Final del espectáculo

Una lesión crónica provocó el retiro de Pablo Aimar del fútbol profesional. Cada vez quedan menos de su especie.

Final del espectáculo

“Jamás soñé con jugar al fútbol. Empecé a jugar porque jugaban mis amigos. Y llegué a Buenos Aires porque ellos se vinieron”. La confesión al Diario La Nación fue en 1999. Tres años habían pasado desde su debut y apenas unos meses desde su memorable gol en el clásico ante Boca, con una exquisita definición por encima de Oscar Córdoba, para un inolvidable 2-0 en el Monumental. Clausura y Apertura de 1997 (el fútbol argentino, ¿vio?) y Apertura de 1999 fueron del Millonario. Su primer gol llegó  el 20 de febrero de 1998, ante Rosario Central, justamente el rival frente al que se despidió de los torneos locales. Su tobillo (maldito) dijo basta.

“River es un club espectacular, en el que a todos los jugadores les gustaría jugar, pero también creo que River podría ser más grande”, dijo alguna vez. Hablaba de la cantera “millonaria”. De darle valor y sentido a los juveniles.  “Respetar la etapa de diversión en el juego. Las obligaciones llegarán más adelante”.

El Valencia fue su primer club en el Viejo Continente. Enero de 2001, la fecha de arribo. Los 18  millones de euros que pagó el conjunto español valieron el título de la temporada 2001/2002. Un año después llegaría la UEFA Europa League, tras derrotar por 2-0 al Olympique de Marsella en Gotemburgo.

Siete años en el equipo Ché fueron suficientes. Se marchó al Real Zaragoza en el verano de 2006, con dos ligas locales, una Copa de la UEFA y una Supercopa de Europa.

Se va la única pizca de creatividad en un equipo muy metalúrgico”, escribió aquella vez el periodista español Juan Morenilla para el Diario El País. Fue su peor año. Entre los ríos Ebro, Huerva y Gallego sufrió una meningitis linfocitaria aguda. Lo miró más de afuera que desde adentro. Y el equipo se fue a Segunda División.

Benfica fue su nuevo destino. 179 partidos oficiales y 17 goles. Una Liga (2010) y cuatro Copas de la Liga (Taça da Liga: 2008-09, 2009-10, 2010-11, 2011-12) se sumaron a las vitrinas del club. Un tal Lionel Messi declaró, en 2011, que Aimar era su ídolo. “Me gustaba mucho su manera de jugar y le tengo mucho aprecio”, dijo. El Payaso retribuyó con un video en la gala del Balón de Oro, donde le envió un cálido saludo. De 10 a 10. Admiración mutua.

En junio de 2013, ya con su tobillo dando malas señales, decidió irse al Johor Darul Takzim, de Malasia. Antes del año, rescindió el contrato. Nunca pudo ser el mismo.

En febrero de 2015 fue operado y apenas pudo disputar 15 minutos frente al “Canalla”, por el torneo local, y 31 minutos ante Liniers (BB), por Copa Argentina. La quería seguir peleando, pero intuía que el adiós estaba cerca. Y se fue. Sin dramatismos. Con el Monumental coreando su nombre. Con una sonrisa. Su amigo Román ya no jugaba. Y a él también se le fueron las ganas.

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