La familia Polkosnik vive en el paraje La Marzolina en General Alvear, está dedicada a la agricultura desde siempre, poseen vivero, y unas tres décadas atrás se lanzaron a reconvertir tierras en Punta del Agua, distrito de San Rafael.
Así como plantaron almendros y nogales también decidieron incursionar en un cultivo que nadie lo había intentado en el sur mendocino, hasta ahora, y menos en un terreno rocoso, porque la propiedad está emplazada entre medio de los cerros.
Lo que inició como atractivo para acompañar a un emprendimiento turístico, saltó a consumo propio y hoy en día poseen alrededor de una hectárea y media de cereza, que comercializan en el mercado interno.
“Arrancamos unos 30 años atrás a desmontar y a poner plantas, no ha costado un montón porque hemos tenido que luchar con un terreno totalmente agreste, esto está entre los cerros, es un valle. Lo bueno es que después de tanto tiempo ahora como que se ha hecho como un microclima y es ahí donde tenemos las cerezas como tenemos vivero hemos ido viendo las variedades que se adapten y la verdad es que se han dado bien”, contó Daniel Polkosnik.
Punta de Agua es un distrito que ocupa una gran extensión al sudeste de San Rafael pero una de las características que presente es que la villa cabecera está emplazada en medio de los cerros.
“No fue fácil armar todo pero también somos al revés y cuando vemos que algo no se puede o no es común es a donde nos enfocamos. Como tenemos vivero fuimos investigando y como nadie lo hacía, decidimos poner cereza. Fue uno 10 años atrás. Tenemos tres variedades por ahora”, dijo Polkosnik hijo.
Predomina en la zona la cría de ganado menor y también mayor, sin embargo la explotación agrícola que puso en marcha la familia Polkosnik produjo una revolución al introducir una nueva actividad y requerir de una importante mano de obra para la temporada de cosecha y además especializada.
Otro aspecto más que positivo que ostenta el lugar, es que toda el agua proviene de vertientes.
“Tuvimos que hacer algunos reservorios para juntar el agua de las vertientes y con eso regamos los cultivos, es un agua muy buena. Además tomamos mano de obra de la zona, tuvimos que enseñarles porque es gente acostumbrada a la cría de animales no ha este tipo de trabajo, y la cosecha de la cereza es todo manual y además hay que hacerlo muy delicadamente. La juventud está acompañándonos”, comentó Daniel.
En cuanto a la venta “la gente que viene a las Casas Vivas (el emprendimiento turístico) pueden comer de la planta, también las vendemos en verdulerías en Alvear y hemos enviado a Buenos Aires”, agregó el productor.