Carlos Robledo (hijo) cuenta que, desde que se fue a estudiar Agronomía a San Luis, era mitad mendocino y mitad puntano, ya que estaba durante la semana en la vecina provincia y el fin de semana en su tierra natal. Pero como el inicio del aislamiento coincidió con la cosecha de maíz y soja, que cultivan para alimentar al ganado de la empresa familiar en La Cumbre, decidió quedarse para coordinar la tarea. Cinco meses después, y contando, bromea con que ya tiene la tonadita puntana, pero señala que no ha podido ver otra vez a su familia y amigos.
Es que el requisito que fijan tanto San Luis como Mendoza para quienes llegan de otras provincias, es realizar una cuarentena de 14 días en un hotel. El reclamo de los productores que tienen propiedades en distintas provincias, o su emprendimiento productivo está en una y viven en otra, es que no han podido viajar para supervisar las labores, lo que implica que podrían llegar a perder parte de la producción de un año. O han quedado, como Robledo, “varados”. Aunque el viaje en sí mismo no está prohibido, se les torna impracticable por el mes que deberían pasar aislados entre la ida y la vuelta.
-¿Cómo era tu actividad antes de la cuarentena?
-En 1993, mi mamá y mi papá compraron esta propiedad en La Cumbre. Desde 2004, cuando terminé de estudiar Agronomía, estoy a cargo de la empresa porque ellos viven en Mendoza. Así que soy el que viaja más seguido. Casi todos los fines de semana me iba para allá y mi papá, que es profesional de otro rubro, abogado, se venía para acá, a tomar la posta.
Pero me agarró la cuarentena en San Luis y a los poquitos días empezó la cosecha de soja y maíz. Fue bastante difícil para mí porque, por lo general, en la época de cosecha y en la de siembra venimos todos para acá y me ayudan en la logística. Pero se pudo hacer. Por suerte, estaba de este lado y no en Mendoza, porque la gente del campo no se maneja con el papelerío y hay mucho protocolo y formularios que completar.
-Y decidiste quedarte allá…
-Justo estaba por volverme. Pero Mendoza cerró las fronteras y pensé que, si San Luis hacía lo mismo, se iba a complicar. Creí que iban a ser 15 días y después llegaron 15 más y otros 15. Esperaba que fuera algo pasajero y llevo más de cinco meses. No solamente me pasa a mí. Estoy solo al frente, pero con un empleado. Su familia vive en La Paz, a 120 kilómetros de acá, y tampoco ha podido viajar para verlos.
No es que no te permitan viajar, pero pedimos que haya un protocolo especial para nuestra situación, como para los camioneros, que entran y salen de la provincia porque se trata de un servicio esencial. Yo no le puedo decir a quien trabaja conmigo que vaya a visitar a su familia y se pase 14 días de cuarentena allá y otros 14 cuando vuelva. Y eso que está en el campo y no ha pisado la ciudad. El que hace las compras soy yo porque él prefiere no ir.
-¿Están pudiendo desarrollar las tareas?
-La mayor parte del trabajo se terceriza, con contratistas. Para la cosecha, tuve la suerte de conseguir gente que tiene actividades en Venado Tuero, pero campo y maquinarias en San Luis, y justo la máquina estaba acá. Pero sí hubo problemas con los tiempos, porque con una sola cosechadora les fue difícil responder a todos los compromisos.
-¿Cómo van a hacer ahora, que se viene la siembra?
-Viene complicado, porque empieza la compra de insumos y no está resultando fácil el tema del envío. Además, la fumigación se terceriza y muchas máquinas son de afuera, así que las que hay en la provincia no alcanzan. Los que prestan el servicio y están acá, por ahora están diciendo “ya vamos a ver”. El problema es que las demoras en la agricultura se pagan caras, porque cuando uno llega tarde con las aplicaciones repercute en la producción final. En la agricultura y los trabajos a cielo abierto, un factor que influye mucho es el clima. Se puede demorar todo por un temporal de viento o de lluvia, porque no se puede hacer nada. Y sumado a que hay pocas maquinarias…
-¿Cómo ha estado la venta de animales?
-Nosotros vendemos la mayor parte de nuestra producción en Mendoza. Como el transportista tiene un protocolo distinto, puede ingresar con ciertos recaudos y por cierto tiempo. Pero no he querido mover hacienda porque había que implementar un sistema sanitario, con cosas como baños químicos diferentes para mujeres y para hombres. Era una locura. Así que estos últimos tres meses no he vendido. Me he quedado quieto. Pero uno puede aguantar un poquito y después hay que liberar los animales porque la situación económica empieza a afectarnos.
-La producción agraria que tienen, ¿es para alimentar a las vacas o también para vender?
-La mayoría es para autoconsumo, pero lo que sobra, se vende. Todo depende de cómo vengan las campañas. Hoy no comercializo. No quiero salir a vender ahora porque no me quiero quedar sin alimento porque el clima está muy malo, no llueve. Todo lo que se cultiva en San Luis es a cielo abierto, se depende netamente de la lluvia. Este año fue muy malo y se espera otro muy malo, por lo que se ve. No está para deshacerse de toda la comida.
-¿Intentaste viajar en algún momento de la cuarentena?
-No. Con este tema de estar un mes encerrado es inviable. Uno no puede ir a visitar a la familia por el fin de semana. Tengo amigos que tienen la familia en San Luis y el campo en Córdoba, y tenés que estar en el lugar. No es algo que se pueda manejar por Zoom. Nuestra movilización es para pedir que se flexibilice un poco, que tengan en cuenta cómo se realiza la actividad agropecuaria. Hay gente que no sabe si las vacas están pariendo o no, o si todavía tienen los animales, y pueden estar perdiendo el ahorro de toda su vida porque no pueden venir a controlar.
Son sistemas anuales, porque la vaca tiene un ternero al año y con la siembra es lo mismo. Tengo gente conocida que ha manejado la cosecha por teléfono, confiando. No es que el empleado vaya a hacer las cosas de mala fe, pero no siempre sabe cómo hace uno el manejo y resuelve las cosas de la mejor manera posible. Sin querer puede hacer un gran daño.