Ajo: anticipan una reducción del 25% en la superficie cultivada

La sobreoferta mundial de esta hortaliza la temporada pasada tiró los precios hacia abajo y muchos pequeños y medianos productores abandonaron el cultivo este año o han plantado menos hectáreas.

Ajo: anticipan una reducción del 25% en la superficie cultivada
Desde la asociación que reúne a los productores, empacadores y exportadores de ajo anticipan que este año se reducirá la cantidad de hectáreas en la provincia. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Cuando la mayor parte de los productores ya terminó de sembrar ajo, las observaciones preliminares y consultas de la entidad que reúne a los productores, empacadores y exportadores de esta hortaliza, apuntan a que se puede esperar una reducción de alrededor del 25% en la superficie cultivada para esta temporada. El principal motivo de esta disminución es que los bajos precios en el mercado internacional en 2022 y 2023, como también la brecha cambiaria, hicieron que el productor primario trabajara a pérdida.

Desde la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y Afines de Mendoza (Asocamen) plantean que este es un cálculo preliminar y que habrá que esperar a conocer los datos del relevamiento que cada año realiza el Instituto de Desarrollo Rural (IDR).

Fabián Fusari, quien, además de ser presidente de Asocamen, brinda asesoramiento a productores, indicó que muchos de tamaño mediano, que tienen de 10 a 20 hectáreas, le han comentado que van a disminuir un poco la superficie sembrada. Y que hay varios pequeños, con 2 a 5 hectáreas dedicadas al ajo, que directamente dejarán este cultivo en 2023. El principal motivo de esta decisión, puntualizó, es que los precios pagados al productor durante la temporada pasada fueron muy bajos, mientras que los costos aumentaron considerablemente -combustible, agroquímicos, energía- y no han podido recuperar lo que invirtieron.

Fusari señaló que los valores bajos respondieron a una ecuación de mercado, ya que el ajo es un commoditie y su precio se define a nivel internacional, en función de la demanda de los importadores y la oferta mundial. En 2022 y 2023, había mucha más mercadería que interés por comprarla, lo que hizo que mucha producción mendocina quedara en el campo.

Aquellos productores que no realizan un tratamiento antibrotante ni guardan el producto en cámaras frigoríficas deben vender la mercadería entre noviembre y febrero. Esto hizo que se apuraron a ofrecerla a precios muy bajos, por lo que los valores de compra en el mercado brasilero no repuntaron a medida que avanzaba el período fuerte de comercialización.

De hecho, manifestó Fusari, la apuesta de ellos no fue ganar dinero, sino perder lo menos posible. Y, como no tenían capital para sembrar para esta temporada, a algunos se les pasó la fecha ideal para plantar las semillas. “Por eso prevemos una disminución importante a campo”, acotó. Asimismo, informó que le han solicitado al IDR si el relevamiento de la superficie cultivada con ajo -que se suele dar a conocer junto con el resto de las hortalizas de invierno- se puede conocer a fines de setiembre. Estos resultados, explicó, son importantes para los clientes, para tomar decisiones de compra.

Costos en aumento

Maximilano Di Cesare, quien es productor y también gerente de Asocamen, estimó que la disminución en la superficie cultivada rondaría entre el 25% y el 30% con respecto a lo que se plantó en 2022, debido a que la temporada pasada no fue buena, producto de la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el paralelo. En este cultivo, subrayó, esto fue determinante porque el ajo es una hortaliza netamente de exportación (apenas un 10% en promedio se destina al mercado interno, la industria y se guarda como semilla para la próxima siembra).

Como sucede con otras producciones agropecuarias, las exportaciones se cobran al tipo de cambio oficial, mientras que los costos, tanto de la producción primaria como de la industria, se han ajustado siguiendo la evolución del dólar paralelo. Di Cesare explicó que, por más que los proveedores de agroquímicos o de insumos para riego digan que pesifican al valor de la divisa que define el Banco Nación, los valores de estos artículos subieron en dólares.

Y esa diferencia fue muy difícil de sobrellevar, en especial para los productores pequeños, por lo que muchos de ellos no han podido volver a plantar. Si bien todavía no termina la siembra de las variedades coloradas, en general, la mayoría ya concluyó esta labor y es a partir de ese dato que están estimando la reducción considerable.

Di Cesare detalló que la pérdida de rentabilidad provocó que aquellos productores más tradicionales o empresas, que tienen “espalda”, pudieran sobreponerse, pero los de menor tamaño planeen destinar la tierra a la producción de otras hortalizas. Incluso, algunos han manifestado que planean alquilar la tierra esta temporada, porque no les dan los números para volver a plantar ajo. Es que este cultivo, resaltó, es intensivo en capital y mano de obra, lo que hace que los costos de producción sean elevados.

El problema de reducir gastos

Aldo López, investigador de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA La Consulta y especialista en ajo, explicó que la gente, antes de plantar, evalúa lo que sucedió durante la temporada anterior y, a partir de eso, hace proyecciones de lo que puede pasar en la próxima y decide sembrar más, menos o igual. Como la pasada fue bastante mala económicamente y muchos pusieron más dinero del que recibieron y terminaron perdiendo, un buen número de productores primarios -que no tienen presencia en el resto de la cadena comercial- terminó con un balance negativo.

Esto hace que, para muchos, al no haber cerrado los números, la alternativa sea reducir la superficie plantada, para reducir los gastos. Pero también están los que deciden sostener el número de hectáreas, confiando en que podrán cuidarlas de modo adecuado, y, cuando no consiguen los fondos necesarios, terminan retaceando las labores y esto tiene un impacto en el rendimiento y la calidad de los cultivos.

Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

López sumó que mucha gente ya empezó a plantar usando menos insumos. Así, pese a que se reconocen los beneficios de la aplicación de guano, al ser muy caro -se necesita $1,5 millones para 10 hectáreas-, muchos no lo han utilizado este año. También hay quienes decidieron no desinfectar, con lo que es probable que se les mueran algunas plantas y los rindes por hectárea se reduzcan.

El especialista coincidió en que es de esperar una reducción en la superficie cultivada en Mendoza, pero no quiso arriesgar un porcentaje. Es que, a diferencia de lo que ocurre con la cebolla, por ejemplo, que, cuando hay buenos resultados, los productores salen a comprar semillas y al año siguiente aumenta mucho la superficie, en el caso del ajo las oscilaciones no son tan marcadas. Esto se debe a que, cuando el precio cae mucho y el productor no pudo vender ajo, tiene la semilla (el mismo diente) y muchas veces la planta a pesar de que le fue mal.

Sin embargo, López agregó que, desde hace muchos años, se observa una disminución en el número de productores. Es decir, que, más allá de que algunos vayan a sembrar menos esta temporada, es probable que también haya fincas que dejen de dedicarse al cultivo. Y una de las principales razones de esta merma, detalló, es que el ciclo del ajo toma nueves meses, que es el tiempo en que, en el norte de la provincia, se pueden hacer cuatro cultivos de lechuga, o poner zapallo y después otra hortaliza. La ventaja del ajo es que es de invierno y las alternativas se reducen.

En 2022 había crecido un 17% la superficie cultivada con ajo

Cada año, el Instituto de Desarrollo Rural (IDR) difunde su informe de estimación de la superficie cultivada con hortalizas de invierno. En 2022, esos datos se dieron a conocer en noviembre y arrojaron que había unas 13.300 hectáreas con ajo, lo que representó un 17% de incremento respecto al ciclo anterior (casi 1.950 hectáreas).

Normalmente, la superficie cultivada con ajo en la provincia oscila entre las 8 mil y las 12 mil hectáreas, por lo que este valor se encuentra por encima del límite superior. De ahí que, si se produjera una disminución este año en la superficie cultivada, como anticipa de modo preliminar la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y Afines de la Provincia de Mendoza (Asocamen), aún se estaría dentro de los rangos habituales de oscilación.

El IDR releva cada temporada alrededor de 900 parcelas hortícolas, con el fin de determinar la superficie productiva de Mendoza. Según los datos del organismo, del total de hectáreas con hortalizas de invierno en 2022, unas 17.281,2, el 77% tenían cultivos de ajo.

El 70% de los ajos que se cultivaron el año pasado fueron morados, 20% colorados, 3% blancos y 6,5% “otros ajos” (blancos tempranos, castaños y violetas). Asimismo, el organismo destacó que cada vez es más marcada la preferencia por el cultivo de ajos chinos, en detrimento de los nobles (colorados y blancos).

Con respecto al ciclo anterior, y conforme a la tendencia de las últimas temporadas, incrementaron la superficie los morados y los blancos tempranos. Los primeros alcanzaron las 9.541 hectáreas, lo que representa un 30% más que el ciclo agrícola previo (7.349 hectáreas). Mientras que los segundos pasaron de 567 a 847 hectáreas (52% más).

El ajo colorado también incrementó la superficie, pero en una pequeña proporción (2,6%), pasando de 2.609 a 2.676 hectáreas. A diferencia de los otros tres ajos, el blanco cuyano disminuyó la superficie en un 45%, lo que implica 382 hectáreas menos.

Desde el IDR resaltan que el protagonismo del ajo no sólo se debe a que concentra la mayor superficie cultivada, sino también a que hay más de 1.500 productores que se dedican a su cultivo y a que emplea una importante cantidad de mano de obra cada temporada, tanto en las siembras, como en las cosechas.

Se deberá esperar al último cuatrimestre de este año para conocer la estimación oficial de superficie cultivada con ajo en 2023.

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