A 88 kilómetros de Puerto Argentino -Puerto Stanley para los kelpers- está el paisaje más desolador que un argentino pueda ver. Un prado de cruces blancas con rosarios, flores de plástico y carteles con leyendas agitados por el viento, que recuerdan a los 649 soldados que dejaron la vida en la tierra que defendieron en un período convulso del país.
De esas cruces, 123 tienen una placa con la desgarradora leyenda “Argentine Soldier Known unto God" -Soldado argentino sólo conocido por Dios-. NN.
Esas familias nunca supieron bien qué tumba visitar, en qué lugar pararse, dónde rezar, dónde homenajear. Muchos murieron sin saber dónde estaban los cuerpos.
Hoy, 35 años después, son 88 los identificados.
La mayoría eran chicos que quedaron diseminados por las islas y que recolectó un equipo encabezado por Geoffrey Cardozo, un militar británico que luego ayudaría con la tarea de exhumación. Cardozo fue enviado después de la guerra por el Ministerio de Defensa en Londres y dijo sentirse culpable. "Todo es mi culpa", declaró a la BBC.
Conmovido por los familiares, se sumó a la campaña "No me olvides", el proyecto apoyado por personalidades como el músico Roger Waters, que hoy empieza a dar frutos.
En enero 1983, Cardozo emprendió una tarea titánica de la que ahora se siente culpable. Tuvo que encontrar los cuerpos en un terreno minado con un equipo de ingenieros y armar el cementerio, porque, según declaró, cuando se le preguntó al gobierno argentino si quería repatriar los cuerpos, contestó que no porque estaban en suelo argentino. “Entonces el gobierno de Margaret Thatcher decidió crear un cementerio y enterrarlos como debe ser”. Los chicos estaban diseminados y muertos por “desnutrición, exposición al mal tiempo, accidentes con minas e incendios”.
"A los mandos argentinos les importaba menos el destino de sus muertos", confesó además, recordando las fosas comunes que encontró con 14 cuerpos fuera del cementerio de Puerto Argentino, y con 37 cuerpos apilados en Goose Green, donde se libró la batalla terrestre que acabó con la rendición de las fuerzas argentinas.
La guerra había terminado, pero las muertes no. Muchos sucumbieron a la indiferencia, la ingratitud y el abandono. Se calcula que más de 500 ex combatientes se quitaron la vida. El olvido sumió en la desolación a padres que murieron sin saber donde estaban sus chicos.
Ahora se abre una nueva esperanza para los que quedaron. Un derecho que reclaman desde hace tres décadas: saber, sólo saber qué tumba visitar. Nada más y nada menos.