General Alvear.
Los últimos datos disponibles del Instituto de Desarrollo Rural son los de la estimación de cosecha 2018, cuando se anticipaba una producción de unas 5.792 toneladas en toda la provincia. De ese total, 2.488 correspondían a la variedad Royal, 824 a Tilton y las 2.480 toneladas restantes a otras varias. En cuanto a la superficie cultivada, se contabilizaban 670 hectáreas en el territorio mendocino, distribuidas 301 en el Sur, 289 en el Este y 80 en otros oasis.
Los datos recabados por el organismo permiten apreciar que en los últimos años la producción tuvo un marcado descenso, ya que se pasó de 26.323 toneladas en 2012, con una caída en 2013 a apenas 3.696 y un nuevo repunte en 2014 con 20.536 toneladas. Sin embargo, desde entonces la merma se afianzó: 8.282 toneladas en 2015, 7.948 en 2017 (no hay registro de 2016) y 5.792 en 2018.
De hecho, en un informe del IDR, que surge de un relevamiento de la producción frutícola de la provincia, se desaconseja la implantación de damascos en todos los oasis de la provincia, a menos que el productor presente un plan integral de producción, manejo post cosecha y comercialización. En el documento se plantea que, si bien en el mundo está creciendo la producción de esta fruta, en Mendoza viene en caída desde 2015 y que esta reducción se asocia, principalmente, a una falta de renovación varietal que mejore el comportamiento post cosecha.
El estudio se presentó en 2019 y tiene como objetivo determinar qué cultivos son demandados por los mercados interno y externo, y qué zonas son más adecuadas para cada especie y variedad. También se buscó tener información actualizada para asesorar a los productores sobre los cultivos más convenientes y para lanzar líneas de financiamiento específicas desde el gobierno provincial.
Navarro, quien tiene él mismo damascos en San Martín, comentó que su cultivo está muy diezmado y no así el de otros frutales. Por eso, y porque la planta casi no floreció, es que aventura que la causa debe haber sido una helada de mediados de agosto, que generó temperaturas de -6°, cuando, si bien no se apreciaba, la yema debe haber estado ya activa. Y agregó que lo mismo le han comentado productores de Montecaseros, Tres Porteñas y Junín.
El titular de la Asociación de Productores y Exportadores de Frutas Frescas detalló que el primer damasco, que se empieza a cosechar en estos días, se destina a consumo, para el mercado interno, mientras que el que se utiliza para industria madura a partir del 20 de diciembre y adelantó que al parecer este último también va a estar afectado. En cuanto al precio, estimó que, como va a haber poca oferta, debería ser más alto.
En cuanto a la pérdida de superficie cultivada con damascos, detalló que en el pasado las industrias pagaban valores significativos, pero la mayoría de las fábricas cerraron porque el negocio dejó de ser rentable, lo que permite entender que a los productores se les empezó a pagar cada vez menos.
Por otra parte, el mercado interno tampoco deja márgenes, a menos que el productor esté integrado y realice él mismo las tareas de empaque y tenga mercado para ubicarlo o venderlo de modo directo a Buenos Aires. Además, la unidad económica mínima, señaló Navarro, es de 20 a 25 hectáreas. De otra manera, las pequeñas producciones van desapareciendo y no sólo ocurre con el damasco, sino con otros frutales. De hecho, recordó que hace unos años se exportaban entre 1.000 y 1.500 camiones de frutas, mientras en 2019 no se llegó a los 100.
Es que, además, planteó, es fundamental implantar variedades nuevas, que tengan un mayor rendimiento por hectárea, y que el producto sea de buena calidad. Para ilustrarlo, indicó que, si uno puede vender a buen precio la fruta, puede comprar guano y agroquímicos para conseguir una buena producción al año siguiente. De lo contrario, empieza a decaer el producto y el valor que se consigue, lo que hace que cada vez la situación empeore más; que es el panorama más extendido en la fruticultura.
Pese a esto, el damasco es un árbol noble, que no demanda demasiado mantenimiento, porque la poda es liviana y, a menos que se tenga una proyección mejor, comentó Navarro, no se arranca hasta que las plantas no se secan. De ahí que muchos lo mantengan porque, además, como se trata de la primera fruta de temporada, genera un ingreso de dinero en un momento en el que el productor llega con el último aliento.
El titular de la Federación Agraria Argentina, Carlos Achetoni, quien también es productor de damasco en General Alvear señaló que, en el sur de la provincia, el daño ha sido de, por lo menos, el 80%. Es que se trata, explicó, de un cultivo que por lo general no tiene cobertura contra heladas, porque suele estar en los canales y en trinchera, no en cuadro. De ahí que a veces se beneficie de la defensa activa de otro monte frutal, pero sino, se ve afectado por las bajas temperaturas.
Como el año pasado la producción también fue mínima, no quedan remanentes de pulpa ni de fruta deshidratada, por lo que hay expectativas de lo que se obtenga para consumo en fresco, aunque seguramente será poco. Achetoni indicó que si bien el damasco tiene una cierta capacidad de resistencia al frío, que permite extender un poco la disponibilidad, no excede el mes. De ahí que en los mercados se consiga desde los últimos días de noviembre hasta principios de enero.
El titular de la Federación Agraria coincidió en que la superficie cultivada con esta fruta está retrocediendo, pero planteó que es lo que sucede en toda la fruticultura. Los productores, añadió, están virando hacia forrajes para ganadería o para otros cultivos, en los que puedan utilizar cobertura de malla antigranizo y de mitigación de heladas, como el riego subarbóreo. En este esquema, puntualizó, el damasco, el durazno y la ciruela, que se cultivan a cielo abierto, están saliendo del circuito.
Oscar Belmonte, quien tiene dos hectáreas y media de damasco, en cuadros, desde hace 12 años, explicó que eligió ese cultivo para un sector de la finca en el que, por el tipo de suelo, no se adaptaron ni el ciruelo ni la vid. Así, con este frutal, que es “aguerrido como el nogal”, logró completar el cultivo de su propiedad. Se trata, detalló, de un árbol grande, que tiene una raíz profunda pero el resto son rastreras y que no necesita de una tierra excepcional. Por otra parte, tampoco requiere de curaciones, ya que la única plaga que lo afecta es la cochinilla, que sólo le genera una manchita (no afecta la pulpa) y que eliminan únicamente quienes exportan.
El fruticultor, integrante de la Asociación de Productores del Oasis Sur, comentó que han tenido una reducción bastante notoria en la producción de esta temporada y general para todas las variedades, sobre todo Tilton y Royal, que son las que se destinan al mercado en fresco, aunque también se pueden secar, sobre todo la primera, que conserva su color natural al deshidratarlo. De la variedad Bandera, sumó, ha quedado muy poco, al igual que de Junín-INTA, aunque ésta se cosecha a mediados de diciembre.
Belmonte indicó que perdió aproximadamente el 60% de la producción y que, en los dos cuadros que posee, algunas plantas no tienen nada y otras están muy cargadas de fruta. En su finca, en el ingreso a Real del Padre (San Rafael) tiene intercalados ejemplares de Junín-INTA con Royal. Mientras otro productor, en una propiedad cercana, tiene sobre todo Tilton y está en la misma situación.
Como Navarro, Belmonte no sabe bien cuál ha sido la helada que afectó el cultivo, aunque coincide en que debe haber sido una que encontró a las plantas con la yema hinchada ya que, si bien muchas florecieron, en otras se ha caído. El problema, indicó, es que, en agosto, cuando está cuajando el fruto, suelen darse vientos fuertes o calientes, que provocan el aborto de la flor, al igual que bajas temperaturas, que queman las yemas.
La expectativa está puesta, ahora, en ver cómo va a responder el mercado. Es que el damasco, por ser una fruta que sale antes de Fin de Año, siempre se ha vendido bien. Belmonte acota que, por lo general, el consumidor suele sostener el gasto hasta las Fiestas y después se retrae. Sin embargo, en el marco de una pandemia que agudizó la crisis económica, no saben cuál va a ser el consumo.
De todos modos, se esperanzó con que las ventas repunten para principios de diciembre, que es cuando se levanta la variedad Bandera, y Fin de Año, que es cuando se cosechan Junín-INTA y Royal. Además, en los primeros días de enero se puede retirar lo que haya quedado para jugo.
El fruticultor trata de sacar lo más que puede para Buenos Aires, a través de un industrial que hace envíos para a esa provincia, y el resto lo destina a secadero, que le permite obtener un precio intermedio entre el mercado en fresco y la elaboración de jugo. Esto, pese a que la variedad Royal no es la ideal para desecado, porque tienen a ponerse oscura en el proceso.
Y mencionó que hace un tiempo que no les venden a fábricas porque el valor que pagan es muy bajo. De hecho, en un momento, optaron por dejar el Moorpark o “chanchero” en la planta y no venderlo, porque les daban $2 por kilo, recién en julio, mientras a fin de año debían pagar $1,10 por la cosecha y acarreo.
Mónica Inmerso y Miguel Bonesso plantaron, hace 25 años, variedades tempranas de damasco en su finca en Chachingo (Maipú). De la Castelbrite, que es primicia, no ha quedado nada porque la helada de fines de agosto –ella lo atribuye a ese momento- fue muy fuerte. En tanto, se ha salvado algo de Katty. La productora detalló que son plantas que consiguieron en viveros de Chile, que a su vez las habían traído de California (Estados Unidos).
Asimismo, comentó que querían traer otras variedades un poco más tardías, de un vivero en Cipolleti, pero que no pudieron hacerlo este año, por la pandemia. Si bien la fruta sale cerca de Navidad, comparado con el riesgo que supone las primicias ante la helada tardía, vale la pena el riesgo. Es que, en agosto, se conjugan los primeros calores, que inician la floración, con el viento Zonda y las bajas temperaturas, que afectan el proceso y merman la producción, principalmente en la variedades tempranas.
Inmerso explicó que, como con otras actividades agropecuarias, el problema fundamental es la falta de rentabilidad del sector, que les impide recurrir a sistemas de mitigación de heladas, como el riego por aspersión. El año pasado, agregó, perdieron el 100% de la fruta por este motivo y en 2018 los perjudicó la distorsión de precios que favorece la cadena. Es que los acopiadores le compraban el damasco a $10 (de lo tenían que descontar $2 para la cosecha), mientras el consumidor pagaba $80 por kilo.
Por otra parte, explicó que el damasco no se saca todo de una vez, sino que –al igual que con la mayoría de las frutas- se van haciendo sucesivas cosechas para obtener buen tamaño y sabor, es decir, calidad. Sin embargo, esto encarece la labor.
La productora planteó que las fincas tienen activos fijos muy importantes, como galpones y maquinarias, que demandan un mantenimiento, y que se debe pagar el derecho a riego y otros impuestos y servicios. De ahí que no sólo les afecta el tema cambiario –aunque sí incide fuertemente en los insumos-, sino también el régimen laboral, tributario y las distorsiones de precio en la cadena de comercialización.
Raúl Giordano, presidente de la Cámara de Fruta Industrializada de Mendoza (Cafim), comentó que el damasco se utiliza en la industria casi todo para hacer pulpas, que se exportan para elaborar jugo y mermeladas. Sin embargo, hay fábricas que ya no están trabajando con esta fruta porque la producción primaria se ha reducido y no se pueden hacer planes de producción; menos aun cuando una helada puede provocar una merma significativa de materia prima.
Sólo hay dos plantas, detalló, que todavía utilizan damasco, pero principalmente con montes propios. Así, lo único que queda es el mercado en fresco, que tiene un período muy corto, porque las variedades que se producen en la provincia no son de larga duración.