Fin de un ciclo: una Selección abandonada

Llegó al Mundial sobreviviendo a un tsunami de irracionalidades dirigenciales. Se cerró el capítulo de una generación.

Fin de un ciclo: una Selección abandonada
Fin de un ciclo: una Selección abandonada

La Selección hay que quererla, hay que cuidarla. Jamás abandonarla. Esa es la lección número uno que regala esta aventura rusa recién acabada. Se despide una generación de futbolistas que supo emocionar y de nuevo dejó el corazón. Mientras nada se les reprocha, Messi, Mascherano y compañía agradecen al Mundial porque un epílogo digno les reservó. De milagro en milagro, gracias a diversos guiños de este juego fantástico, se fueron en Octavos de final contra un grande como Francia perdiendo 4 a 3, pero además lamentando que Di María desvió ese centro de Meza que Fazio se preparaba para cabecear a un empate que se hubiera transformado tal vez en la mayor hazaña de esta competición universal. Sin embargo, así como podría haber igualado en el resultado, la diferencia en el juego fue brutal. En ese ítem, el de la idea, el concepto, la ejecución y las capacidades individuales, Argentina perdió por goleada. Lo más grave es que esa otra derrota ni siquiera logró atenuarla con un genio en su equipo. Nada es casualidad.

Al fútbol argentino lo único que le quedaba era la Selección, que por estos jugadores venía sobreviviendo a un tsunami de irracionalidades dirigenciales: 38-38 en una elección en la que votaban 75 representantes y en cuatro años tres presidentes de la AFA (Luis Segura, Armando Pérez y hoy Claudio Tapia), más tres entrenadores de la Mayor (Gerardo Martino, Edgardo Bauza y Jorge Sampaoli). Se entretuvieron con sus miserias políticas, abandonaron a la Selección y, cuando la quisieron rescatar, ya era tarde.

Argentina no se quedó afuera del Mundial por un capricho del destino. Tampoco había sido un hecho aislado el 6-1 amistoso con España. Ahora no pudo ganarle a la debutante Islandia, fue goleada por Croacia, quebró de última a Nigeria y cerró padeciendo una paliza en el desarrollo contra Francia. Por algo aquí, desde el primer día, se viene remarcando que Argentina desafía a la lógica.

Es una pena. La Selección no merece semejante maltrato. Tampoco una Selección así merece la gente, que vibró allá y en cada rincón del planeta. No hay Messi que valga. Un equipo no es sólo un fenómeno. Parece simple el fútbol, pero no lo es tanto.

En esa diferencia de frescura y de velocidad que exhibió Francia, en ese plan elaborado con astucia para exprimir a fondo las virtudes propias y las flaquezas ajenas, se evidenció el abandono de una Selección que no logró renovarse y que se resignó a un doble comando entre el entrenador, Messi y Mascherano en el tramo final para evitar el adiós en primera ronda.

Pasa el tiempo para todos. También para esta generación. Y en la cancha se evidenció con crueldad máxima. Volaban los galos, se desplazaban en cámara lenta los nuestros. La Selección, entre tantos cambios de dirigentes y de entrenadores, nunca se recicló.

Se viene otro tiempo. Que sea con Messi y con un DT (Sampaoli o el que venga) que lo escuche sin decirle siempre que sí. Si Leo resuelve establecer una pausa, que la tome y luego que se sume a la nueva etapa. Ahora se comprobará con precisión hasta dónde el abandono de la Selección afectó a sus bases. El futuro asusta. Que no sea lo que parece.

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