Por octava vez en los últimos 32 años de democracia, los argentinos elegiremos hoy al presidente en una votación que determinará la “continuidad con cambios” o “el final” del proceso que inició Néstor Kirchner hace doce años tras el colapso histórico de finales de 2001 y que continuó su esposa, Cristina Fernández.
Serán las elecciones más controladas de la historia después de las denuncias sobre fraude hechas por la oposición en Tucumán. También las que mayor incógnita concitan sobre su resultado por la posibilidad de que por primera vez tenga que dirimirse en balotaje.
Las fórmulas presidenciales son seis, la menor cantidad desde el retorno de la democracia (el récord fue en 2003, con 18 candidatos, en comicios en los que el PJ no participó como partido), después de que otras nueve quedaron fuera de carrera en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del 9 de agosto. La pelea, sin embargo, se concentra en tres, tanto por los posibles resultados, como por sus implicancias políticas.
La principal de ellas es la del gobernante Frente para la Victoria (FpV) que, por decisión de la Presidenta, integran el dos veces gobernador bonaerense y vice de Kirchner, Daniel Scioli, y el secretario Legal y Técnico de las presidencias kirchneristas, Carlos Zannini.
Detrás está la opositora alianza Cambiemos (integrada por el PRO, la UCR y la Coalición Cívica), que lleva al también dos veces gobernante porteño, Mauricio Macri, junto con la senadora Gabriela Michetti. El opositor frente peronista Una Nueva Alternativa (UNA), con el diputado Sergio Massa, en compañía del intendente electo de Salta Gustavo Sáenz.
Un detalle: Scioli, Macri y Massa tienen en común ser dirigentes políticos que irrumpieron en los ‘90 y, en el caso de los dos primeros, desde actividades extrapolíticas.
Las otras tres fórmulas en la pelea corresponden a: frente Progresistas (Partido Socialista, Gen y Libres del Sur) con la diputada Margarita Stolbizer y el radical villamariense Miguel Angel Olaviaga; Compromiso Federal, del senador Adolfo Rodríguez Saá y la senadora Liliana Negre de Alonso; y el FIT (Frente de Izquierda y de los Trabajadores), con la fórmula del diputado Nicolás Del Caño y Miriam Bregman.
Otro detalle: por primera vez todas las fórmulas, las seis, se presentan al frente de alianzas.
Además del presidente y el vice para el próximo cuatrienio, los más de 32 millones de argentinos habilitados para votar en más de 95 mil mesas instaladas en casi 14 mil lugares de votación, elegiremos a los gobernadores de once provincias, la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado y, por primera vez, a los legisladores para el Parlamento del Mercosur (19 a nivel nacional y 24 en representación de las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
La elección se presenta como la más reñida de los últimos doce años, después de que Kirchner ganara en 2003 tras la renuncia de Carlos Menem a pelear en el balotaje y los triunfos de Cristina con 45% en 2007 y 54% en 2011.
Los números de las PASO y las encuestas posteriores marcan un final incierto en el que la consagración de Scioli en primera vuelta aparece con tantas posibilidades como las que tendría Macri para acortar la diferencia de modo de ir a una definición en segunda vuelta, el 22 de noviembre.
Abrazados a una ilusión
Después de las PASO, en las que obtuvo 38,7%, a Scioli se le hizo cuesta arriba ya no buscar el 45%, la manera más directa de ganar en primera vuelta, sino de sumar más de 40% con una diferencia de 10 puntos sobre el segundo, que es la otra vía.
Sostenido en el voto kirchnerista, su esfuerzo último estuvo puesto en atraer el voto independiente a partir de mostrarse autónomo de la Presidenta con el anuncio de quiénes serán sus ministros si asume el 10 de diciembre. También en un anuncio postrero apuntado directamente al bolsillo de la clase media: el demorado cambio en Ganancias, a ajustar por ley, que enseguida beneficiaría a más de 500 mil trabajadores.
Por su parte Macri, con 24,2% en la interna, puso el acento en fidelizar los votos logrados por Ernesto Sanz y Elisa Carrió, sus aliados en Cambiemos, que permitieron a ese frente llegar a 30,1%.
En vez de insistir en polarizar la elección con Scioli, apuntó a mejorar la cosecha en Córdoba y engrosarla en la estratégica provincia de Buenos Aires (37% del electorado) de la mano de su candidata a gobernadora, María Eugenia Vidal, la más votada candidato contra candidato en las primarias.
Para Macri, Vidal tiene el efecto contrario al que le atribuyen al oficialista Aníbal Fernández respecto de Scioli. En la pelea alianza contra alianza, el hoy jefe de Gabinete nacional le ganaría por tres puntos a la candidata de Cambiemos, según aseguran en el oficialismo, donde confían en que se terminará por imponer la “boleta larga” con la lista completa del FpV. Habrá que verlo.
Después del 20% logrado en las PASO por la alianza UNA, de los cuales seis puntos aportó el gobernador cordobés José Manuel de la Sota, Massa batalló para intentar desplazar a Macri del segundo lugar a partir de presentarse como el “voto útil” frente al kirchnerismo y como la única fuerza capaz de dar pelea al FpV en una eventual segunda vuelta.
Parece haberle redituado, pero no al punto de ubicarlo en el segundo lugar, por lo que su peso específico dependerá de si hay o no balotaje. También de ello dependerá que la estrella de Massa 2011 tenga un derrotero distinto a la de Francisco de Narváez 2009.
La mayor de las incógnitas -si tendremos hoy un presidente electo o habrá que esperar al 22 de noviembre-, como las secundarias, se develarán antes de la medianoche, más precisamente a partir de las 23, según el compromiso de las autoridades de las elecciones de un 2015 devenido en el año en que “la pasamos de votación en votación” y en el que, de haber segunda vuelta, habremos tenido el récord, en todo el país, de 30 de los 52 domingos del año en las urnas.