Por Juan I. Martínez Dodda - Clarín Rural especial para Los Andes
“Un solo árbol aporta el oxígeno necesario que respiran tres personas por día”. Moverse de manera sustentable se ha convertido en el desvelo de toda actividad productiva. Sea industrial, como agropecuaria, como minera o de cualquier tipo, todos están bajo la lupa del cambio climático. Cuánto hacen y cuánto generan, ¿cuánto contaminan? ¿Y qué devuelven a cambio?
“El cambio climático es un tema que nos tiene preocupados, cada año la temperatura de la atmósfera marca récords y en este contexto, los árboles presentan un servicio ambiental indispensable para absorber CO2, una acción positiva que puede verse reflejada en bonos de carbono”, disparó como puntapié inicial, el presidente de la Asociación Forestal Argentina (AFoA), en el seminario sobre captación de carbono como parte del negocio forestal.
Los más de 500 personas que se sumaron a las distintas exposiciones, no sólo de Argentina sino de Latinoamérica y España, reflejan la importancia que tiene este tema para distintos sectores.
Pensando en ser proactivos, o sea, no sólo reducir el impacto (por ejemplo, dejando de desforestar), sino también activando ecosistemas y retroalimentándolos. Una de las claves en esta retroalimentación es la ganadería silvopastoril. “Una ganadería carbono positivo es aquella cuyas emisiones de CO2 son compensadas por el crecimiento de los árboles en sistemas silvopastoriles”, indicó desde Posadas, Misiones, el consultor privado y asesor del CREA Tierra Colorada, Jorge Esquivel.
“Luego de unos años la captura supera a las emisiones y la ganadería pasa a ser carbono positivo, de modo que estos sistemas tienen la ventaja de producir madera sin dejar la ganadería o, producir carne, sin dejar de lado el proyecto forestal”, explicó Esquivel.
El asesor CREA desplegó las ventajas de esta integración: mejor uso del suelo, mayor rentabilidad, cambio en la escala productiva. “Hoy las empresas que iniciaron proyectos (hace ya más de 20 años) como ganaderas están en otro proyecto, que es el de ingresar en la producción de yerba mate”, el aumento de los puestos de trabajo de calidad, porque “se necesitan muchas personas que hagan trabajos de poda y mayor calificación”, mejores condiciones ambientales para los animales, y ventajas competitivas para la carne y la madera.
Esquivel advirtió que el verdadero flagelo de la ganadería en cuanto a lo ambiental no es en sí las emisiones, sino que, para él, “el gran daño que hace la ganadería es la deforestación y la degradación de los suelos, con pérdidas de materia orgánica”.
Para explicarlo, dio algunos números: “Un animal de 400 kilos puede llegar a emitir unos 60 kilos de metano al año, esto es, entre 1,2 a 1,5 toneladas de CO2 equivalente, pero a diferencia de una máquina que emite con la combustión, la ventaja de la ganadería es que esa emisión la hace a través del pastoreo, consumiendo materia seca, entonces, cuando hacemos todos los cálculos del contenido de carbono vemos que la cantidad de CO2 que consume ese pasto para crecer hasta ser consumido por el animal supera la cantidad emitida por el propio animal”, explicó Esquivel. Y observó: “Por supuesto que la ganadería emite, pero hay que analizarlo como un ciclo, no individualmente”.
“La ganadería que sí es negativa es la que tiene que ver con la deforestación y la degradación de los suelos, por eso, si se opta por un sistema silvopastoril, en donde los animales se incorporan a un sistema forestal, se genera más biomasa, animales sanos, y los árboles crecen muy por encima de una forestación normal”, consideró.
Esquivel apuntó a “una ganadería climáticamente inteligente, protegiendo los bosques nativos de la deforestación, porque no se necesita expansión territorial, y un combo silvopastoril en donde hay una gran captura de carbono”.
“Si Corrientes tomase este principio de carne carbono positivo podría decirse que con 5 millones de cabezas, y 50.000 hectáreas en planteo silvopastoril, dentro de las 500.000 que tiene forestadas, el 11% de la producción de carne de la provincia es de una ganadería carbono positivo”, concluyó Esquivel.
Programas del INTA
“Para nosotros la captación de carbono y la emisión de gases efecto invernadero (GEI) es un tema que está en agenda porque tiene que ver con el cambio climático, con aspectos ligados al mercado y la exportación de commodities (huella de carbono y sello carne carbono neutro), porque hay bonos verdes en juego, porque Argentina tiene un compromiso en el Acuerdo de París para reducir la emisión de GEI, y porque hay una demanda de sistemas productivos más resilientes”, resumió el ingeniero forestal, coordinador del Programa Forestales del INTA, Pablo Peri.
“En el marco del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) en el que se determina el impacto de las emisiones de gases, nosotros nos concentramos en la mitigación basado en el Plan de Acción Nacional de Bosques y Cambio climático de Argentina”, recordó Peri. Y apuntó, coincidiendo en la preocupación con Esquivel, que “el 15,6% de las emisiones del país provienen de la deforestación que representa alrededor de 185.000 hectáreas”.
Para más datos, Peri mostró que si se analiza de 1960 a 2010 se registró un aumento general de la temperatura en Argentina de 0,5 grados, pero en algunas regiones como Patagonia supera 1 grado. “Esto determina que en algunas zonas como Mendoza y San Juan haya una crisis de agua que impacta de lleno en la producción, con retroceso de glaciares o merma en el caudal de los ríos”.
En este contexto, el INTA trabaja con cuatro proyectos nacionales específicos (emisiones, variabilidad climática y vulnerabilidad de producciones agropecuarias, estrategias para secuestro de carbono y gestión de riesgo agropecuario).
“Tanto el negocio de mercado de fijación de carbono como aspectos ambientales requieren de herramientas serias y precisas al momento de la estimación”, advirtió Peri. Y agregó: “Por eso, me parece que en Argentina faltan más estudios que involucren a las raíces de los árboles, porque no es solamente la biomasa aérea sino también la radicular, ya que las raíces pueden representar del 10% al 15% del carbono que almacenan los árboles”.
Otro tema para profundizar, según Peri, es la huella de carbono de productos forestales. “Cada vez es más relevante para un consumidor que compra una mesa, cuántos kilos consumió para hacer ese producto, y esto implica cálculos desde las actividades en los viveros, la forestación, las tareas de aprovechamiento y transporte a los centros de consumo. Para mi es central”, opinó.
Bonos de carbono forestal
Dos consultores se refirieron a las alternativas disponibles para potenciar al sector forestal en el mercado de carbono.
“El marco en la lucha contra el cambio climático es el Acuerdo de París, y particularmente el artículo 6 que es el que define cómo van a hacer los países para comercializar sus excesos o escasez de bonos de carbono, ese artículo está en negociaciones en este momento y tiene como límite para alcanzar una definición concreta este año en la próxima cumbre de Naciones Unidas que debería ser a fin de año en Escocia”, explicó Federico Moyano, consultor especializado en proyectos que contribuyen en el desarrollo sustentable.
Dentro de lo que ya existe, Moyano expuso que la Asociación Internacional de Aviación se comprometió para 2035 alcanzar la neutralidad de carbono, eso hace que la demanda potencial podría alcanzar entre 2.000 y 2.500 millones de toneladas de CO2, de créditos o bonos de carbono, sería una demanda importante.
“Además de la aviación, el sector energético está muy comprometido y activo con la compra de créditos de carbono”, contó Moyano.
“En el mercado voluntario, se han visto los últimos años volúmenes crecientes, porque organizaciones y gobiernos están cada vez más comprometidos con la neutralidad de carbono, en general todos quieren alcanzar la neutralidad de carbono antes de 2050”, contó Moyano.
Las grandes compañías tienen dos caminos, o cierran contratos de provisión de créditos de carbono de largo plazo o invierten ellos mismos en proyectos que capturan carbono o reducen emisión de GEI.
Un dato interesante que mostró Moyano es que, a diferencia de antes, cuando la estrella eran las energías renovables, ahora se está enfocando mucho la demanda de proyectos forestales o de manejo sustentable de actividades agrícolas, porque son los que realmente logran compensar las emisiones de carbono, a pesar de los de energías renovables que reducen emisiones. “La comercialización de proyectos de plantaciones forestales en el mercado voluntario creció 350% en 2018 y siguió creciendo en 2019 más eficiente para neutralizar emisiones más simples de explicar y más visual”.
En cuanto a los valores del mercado voluntario, que es el más activo, Moyano contó que “expectativa en mediano plazo es que los valores superen los valores de 15 dólares por tonelada de CO2 de Kioto”, y los costos de certificación en plantaciones es de (35.000 a 50.000 dólares) y en bosques nativos es más caro. 80.000 a 100.000 dólares.
Sebastián Fragni, también especialista en la promoción de experiencias en plantaciones forestales y bosques nativos para captación de carbono, apuntó que “los bosques son un gran aliado para mitigar el cambio climático porque fijan una cuarta parte del CO2 y proporcionan el 18% de la mitigación necesaria para cumplir con las metas 2030”.
Fragni marcó dos caminos vinculados a los bosques: “La reforestación y la mejora de la gestión forestal en bosques nativos son grandes fijadores de CO2 y excelentes herramientas en términos de relación costo-beneficios, en donde el desafío es monetizar esta actividad”.
El especialista mostró dos casos concretos y bien diferentes en los que es negocio la producción de bonos de CO2 con proyectos forestales. En uno, la producción maderera proyectada 2020-2030 dejaría una facturación de 137.000 dólares y la producción de carbono (unas 116.000 toneladas de CO2 capturadas) una facturación de 1,16 millones de dólares. En el otro, comparando la producción maderera 2008-2019, la facturación de este negocio se cuantificó en 526.000 dólares, mientras que la de bonos de carbono (donde se produjeron 460.000 toneladas de CO2) alcanzó los 3,9 millones de dólares.
“Con estos números quiero mostrarles que no es un negocio marginal el de los bonos de carbono”, sentenció.